Josefa Ortiz de Domínguez.— Desde un camión del Ejército, Rolando López y Reina Alicia Herrera se despidieron de sus hijas, Yuritzy y Samaey, de 17 y 16 años de edad, respectivamente.
Ellos regresaron ayer a El Lajerío, su comunidad en el municipio de Frontera Comalapa, de donde tuvieron que huir por los enfrentamientos armados entre grupos criminales, que en una semana desplazaron a entre 3 mil 500 y 4 mil personas.
Yuritzy y Samaey estaban desconsoladas. Empezaron a llorar cuando vieron llegar a la comunidad de Josefa Ortiz, municipio de Chicomuselo, el convoy del Ejército, la policía y socorristas de Protección Civil que participaron en el operativo para facilitar el retorno de los desplazados a sus hogares.
Leer también: Activan operativo de ayuda humanitaria para desplazados de Frontera Comalapa
Rolando no pudo contener las lágrimas cuando se despidió de sus dos hijas, quienes se quedarán unos días más en Josefa Ortiz, mientras él y su esposa vuelven a El Lajerío para ver las condiciones en las que quedó su comunidad. Yuritzy y Samaey viajarán a Comitán, a unos 130 kilómetros de distancia.
Cuando vean que hay condiciones para ir a El Lajerío, regresarán con sus padres.
Más de 10 días de incertidumbre
La violencia en Frontera Comalapa se desató el pasado lunes 22 de mayo. Ese día se registraron enfrentamientos entre hombres armados pertenecientes a los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación (CJNG).
Ambos grupos criminales se disputan este territorio estratégico, que colinda con la frontera de Guatemala y por donde se trafica con drogas y migrantes.
Los grupos criminales se enfrentaron durante varias horas utilizando autos con blindaje artesanal, conocidos como monstruos, sobre la autopista Panamericana, que estuvo dos días cerrada por bloqueos. Ninguna autoridad informó sobre el número de víctimas mortales o de heridos. Tampoco intervino.
Las hostilidades se prolongaron hacia las comunidades que se encuentran en los márgenes del río Grijalva y a las cercanas al embalse La Angostura.
De pronto, los campesinos despertaron con el ruido de granadas y las ráfagas de fusiles en Candelaria, Selegua, Nueva Independencia, Benito Juárez, Nicolás Bravo y San Jerónimo, mientras los enfrentamientos se extendían por la carretera federal 201 rumbo a los municipios de Mazapa de Madero y Motozintla, donde varios vehículos fueron incendiados y un bando estableció dos puntos de control a la altura de Las Cruces y la clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
La refriega continuó hacia el municipio de La Concordia.
Fue entonces que las familias, sin ninguna pertenencia a cuestas, salieron el jueves 25 de mayo de sus comunidades y se refugiaron en Josefa Ortiz.
Ataques día y noche
Una semana después, al volver a El Lajerío, todavía se ven las huellas de la batalla. En la calle se observan vehículos incendiados, entre ellos una camioneta con placas de Nuevo León.
Los pobladores cuentan que las balaceras eran de día y de noche, que los hombres armados derribaron árboles, los cruzaron en las entradas al pueblo y abrieron fuego contra las viviendas.
Rumbo a la comunidad de Benito Juárez, dos carros con blindaje artesanal quedaron quemados. En los alrededores se observan en el piso decenas de casquillos calibre 7.62 mm para AK-47 y ponchallantas. Aunque los vecinos aseguran que un adolescente del barrio El Mirador murió por una bala, nadie sabe si hay más muertos o heridos, sobre todo entre los criminales. “No podíamos salir de nuestras casas. Sólo escuchábamos las bombas y disparos”, relató un campesino que decidió no salir de la comunidad y enfrentar la violencia escondido en su casa.
Leer también: ONG denuncia ejecuciones, reclutamiento y desplazamientos forzados en Frontera Comalapa, Chiapas
Temen morir “sin ninguna causa”
Desde el kiosco del parque de la comunidad, un teniente coronel reunido con los pobladores reconoce que este lugar es ahora “un área de conflicto entre uno y otro grupo”, y les promete “conseguir la seguridad permanente”, mientras los campesinos le insisten en que el Ejército se debe quedar de manera permanente.
Una mujer le reprocha: “Dijo [el presidente] Andrés Manuel López Obrador ‘abrazos no balazos’, pero nosotros no estamos recibiendo los abrazos. Estamos recibiendo puros balazos”.
Oralia Morales, vecina del lugar, relata que al momento de los enfrentamientos se tiraba al piso, pero para proteger a sus hijos colocaba mesas, sillas y otros muebles. Cuando los criminales hicieron una pausa, el jueves pasado, huyeron hacia los cerros, por donde llegaron a Josefa Ortiz.
María del Carmen Ventura, madre de seis hijos, narra que temía morir “sin ninguna causa y sin ninguna culpa” a causa de los enfrentamientos. “Toda la plebecita de mi familia salimos”, narra entre lágrimas.