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Cuernavaca.— Sacerdotes que visitan a personas con Covid-19 en hospitales públicos encontraron escenarios desoladores con pacientes recuperados, pero en abandono por sus familiares por temor a posibles contagios. Otros no tienen respuesta de sus consanguíneos porque viven en otro estado y estaban de paso en Morelos cuando el virus los atrapó.
Desde junio, son siete párrocos elegidos por la Diócesis de Cuernavaca para ejecutar la Misión Centurión, y desde el primer día de visita a un nosocomio, al área Covid-19, convivieron con el dolor, la tristeza y aflicción de los pacientes.
El presbítero y vicario de la Catedral de Cuernavaca, Heriberto Jiménez Enríquez, cuenta que al llegar al hospital se percataron de al menos cinco pacientes abandonados por sus familiares.
“Cuando llegamos, lo que encontramos es abandono (...) pero cuando llegamos y les recordamos [a los pacientes] que Dios está con ellos, que la enfermedad es un tiempo de gracia, cambia su cara”, dice.
Los sacerdotes cumplen con su trabajo de apostolado en las clínicas del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) de Cuernavaca y Zacatepec, donde acompañan en oración a los enfermos.
Jiménez Enríquez refirió que las oraciones se realizan los miércoles de cada semana y están encomendadas a San José, como el encargado de resolver las causas difíciles.“Conforme escuchamos su sentir, a veces de abandono, vemos la manifestación de Dios porque ellos recuerdan eso, que Dios no los abandona”, expresó.
El vicario contó que durante sus visitas observó una situación complicada por la enfermedad, pero por otro lado, la pandemia dio la oportunidad de pensar en el prójimo, y en algunos pacientes encontró corazones nobles que, lejos de pedir por su salud, pedían por su familia.
El sacerdote participó en esta actividad porque mientras reflexionaba sobre su vida, después de su cumpleaños, pensó que había cosas que ajustar. Afirma que fue un llamado del Señor, quien lo cubrió con su amor para no ser contagiado.
Al ingresar a los hospitales, recuerda que sintió un poco de temor, porque terceras personas le decían que la enfermedad es un tema político, pero dentro del hospital empezó a reflexionar y dijo: “Si Dios quisiera llamarme ya me podría ir”, y mientras caminaba rumbo al primer paciente repetía: “Señor, soy tuyo”.