Paola, asesinada dentro de la escuela donde trabajaba

Tuxtla Gutiérrez.— Tres días antes de que iniciara el periodo vacacional de invierno de , Paola Jazmín Ocampo Alcázar salió de su casa rumbo a la escuela primaria David Gómez, de la colonia El Magueyito, donde llevaba trabajando 13 años como intendente. Ese 7 de diciembre a las 7:30 horas, la cámara de una casa frente a la escuela registró su entrada, pero ya no se le vio salir con vida.

Antes de las 8 de la mañana, Flory, hermana de Paola, fue al plantel para llevar a su hijo que ahí estudia. Al no ver a Paola en la entrada de la escuela decidió preguntar para saber dónde estaba su hermana, pero nadie le dio razón.

Flory llamó por teléfono a su madre, Flor Emilia Alcázar Coutiño, de 65 años, para comentarle lo sucedido. Más tarde, otro maestro llamó a María del Carmen (otra hermana de Paola) para decir que no había rastros de .

María del Carmen junto con sus hermanas Gabriela, Daniela y Flory, y su cuñado Antonio, se dirigieron a la escuela ubicada en la calle 12a Poniente Norte número 540, colonia El Magueyito, para buscar a Paola.

Con la ayuda de maestros e intendentes revisaron en los jardines, en los techos de las aulas, en los baños. Antonio buscó en dos cisternas, pero no encontró nada. La búsqueda se suspendió cuando no pudieron entrar a dos bodegas.

Las hermanas de Paola decidieron ir a la Fiscalía Contra la Desaparición de Personas y la Cometida por Particulares para denunciar la desaparición. La ficha que emitió la dependencia detalla que Paola fue vista por última vez por una de sus hermanas a las 07:30 horas del 7 de diciembre, en el fraccionamiento Moctezuma de Tuxtla.

Al día siguiente, las hermanas de Paola y su cuñado regresaron a la escuela para continuar la búsqueda. Estaban seguros de que ella estaba ahí. No había duda. La cámara del vecino no registró su salida.

Prosiguieron con la revisión y notaron que una de las cisternas estaba cerrada con candado. Pidieron la llave a uno de los intendentes y al abrirla ahí estaba el cuerpo de Paola. Más tarde llegaron los peritos y agentes del Ministerio Público para realizar las diligencias. El cuerpo de Paola fue tras- ladado al Servicio Médico Forense (Semefo) y luego a una funeraria.

La mamá de Paola dice que el feminicida seguramente creyó que, con la búsqueda del 7 de diciembre, la familia quedaría conforme y no buscaría más. “Pensó que no la íbamos a buscar al siguiente día. Que así iba a quedar todo y que íbamos a regresar en 15 días, cuando ya mi hija estuviera toda podrida. Dios que es tan grande, la buscamos y fue ahí donde la encontramos al otro día”.

A partir de ese momento, la escuela fue asegurada por la fiscalía. A finales de enero de 2023 las evidencias del caso se perdieron. “Mi hija me la asesinaron y la asesinaron en esa escuela. Y que no se hagan tontos los maestros, porque uno de todos sabe lo que le pasó a mi hija”, afirma doña Flor Emilia.

A un año y tres meses del feminicidio de Paola, Flor Emilia sostiene que a su hija le truncaron la vida, pero lo grave es que hasta ahora no hay ningún detenido. El caso está en poder de la Fiscalía General de la República (FGR), que atrajo la investigación. “A mi hija ya no le dejaron hacer su vida. Eso es lo que me duele. A veces uno dice: A mí no me va a pasar esto. Ahorita lo que estoy buscando es justicia para mi hija. Quiero justicia. No pido más”.

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Estefanía salió a una fiesta y no volvió; el que la mató está libre

Tuxtla Gutiérrez.— A las 17:00 horas del 30 de octubre de 2022, Julieta Martínez Matías, de 47 años de edad, recibió una llamada de su hija Estefanía Martínez Matías, estudiante de Enfermería de 22 años de edad, para decirle que sus compañeros de la tienda donde trabajaba la habían invitado a una fiesta. Después de eso, la joven no volvió a casa.

La madrugada del 1 de noviembre, Julieta no pudo conciliar el sueño. Ella se encontraba en el municipio de Ángel Albino Corzo, al cual había ido a pasar las fiestas de Todos los Santos. A las 5 de la mañana tomó un colectivo que la llevaría a Tuxtla. Al llegar a la casa que compartía con su hija, en la colonia Real del Bosque, no había rastros de la estudiante.

Tenía fe de encontrar a Julieta con vida, por lo que decidió buscarla en prisiones y hospitales. Fue a la fiscalía pero estaba cerrada. Siguió buscando a su hija sin éxito.

Hasta el 3 de noviembre pudo poner su denuncia ante la Fiscalía Contra la Desaparición de Personas y la Cometida por Particulares por la ausencia de su hija.

El 5 de noviembre por la mañana, Julieta recibió una llamada de la fiscalía. Su corazón latía a prisa. Quería escuchar que le dijeran que su hija estaba viva. “Me dijo la fiscal que era mi hija, pues… que ya la habían encontrado sin vida. Ella no estaba reconocible. Habían pasado cinco días. Le llovió, le cayó agua y los animales se la empezaron a comer”.

El cuerpo lo hallaron en la colonia Zapata, cercano a Real del Bosque y fue llevado al Servicio Médico Forense. El 10 de noviembre el cuerpo fue inhumado entre reclamos de justicia y castigo para el feminicida.

