Margarita y Armando, dos migrantes hondureños, abandonaron lo que sería su sueño americano. Aunque lograron entrar a Estados Unidos en condición de refugiados, decidieron salir del país junto a sus seis hijos, y regresar a su nación.

“Mi mayor miedo no era que nos deportaran. Si fuéramos mi marido y yo está bien. Lo que me daba terror era que si nos arrestaban y llevaban a un centro de detención, nos separaran de nuestros hijos ¿Cuándo los íbamos a recuperar?”, explica Margarita desde la pequeña casa de campaña instalada en el albergue Movimiento Juventud 2000 en Tijuana, que se ha convertido en su hogar temporalmente.
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La migración ahora cambió de rumbo y familias enteras viajan hacia el sur para escapar de las detenciones, redadas y, sobre todo, de las separaciones de familias.

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Durante las últimas semanas, migrantes con y sin documentos de residencia en Estados Unidos comenzaron a llegar a México.

Las familias dejan la Unión Americana de forma voluntaria, aunque bajo presión de las nuevas políticas migratorias implementadas por el presidente Donald Trumpy por los ataques por discriminación.
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