Iguala.— Esta ciudad está viviendo la pandemia Covid-19 al límite. Los estragos del virus se notan en sus calles: las filas en los establecimientos de venta de oxígeno son más largas; los llamados de emergencia se volvieron constantes; afuera de los hospitales se arremolinan decenas por el informe médico; las camas Covid se ocupan más rápido y los médicos y enfermeras están agotados.
Sin embargo, la ciudad sigue con su movimiento habitual: el mercado atiborrado, el tránsito denso, el transporte público desordenado y el comercio muy activo, como si nada pasara.
Iguala está sumergida en su segunda crisis de contagios de Covid-19. La primera la vivieron en mayo, con un brote en la tienda de abarrotes El Zorro y el mercado central. Esa vez, la cadena de contagios estaba focalizada. Esta vez, no.
“No hay una colonia que no tenga algún infectado”, asegura el director de Salud de Iguala, Federico Ortiz, mientras muestra un mapa todo pintando.
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En el Hospital General Jorge Soberón Acevedo, dentro de un toldo, están más de 20 personas esperando informes. Ahí está Jelevi Brito Bahena junto con su padre, un adulto mayor. Llevan seis días esperando a que su madre supere la enfermedad.
Duermen sobre cartones y van al baño donde pueden, pero lo peor es la incertidumbre, pues la información sobre el estado de su madre se reduce a una palabra sin detalles: “grave”.
Jelevi Brito y su padre vienen de la comunidad de Zacapoxtepec, en la sierra de Apaxtla, a unas dos horas de Iguala. Trajeron a su madre porque comenzó a faltarle la respiración. El 28 de diciembre comenzó con gripe, tos, fiebre y dolor de cabeza. La llevaron al centro de salud del pueblo. Le recetaron analgésicos: no hubo mejoras y comenzaron las complicaciones.
Desde entonces no la ven y tampoco dejan de gastar. Los primeros tres días, explica Jelevi, desembolsaron unos 3 mil pesos sólo en medicamentos, y todos los días le piden comprar ácido ascórbico, por el desabasto que hay en el hospital.
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El frente de batalla
Con el inicio del año, comenzaron a llegar a la Unidad Covid de cuatro a cinco pacientes al día, cuando hace cuatro meses ingresaban tres por semana.
A esta demanda, asegura el director de Salud de Iguala, Federico Ortiz, se agregaron dos cosas que complicaron más el funcionamiento de la Unidad Covid: uno, se quedaron sin 12 médicos y enfermeras; unos renunciaron, otros se fueron de vacaciones y unos más de incapacidad porque se contagiaron.
La Unidad tuvo que bajar su capacidad de 18 camas a 10, aunque ya las retomaron con el apoyo de la Secretaría de Salud estatal.
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Muchos de los contagiados prefieren resistir los efectos del virus en sus casas, y eso también se ve en las calles.
A las cuatro de la tarde, en uno de los tres establecimientos de venta de oxígeno medicinal, la fila se va alargando. En menos de 10 minutos, se formaron unas 15 personas tratando de llenar un tanque.
En la fila están dos jóvenes de la comunidad de Santa Teresa, buscando rellenar dos tanques para su abuela que tiene complicaciones respiratorias desde hace 15 días, a quien decidieron no internar en un hospital por el temor de no volverla a ver.
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El establecimiento sólo les despachó un tanque; les dijeron que comenzaron a racionalizarlo para que alcance para todos los que soliciten el servicio.
Sin embargo, para ellos es indispensable tener los dos tanques por la distancia que tienen que recorrer y porque, en caso de requerirlo en la noche, tendrían que pagar un taxi especial. Por ahora pagaron 2 mil pesos por un tanque grande.