Cancún.— Un equipo de científicos del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICML) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Unidad Puerto Morelos, inició la medición de concentraciones de ácido sulfhídrico (H2S) alojado en el sargazo que se acumula y descompone en playas del Caribe mexicano.
El objetivo es determinar los niveles de dicho gas tóxico y sus probables impactos en la salud de las personas dedicadas a su recolección, quienes están en contacto permanente con la macroalga que al ser removida libera gases y elementos tóxicos generados en las zonas más profundas del espeso tapete ocre disperso en las playas, explica la maestra en Ciencias, Rosa Rodríguez, quien lidera la investigación.
En 2015 el sargazo sorprendió por su recale masivo y atípico. Si bien en 2016 y 2017 su arribo fue mínimo, en 2018 regresó, registrándose su pico más alto hasta el momento. En los años subsecuentes su llegada se ha mantenido en proporción más baja, pero sostenida, lo cual ha sido objeto de estudio.
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Al acumularse en las playas, se pudre y genera la llamada marea marrón que cambia la coloración del agua cercana a la costa y provoca afectaciones al paisaje, al ecosistema costero y al turismo, con impactos en la economía local. Ahora se investiga también su probable impacto en la salud humana debido a que se han detectado en el sargazo descompuesto al menos 28 metales pesados, señala Rosa Rodríguez en entrevista con EL UNIVERSAL.
También se tiene evidencia de que genera gases tóxicos como el H2S, en lo profundo de la pila del sargazo acumulado en la orilla de algunas playas. Al ser removido expide algo más que un fétido aroma a huevo podrido que evidencia su presencia, advierte.
“Cuando escarbas en el sargazo, cuando llegas al fondo de la pila están las concentraciones mayores en algunas ocasiones, no siempre. Entonces pensamos que el riesgo más alto es para quienes lo limpian porque están paleando y paleando y de repente puede salir el gas en grandes concentraciones”, comenta.
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Agrega que en esta primera fase del estudio buscan averiguar en qué niveles se encuentra la concentración del H2S. Y ya para 2026 se profundizará sobre sus consecuencias en la salud de las personas que lo recolectan y están en contacto permanente con la macroalga.
“La idea del estudio de salud es hacerlo el próximo año. El proyecto dura tres años. La idea ahora es medir las concentraciones con los sensores, y el próximo año se harán las pruebas de salud”, precisa.
Incluso, no descarta sumar al estudio los posibles daños por la exposición continua a la marea marrón. “Ya le dije a mi compañero que hay que comprar sensores para el agua para ver cómo está la concentración de ácido sulfhídrico en la orilla del mar”, indica.
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Como antecedente —dice— en los países de la región del Caribe, afectados por el recale de sargazo, sólo existen dos estudios centrados en los impactos en la salud humana, aplicados en Martinica, que dieron positivo.
Aquí, intentan replicar el ejercicio científico en colaboración con la Universidad de Victoria, en Canadá y la de Sao Paulo, en Brasil.
“Tenemos el apoyo de una doctora que está en Brasil, experta en impactos de los gases en la salud humana. Los de Canadá financian las partes de los sensores, que son muy caros, y el armado lo hacemos en el Instituto, aquí en Puerto Morelos”, detalla.
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Las mediciones en campo iniciaron el pasado 9 de junio en Playa El Recodo, en Playa del Carmen, en donde el impacto del sargazo ha sido evidente, al detectarse el mayor arribo de la macroalga, respecto a otras playas de esa demarcación.
“Probamos ahí los sensores porque es una playa superafectada, entonces, si hay ácido sulfhídrico, seguro sería ahí (...) donde lo vamos a encontrar. Hablamos con los trabajadores, medimos las concentraciones y estaban bastante altas. También se ha pensado para las masajistas de Mahahual (en el sur del estado), que habían reportado síntomas. Algunas que les salían ronchas en los brazos”, menciona.
La maestra en Ciencias detalla que en El Recodo, el equipo de investigación echa mano de sensores que se armaron en el instituto y que miden los niveles de los gases.
