Culiacán.— Dicen los culiacanenses que cuando se oculta el sol, empiezan a despertar los demonios de la violencia que, en seis meses, han ocasionado el cierre de más de 300 negocios ubicados en el centro de ese municipio.
Las disputas entre La Chapiza y La Mayiza, facciones del Cártel de Sinaloa, han provocado el cierre de bares, cines, antros, casinos y otros lugares de esparcimiento.
El encierro que se autoimpusieron los propios habitantes de Culiacán, para evitar ser blanco de alguna agresión que acabe con su vida, ha provocado la quiebra de muchos y diversos establecimientos.

De acuerdo con organizaciones empresariales locales, la violencia en Culiacán en estos seis meses ha generado una pérdida diaria de más de 400 millones de pesos.
“Cuando se mete el sol comienzan a salir los demonios, porque empiezan a caer los reportes de balaceras, el incendio de locales, de autos abandonados, y la única precaución que nos queda es refugiarnos en nuestras casas”, dice Carlos, un estudiante de la Universidad Autónoma de Sinaloa.
“Hay tantos muertos, tantos desaparecidos que ni siquiera se puede celebrar y aunque queramos no se puede porque no hay dónde. No hay negocios abiertos, no hay fiestas, no hay bodas, no se celebra nada en Culiacán porque estamos de luto. Es una ciudad muerta”, dice el joven, quien cursa la carrera de Leyes.
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A partir de las 7 de la noche las calles comienzan a vaciarse. Todo mundo se mete a sus casas y ya no salen más que a sus trabajos la mañana siguiente.
En el día es común ver convoyes con elementos del Ejército, la Policía Estatal y Municipal y la Guardia Nacional recorriendo las calles.
Los niños, adolescentes y jóvenes se entretienen con reuniones en casa de los amigos, ya sea para ver películas, para jugar o escuchar música. Pero ya no salen.
En los cuatro días que EL UNIVERSAL estuvo en ese municipio sólo halló un pequeño antro abierto que cierra sus puertas a más tardar a las 11 de la noche. Antes de septiembre del año pasado, era restaurante pero para evitar el cierre, se convirtió en un lugar para bailar con música guapachosa en vivo.
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Y es que al menos unos 10 antros de la localidad tuvieron que cerrar definitivamente ante la escasez de clientes, como El Casanova, El Grito y La Consentida.
“De algo tenemos que comer. Nosotros los culiacanenses tenemos que ponernos las pilas para que se reactive la economía o nos carga a todos la fregada. Eso sí, tenemos que ser responsables con el tiempo y evitar que la gente salga a deshoras”, dice Francisco, gerente de ese local.
En el Culiacán de hoy se acabaron las camionetas y autos de lujo circulando por las principales avenidas con la música de banda y los corridos a todo volumen.
Carlos comenta que esta “guerra” inició de manera muy silenciosa desde el 25 de julio, en el momento en que Ismael El Mayo Zambada fue secuestrado y llevado ante las autoridades estadounidenses.
“Los daños colaterales son muchos. Menores, padres y madres de familia, personas que estaban en su casa haciendo quehaceres, han sido asesinados por balas perdidas, ráfagas perdidas de algún enfrentamiento. Tenemos miedo de que nos toque un enfrentamiento, una balacera… o una explosión”, menciona el joven estudiante.
En el centro comercial Lorena, se encuentra un complejo con 13 salas de cine que también luce desolado.
Comenta Giovanna, una joven trabajadora de este sitio, que cuando bien les va, acuden en promedio 200 personas al día.
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“Es triste ver cómo [la violencia] ha acabado con muchos negocios, y los cines no se han quedado atrás. El aforo de una sala es de 100 personas, pero en ocasiones sólo entran 15, la mayoría personas maduras. Ya casi no vienen jóvenes o niños”, explica.
Asegura que ha habido días en los que sólo cinco personas entran a una sala a ver una película.
“Antes, a partir del jueves, ya había asistentes y las salas se atiborraban, pero ahora es contada la gente que se atreve a venir al cine por miedo a ser sorprendidos por un enfrentamiento”, indica Giovanna.
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Un poco de alegría
Es domingo. Sólo los parques al aire libre se encuentran con gente, como el Parque de las Riberas, donde se encuentra Irene, de 53 años, acompañada de sus nietos. Cuenta que es la primera vez que sale a un lugar público tras varios meses de encierro en su casa.
“Tengo ya como cinco o seis meses que no salía de mi casa. Mis hijas me invitaron aquí con mis nietos y accedí a salir. Tenemos muchos meses que no tenemos la libertad de salir a las calles, a un parque, a un centro comercial, a un restaurante, porque ahorita ya nada es seguro aquí en Culiacán”, refiere.
Considera que la situación que enfrenta Culiacán es “triste, de mucha impotencia. Se siente uno impotente porque uno no puede hacer nada. Ha habido marchas y nomás no hacen nada”.
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En ese mismo parque se encuentra Selene, una youtubera que se dedica al entretenimiento infantil en esa plataforma, para maquillar a niños y niñas y así darles un momento de alegría.
“La situación ha estado difícil, y nosotros estamos aquí para brindar alegría a los niños y las familias también. Quiero despertar esas sonrisas que hacen falta en los niños por la situación que estamos pasando todos los culichis”, dice.
Los que “tiran la toalla”
Un mesero del restaurante Los Arcos, uno de los más tradicionales de la ciudad, comenta que cuando El Mayo estaba libre la ciudad era más tranquila y segura, porque mantenía a raya a la delincuencia.
“Esperamos que lo extraditen a México, para ver si así termina la violencia en Culiacán, porque ya nadie está seguro”, dice el hombre, luego de comentar que es la gente de Los Chapitos la que tiene los índices de violencia hasta las nubes.
“Aquí es bien sabido que [El Mayo] en El Dorado y en El Salado hizo mucho por la gente. Mandó construir casas para quien necesitara, pavimentó calles y construyó escuelas. Hizo más que el gobierno”, asegura.
En La Lagartona, uno de los pocos bares que se encuentran abiertos y que cierra a las 10 de la noche, trabaja Juan, quien expresa que los propietarios de este establecimiento están a punto de tirar la toalla porque no alcanza para pagar la nómina de cinco empleados.
“Ha habido días en los que el dueño habla de cerrar el bar que apenas tiene un año de que fue abierto. Estamos viendo que muchos negocios más han comenzado a tirar la toalla, incluso negocios que ya tenían años en el mercado y que tienen marca en la sociedad”, comenta.
Dice que ya llevan varios días que reciben llamadas para extorsionarlos. Les piden dinero para mantener a salvo el local.
“La situación sí es mucho más grave de lo que se puede decir por fuera. En este momento nadie está seguro de un asalto, de una extorsión, del cobro de piso, que te roben el carro, de un secuestro exprés y de que te alcance una bala producto de un fuego cruzado”.
Juan dice sentir “mucha impotencia, ganas de que ya se acabe esto. Pues es una desesperación de que ya se resuelva como sea. Qué Otis ni qué nada en Acapulco. No, esto es algo más grande y más grave”.