Chilpancingo, Guerrero

Guadalupe Rodríguez Narciso busca a su hijo Josué Molina Rodríguez desde hace cinco años. Lo desaparecieron. Lo busca por todos lados y de muchas formas, pero no lo encuentra. Lo que sabe lo ha investigado ella misma; la esperanza y la confianza en las autoridades de Guerrero se terminaron.

Guadalupe se hace cargo de los tres hijos de Josué y ahora encabeza un colectivo de unas 200 familias que buscan a uno de los suyos en Chilpancingo, Guerrero.

Dice que se mantiene en pie y con fuerzas por su fe en Dios.

“Yo pienso que Dios es el que me está dando la fuerza, porque con la desaparición de mi hijo a mis 60 años me volví a convertir en madre. A mis años criar a otros tres niños no es fácil. Esa fuerza no es mía, es de Dios, porque reírme con ellos, ayudarles en sus tareas, llevarlos a la escuela, ir a firmar sus boletas, a las reuniones, llevarlos al médico, esa fuerza no es mía, soy la fuerza que Dios me da”.

Después de la desaparición de su hijo, Guadalupe buscó refugio en su fe, en la religión, en la iglesia, pero se dio cuenta de que no podía quedarse cruzada de brazos esperando que su hijo regresara como en un acto de magia.

“Yo he recibido mensajes de Dios, me ha dado muchas respuestas, me ha hablado a través de otras personas, a través de la Biblia. Lo que me ha dicho Dios es que yo estoy haciendo esto porque así lo decidió y pienso que mi misión es exigir justicia, y eso estoy haciendo”.

Templanza. La noche del 4 de junio de 2014 su nuera le avisó que durante casi todo ese día Josué no se comunicó. No llegó a comer ni respondió llamadas. Guadalupe intentó quedarse tranquila. Confió en que no era grave.

Esa tarde, una mujer citó a Josué afuera de la Secundaria Técnica Número 30, en la colonia Alianza Popular, en Chilpancingo. Minutos después llegaron hombres armados y se lo llevaron en su coche, como lo reportaron al número de emergencia. Pasaron por la comandancia de la Policía de Chilpancingo y después hasta lo obligaron a sacar dinero en un cajero automático.

Todo esto lo investigó Guadalupe y lo informó a las autoridades. Incluso, identificó a la mujer que citó a su hijo, esa información también la entregó al Ministerio Público, pero las autoridades de Guerrero no han investigado ni tampoco buscan a su hijo.

“La desaparición de mi hijo marcó mi vida, mi fe se hizo más fuerte, más grande, se cimentó más en Dios. ¿Quién más puede hacer el milagro de regresarme a mi hijo? Pues Dios. Las autoridades nos cerraron las puertas, las autoridades están involucradas, entonces en quién confiar más que en Dios”, dice.

Guadalupe nunca se ha quedado paralizada: un tiempo estuvo presionando a los agentes del Ministerio Público, donde presentó la denuncia por la desaparición de Josué. Ha demandado resultados a la Fiscalía General del Estado (FGE), pese a que el fiscal, Zuriel de los Santos Barrilla, la ha ignorado. Ahora ha dejado de insistir en las autoridades locales y busca ayuda a nivel federal.

Esa obstinación, dice Guadalupe, también se la ha hecho a Dios, aunque “no todos los sacerdotes están dispuestos a celebrarnos una misa, son contados. Hay dos que sí nos ayudan: el padre Baltazar Vega y Arturo López, incluso nos han apoyado económicamente. No todos los sacerdotes se han solidarizado, casi en todas las iglesias donde pido misas para mi hijo, me cobran”.

—¿Hay diferencia entre lo que encuentra en la iglesia y con Dios?

—La falta de respuestas de las autoridades genera mucho coraje y frustración. Con Dios, con la oración encuentro tranquilidad.

Yo siempre le digo a Dios: pongo en tus manos lo que yo no puedo hacer, pero lo que pueda hacer, lo voy a hacer.

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