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“Lo ideal es que las personas porten el sensor y así ves exactamente a qué concentraciones estuvieron expuestas, cuántas veces al día, a la semana o al mes o durante la temporada, por arriba de los niveles recomendables para la salud”, abunda.
También comenzaron a aplicar encuestas a pescadores, trabajadores de cooperativas turísticas y empleados de Zona Federal Marítimo Terrestre (Zofemat) para conocer si presentan algún tipo de síntomas.
En 2026 se buscará hacerles pruebas respiratorias y oculares, antes de que inicie la temporada de recale masivo y al término de esta, para conocer el comportamiento pulmonar, resequedad de ojos, probable conjuntivitis o queratósis.
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“Ahorita nos queremos enfocar sólo en las mediciones con los sensores y en pruebas oculares y respiratorias muy sencillas. Hemos estado haciendo pruebas en la playa para medir a qué distancia de la playa está llegando el ácido sulfhídrico. Vimos que es bastante variable; la primera vez que fuimos (9 de junio) estaba altísimo; el 13 de junio, no tanto”, manifiesta la investigadora.
Aclara que aun cuando los niveles del gas no sean altos, la exposición permanente puede tener efectos en la salud.
“Aunque sea más baja la concentración, si la exposición es crónica, podría llegar a tener efectos en la salud, no sólo de los trabajadores, sino de las personas que trabajan ahí en la playa”, advierte, al señalar que las primeras entrevistas hechas confirmaron que hay quienes ya experimentan afecciones en la piel.
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En la segunda medición se toparon con que a los empleados de Zofemat les han prohibido hablar del tema. Sin embargo, hay testimonios de trabajadores de Zofemat y de cooperativas de pescadores que confirman que ya presentan dolores de cabeza, náuseas, comezón, enrojecimiento, irritación en la piel e incluso llagas.
Una de las personas que labora limpiando las embarcaciones para retirar el sargazo atorado en sus motores, y que suele meterse al agua durante mucho tiempo, mostró laceraciones en el cuello, que atribuyó a su contacto con el agua alterada por el sargazo.
“Me dijeron algunos que han salido con las piernas hinchadas. De lo que más se quejaban es de irritación de los ojos, comezón en las piernas, incluso si traía pantalón de mezclilla. Dermatitis es otra de las cosas”.
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Rosa Rodríguez dice que a nivel federal, por instrucción de la presidenta Claudia Sheinbaum, se instaló una mesa de atención al tema del sargazo, que incluye un área centrada en lo referente a la concentración de metales pesados y gases tóxicos, como el ácido sulfhídrico, el amoniaco, metano y bióxido de carbono.
A nivel local, el pasado 19 de junio la presidenta municipal de Cancún, Ana Patricia Peralta, dio a conocer que —por instrucción de la gobernadora Mara Lezama— se pidió a los ayuntamientos que gestionen recursos para la compra de equipo especial que permita proteger la salud de las personas que recolectan el sargazo.
En Cancún —subrayó la munícipe— aun con los recales masivos, las cuadrillas de recolección evitan que el sargazo se acumule y descomponga, lo que evita o disminuye la concentración de gases tóxicos. Los trabajadores, asegura, no han tenido afectaciones en su salud, pero de cualquier modo serán equipados con ropa más adecuada.
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Además, el arribo de la macroalga suele ser impredecible en cuanto a los volúmenes, los días de recale y las playas a las que llega.
Bajo esa lógica, durante la gestión del entonces gobernador Carlos Joaquín González se lanzó una campaña informativa para aclarar a turistas y residentes que el sargazo no llegaba “ni todos los días, ni en todas las playas”, premisa replicada por la actual administración de Mara Lezama.
Al respecto, Rosa Rodríguez aclara que los factores que explican por qué el sargazo se acumula más en algunas playas que en otras, tienen que ver con la forma de la costa (geomorfología costera), la dirección del viento, la presencia de arrecifes o estructuras como muelles.