Chignahuapan.— En la sierra norte de Puebla, la semilla de la Navidad dio frutos que ahogaron temporalmente la “mala hierba” del Covid-19 y, contra todo pronóstico, la venta de pinos de temporada ha superado las expectativas de comerciantes, productores y empresarios de este sector. Aquí la esperanza huele a tierra fresca.
A unos días de la Navidad, los hermanos Lorenzo y Enrique Rivera Nava, propietarios del rancho San Miguel Ayotla, ubicado en el municipio de Chignahuapan, explican que este año llegaron más visitantes y compradores, en comparación con 2019.
Consideran que esta respuesta es gracias a la mayor promoción que se ha dado a la región, pero también a la necesidad de unión en tiempos difíciles.
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“La gente tiene miedo por la gravedad de la pandemia, pero la Navidad es algo difícil de olvidar y la gente sigue comprando y celebrando. Ha habido un incremento de las ventas también porque con los años se va dando a conocer más el municipio”, menciona Enrique.
Lo anterior lo confirma Abel Maldonado, productor poblano, quien asegura que aunque familias enteras acuden por su árbol hasta estos bosques, no ha visto a ninguna persona que no respete el uso del cubrebocas, gel antibacterial y la sana distancia.
“Para mí la Navidad no será diferente, porque me di cuenta de que, aunque está la enfermedad, mucha gente vino a llevar su arbolito, muchísima gente, gracias a Dios. Aquí el espíritu navideño no murió, al contrario”, apunta.
De palabras cortas y bajo una gorra que lo cubre del sol, el productor cuenta que hasta la segunda semana de diciembre habían vendido aproximadamente 3 mil pinos navideños.
Pese a reconocer que en su lugar de trabajo existe el riesgo de contagio de Covid-19, don Abel también considera que es bajo. Aunque el espacio es totalmente al aire libre, no faltan las medidas sanitarias con las que operan comercios cerrados. La máxima es la protección para sobrevivir y trabajar.
Vida: oxígeno y sustento
El municipio de Chignahuapan, Puebla, es conocido por su tradición esferera, pero hoy es también un referente navideño gracias a su vocación forestal.
Desde la trinchera de los empresarios, Lorenzo Rivera explica que la venta de árboles de Navidad ha impulsado la economía local, aun en tiempos de crisis.
En cuanto al impacto económico en cifras, Lorenzo afirma que familias enteras llevan el pan a sus hogares gracias a que la actividad no ha parado.
“Aquí en la región la actividad forestal en los ejidos y con los pequeños propietarios es amplia, más de 10 mil personas, unas 500 familias dependen de ella.
“Por la cercanía recibimos, sobre todo, a visitantes de la ciudad de Puebla, Tlaxcala y Ciudad de México. La gente viene a comprar su arbolito y aprovecha para pasar por las esferas”, apunta.
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Pero este no es el único beneficio: la producción y venta de árboles también tiene un impacto positivo en el medio ambiente.
Entre cientos de pinos oyamel y ayacahuite, las dos variedades de la sierra norte de Puebla, Lorenzo detalla que la producción de oxígeno es la mayor ventaja del comercio y cuidado de estas especies.
“Los árboles jóvenes dan mucho oxígeno y el proceso de crecimiento de un pino de Navidad, desde la selección de la semilla hasta la venta final, es de entre cinco y siete años”, detalla.
Además, cuando las fiestas de fin de año pasen, los árboles pueden volver a nutrir la tierra, al ser convertidos en composta. En este lugar, el precio de los árboles ronda entre 300 y 500 pesos.
Navidad “pachoncita”
Originario de Tulancingo, Hidalgo, Jesús Alvara, su esposa y su hijo llegaron a Chignahuapan por su árbol de Navidad, para el que, aseguran, han ahorrado durante todo el año.
“Es algo increíble porque vienes y pasas por todo el proceso: ves plantados los arbolitos, eliges uno y lo cortan para que te lo puedas llevar (…) queremos un árbol grande y pachoncito, para que luzca y se vea bonito.
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Sobre el coronavirus y cómo afectará la Navidad, él considera que, más allá de festejos tristes, la pandemia ha dado lugar a un fin de año más reflexivo. Dice no temer al salir para realizar compras para la celebración.
“El Covid-19 nos ha enseñado que debemos ser más unidos y amar mucho más a la familia, estar juntos. La Navidad va a ser diferente porque las familias no van a estar todas juntas, hay gente que tiene miedo de reunirse y contagiarse”, dice, mientras abraza el pino ayacahuite que este año vestirá su Navidad.