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Chacsinkín
En Chacsinkín, al sur de Yucatán, gran partede la población, que es de 17 mil habitantes, depende por tradición del cultivo de maíz, la producción de miel y la cosecha de otros productos básicos.
Ante el riesgo de que estos cultivos contaminaran sus tierras y la miel que producen, pobladores de comunidades mayas como los Guardianes de la Semilla, así como organizaciones defensoras de los derechos humanos de los indígenas –como Grupo Indignación-, asociaciones ambientalistas y empresarios mieleros conformaron el colectivo Ma OGM.
Tanto las comunidades maya-hablantes, asociaciones y civiles y el gobierno de Yucatán (encabezado por Ivonne Ortega Pacheco) manifestaron su preocupación de que la soya transgénica contaminara la producción de miel y que el mercado Europeo, su principal consumidor, le cerrara las puertas.
La transnacional Monsanto impugnó los amparos federales que habían obtenido los pobladores de Yucatán, Campeche y Quintana Roo, por lo que el caso llegó hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).
En 2015, los ministros de la SCJN emitieron su sentencia a favor de los inconformes, porque para los permisos de siembra piloto de Senasica no se hicieron las consultas indígenas a que estaban obligadas las autoridades federales, explicó Jorge Fernández Mendiburu, abogado del grupo Indignación y del colectivo Ma OGM.
“Al respecto, Ma OGM destacó que la revocación es un reconocimiento oficial del peligro que significa liberar cualquier organismo genéticamente modificado al ambiente, es decir, que hay fallas al sistema de bioseguridad en México”, sostuvo Fernández Mendiburu, y precisó que se dieron cuenta de que esa empresa (Monsanto) estaba sembrando miles de hectáreas de transgénicos de manera ilegal.
La Corte decidirá. La autorización desde el año 2011 de la siembra de cultivos transgénicos desató una lucha judicial en la que productores y organizaciones civiles han advertido que no permitirán se cultive nada que tenga que ver con organismos genéticamente modificados, puesto que serán a la larga perjudiciales para el medio ambiente y la salud de la población.
En contraparte, autoridades federales han minimizado el daño que pudieran causar estos cultivos, al argumentar, entre otras cosas, que el consumo de transgénicos es algo “normal” entre la gente.
Los autodenominados Guardianes de las Semillas, organizaciones civiles y grupos campesinos, señalan que permitir la siembra de granos modificados genéticamente a la larga será perjudicial, por lo que seguirán en su lucha para que no se autorice ni siquiera de manera experimental.
En contraste, el delegado de la Sagarpa en Yucatán, Pablo Castro Alcocer, señaló: “Se han satanizado a los organismos genéticamente modificados, porque si bien es cierto que hay posiciones en su contra en el sector campesino en la entidad, la realidad es que todos los días los pobladores de Yucatán se alimentan de este tipo de productos”.
A fin de atender las voces que exigían medidas contra los transgénicos y proteger la producción de miel, de la cual Yucatán es líder, el gobierno de Rolando Zapata Bello emitió en 2016 el decreto 418 con el que se prohibía su siembra en la entidad, mismo que fue impugnado ante el máximo tribunal por la Presidencia de la República, que argumentó que el Ejecutivo estatal no está facultado para prohibir esos cultivos, puesto que la ley de Bioseguridad se lo otorga a la Sagarpa. Por su delicadeza, el asunto llegó a escalar hasta arribar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), que actualmente tiene en sus manos un proceso vigente sobre esta controversia.
El delegado de la Sagarpa en Yucatán, Pablo Castro Alcocer, reconoció que la actividad apícola es un estandarte de la producción yucateca, de la que dependen 20 mil familias, por lo que se tiene que seguir impulsando y buscar su industrialización, lo que implica defenderla ante posibles daños ambientales.
Recordó que Yucatán es el estado número uno a nivel nacional en exportación de miel, por lo que una solución para el conflicto transgénico sería regular la siembra de dichos organismos
No es cuestión de ciencia. “No tenemos conocimientos científicos, pero sabemos que hay riesgos y que este tipo de siembras pueden ocasionar enfermedades”, declaró Idelfonso Yah Alcocer, uno de los Guardianes de la Semilla.
El campesino maya, de 49 años, aseguró que la mayoría de los agricultores están convencidos de que “aceptar la siembra de transgénicos es permitir que a futuro la población se enferme de graves males, como
el cáncer”.
Calificó de insensible la actitud de las autoridades federales al permitir que Monsanto hiciera cultivos experimentales de transgénicos.
Al igual que muchos de sus vecinos, el hombre se dedica a la siembra desde niño, por herencia paterna es agricultor. Actualmente trabaja sus cuatro hectáreas de terreno, en donde cultiva maíz y frijol. También se encuentra al cuidado de algunas colmenas de miel.
Hombre de familia, con esposa, hijos y nietos, sostuvo que su lucha no será una pérdida de tiempo, puesto que hay mucha gente que está consiente de que dependemos de la siembra de semillas naturales y de la naturaleza en general, por lo cual están dispuestos a cuidarla y defenderla.
Tampoco está de acuerdo en el uso de agroquímicos, que lesionan al producto final y son frenos para la exportación de ciertos productos, en este caso el de la miel.
Él mismo y otros productores miembros de los Guardianes de las Semillas se han organizado para convencer a los campesinos de la región de no usar químicos; también les informan sobre los riesgos que representan los transgénicos.
Constantemente realizan juntas y reuniones con los agricultores; es piden que no se dejen engañar con el argumento de que este método de cultivo es la auténtica alternativa, cuando que en realidad es un peligro para el medio ambiente y la salud en general.