Chilpancingo.- A Guadalupe Rodríguez Narciso nada ni nadie la detuvo: recorrió cerros por todo Guerrero, encabezó protestas, marchas. Se plantó en Palacio Nacional. Hizo huelga de hambre fuera de la Secretaría de Gobernación. Se reunió con decenas de funcionarios, siempre con la única exigencia: que su hijo, Josué Molina Rodríguez, apareciera.
Lo buscó en hospitales, cárceles, albergues y, hasta en fosas clandestinas. Era incansable. Lo único que la detuvo fue el Covid-19: la noche del viernes murió en el hospital general de Iguala .
Doña Lupita, como era conocida por sus amigos y allegados, luchó hasta el último momento para hallar a Josué.
Era aguerrida, en todas las protestas era imposible que no destacara, la energía que le imprimía a sus consignas, a sus reclamos calaban a cualquiera. Era la líder del Colectivo de personas desaparecidas y asesinadas de Guerrero.
La noche del 4 de junio del 2014, su nuera le avisó que durante casi todo ese día Josué no se comunicó. No llegó a comer, no respondió llamadas.
Esa tarde, una mujer citó a Josué afuera de la secundaria técnica número 30 en la colonia Alianza Popular en Chilpancingo. Minutos después llegaron hombres armados y se lo llevaron en su propio carro, como lo reportaron al número de emergencia. Pasaron por la comandancia de la Policía de Chilpancingo y, después, hasta lo obligaron sacar dinero en un cajero automático.
Todo esto lo investigó doña Lupita y lo informó a las autoridades. Incluso, identificó a la mujer que citó a su hijo, esa información también la entregó al Ministerio Público. Las autoridades de Guerrero -denunció hasta el último momento- no han investigado, tampoco buscan a su hijo.
“La desaparición de mi hijo marcó mi vida, mi fe se hizo más fuerte, más grande, se cimentó más en Dios. ¿Quién más pueda hacer el milagro de regresarme a mi hijo?: pues Dios. Las autoridades nos cerraron las puertas, las autoridades están involucradas, entonces en quien confiar más que en Dios”, dijo en entrevista para EL UNIVERSAL hace un par de años.
En 2015, doña Lupita fundó el colectivo de familiares de personas de desaparecidos en Chilpancingo. Lo hizo después de que la intentaron privar de su libertad por estar investigando la desaparición de Josué.
En ese momento se dio cuenta que no podría seguir sola, que para lograr su misión de pedir justicia tenía que reunirse con más familias, organizarse y emprender la búsqueda de sus hijos. El colectivo aglutina hasta unas 200 familias.
“Yo lo estoy dando todo, sostener un grupo de gente no es fácil, menos sin dinero. La gente necesita que se le apoye, y pues no sé como le he hecho, pero hemos ayudado a la gente, porque aquí en Guerrero se perdió la esperanza con las autoridades. Acá en Guerrero con sus autoridades se murió la esperanza”.
A doña Lupita ni la pandemia la había parado, durante este año y medio continuó buscando a su hijo y a cientos más. Las últimas búsquedas las encabezó en el parque de El Veladero, en Acapulco. A inicio de agosto hizo diligencias en la Fiscalía General de la República (FGR) en la Ciudad de México, donde muchos de sus compañeros, dicen, se pudo haber contagiado de Covid-19.
El 8 de agosto la trasladaron al hospital general de Iguala, donde finalmente murió la noche del viernes.
Su muerte, como su lucha, no pasó desapercibida, decenas de dirigentes sociales y víctimas la lamentaron. Lamentaron que ya no estará a su lado una mujer incansable.
afcl/rcr