Como parte de las indagatorias, el fiscal citó a Julieta y frente al hombre con el que había salido esa noche su hija le preguntaron si lo conocía o lo había visto con anterioridad. “Señor fiscal agarre a ese muchacho, porque es la última persona que vio con vida a mi hija. Él estaba con ella. Agárrelo y deténgalo, le dije”. Ante esto, el funcionario le comentó que no había pruebas todavía.

A Estefanía le faltaba un año para graduarse como enfermera en la Universidad Maya de Tuxtla, pero a la par de sus estudios trabajaba en una tienda de ropa.

En su declaración ante el Ministerio Público, el presunto feminicida dio tres versiones sobre la fiesta. Dijo que el evento había sido organizado por amigos de Estefanía, pero no fue así, porque se organizó por amigos, primos y sobrinos de él. Después, aseguró haber llevado a la estudiante de Enfermería a las 10 de la noche a su casa, pero tampoco ocurrió.

Dijo que Estefanía se había bajado del carro metros antes de llegar a su casa, pero tampoco fue cierto. Julieta preguntó a cada uno de los vecinos donde el presunto feminicida asegura haber dejado a Estefanía, pero ninguno escuchó ruido de automóvil. “A esa hora no entró ningún carro por la calle donde vivía con mi hija. El muchacho dio declaraciones falsas. Entonces, apunta todo a él. Él es el feminicida de mi hija”.

A un año y cinco meses del feminicidio de Estefanía, un juez liberó una orden de aprehensión contra el presunto feminicida, pero sigue libre. “Voy a hacer lo que se pueda para que agarren al culpable que asesinó a mi hija. Estoy preparada para lo que sea. Voy a seguir luchando. Que sea lo último que yo haga en esta vida, pero le voy a hacer justicia a mi hija. Es lo que haré”, sostiene.

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Ordena la Corte reabrir el caso de Karla

Tuxtla Gutiérrez.— El 4 de julio de 2018 por la noche, tres días después del proceso electoral, Karla Gómez Velasco fue asesinada violentamente en la colonia Francisco I. Madero, en el norte de Tuxtla. Después de golpearla brutalmente, el presunto feminicida la arrolló con un vehículo para simular que había sido atropellada.

Maricruz Velasco, madre de la joven estudiante de Derecho, comentó que en enero de 2018 Karla llegó a prestar su servicio social en el Congreso de Chiapas, en la oficina del diputado del PVEM, Carlos Penagos. Fue contratada en el mes de mayo por el legislador, quien buscaba ser alcalde de Tuxtla.

Al concluir el servicio social, Karla les dijo a sus padres que el diputado le había dicho que se sumara a su equipo de trabajo. Después de que sus padres dudaron en dar su aprobación, la joven empezó a trabajar con Carlos Penagos.

Durante dos meses, Karla llegó sin ningún contratiempo a la casa de sus padres, en un vehículo que conducía Marvin Eduardo Escobedo Figueroa, hombre de confianza de Penagos, hasta que el 3 de julio, después de haber entregado los enseres que tenía bajo su resguardo en la casa de campaña en la colonia Moctezuma, la invitaron a comer a La Palapa de mi Mamá, cerca de la casa de sus padres. “Ese día jamás regresó a la casa”, cuenta Maricruz Velasco.

A la comida asistió Marvin y dos mujeres más, las hermanas Laura y Adel Vázquez Coutiño. Lo que los padres de Karla saben es que, al salir del restaurante, a Karla se la llevaron a una casa ubicada en una calle privada de la colonia Francisco I. Madero, en las inmediaciones del Zoológico Manuel Álvarez del Toro.

Al caer la noche, los padres de la joven hicieron varias llamadas al teléfono de su hija, pero estaba apagado. Se les ocurrió llamar a las hermanas Vázquez Coutiño, pero daban datos falsos.

Fue hasta las 16:00 horas del 4 de julio que unos policías vecinos de la pareja comentaron que habían encontrado a una chica sin vida en una calle de la colonia Francisco I. Madero. Al mostrarles una foto de la joven, confirmaron que era Karla.

“Yo vi que mi hija estaba tirada, pero nunca me imaginé que estuviera muerta. Les pregunto: ¿Y dónde está?, pensando que me iban a decir en un hospital, pero me mencionan que estaba en el Semefo. Entonces ahí me quedé muda, ciega, no se imaginan el dolor”, explica Maricruz.

“A mi hija le dieron una arrastrada… le arrancaron el cabello. Estaba totalmente lastimada, moreteada. Le tiraron dos uñas, porque forcejó. Tenía las rodillas raspadas…”. A 30 metros de la puerta de la vivienda, Marvin arrolló a la joven con su automóvil, para simular un accidente.

Estando en el Semefo y mientras hacían los trámites para recuperar el cuerpo, supieron que estaba próximo a ser trasladado a una funeraria, con la intención de cremarlo. Hasta ahora, los padres de Karla desconocen quién había dado la orden para proceder a cremar el cuerpo de su hija.

Días después, Marvin fue detenido, pero fue acusado de accidente imprudencial y crimen pasional, lo que irritó a la familia de Karla. Buscaron otras instancias hasta que el delito fue reclasificado como homicidio doloso, por lo que fue sentenciado a 11 años de prisión.

En diciembre pasado, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ordenó reabrir el caso de Karla, para que el detenido sea juzgado por el delito de feminicidio, conforme a los criterios de perspectiva de género.

A seis años del feminicidio, la madre de Karla revela que el día que mataron a su hija, ella también murió. “Yo me morí totalmente con mi hija. Me enterré junto con mi hija. Después de que te asesinan a un hijo, una hija, ya no es lo mismo. Se te acaban las ganas de vivir. Desde que asesinaron a mi hija me quitaron el miedo y no porque me lleguen a amenazar a mi casa voy a dejar esto”.

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