Teuchitlán, Jal.— El silencio se impone alrededor del rancho Izaguirre. La mañana es cálida y prácticamente no hay nubes en el cielo, el Sol escala hacia el zenit. El fuego de la zafra ha dejado su marca negra en la mayoría de las parcelas que rodean al que se ha convertido en el epicentro de la maldad. La caña en este lugar se cosecha a mano, y de la tierra quemada han brotado de nuevo las hojas que anuncian los nuevos tallos.
Sólo el trinar de algunas aves, el zumbido de un abejorro o alguna tuza mordisqueando raíces interrumpen tímidamente el silencio que reina en ese punto del valle, pero el silencio perturba al recordar algunos de los testimonios que se han revelado sobre lo que ocurría dentro de aquel rancho, cuyas cuatro largas paredes son las únicas que se avistan a la redonda, como si se empeñaran en impedir que la historia de terror que contienen se desborde.
Cintas amarillas de plástico atajan el paso de quien recorre los dos caminos polvosos que conducen al portón negro del rancho, custodiado por tres policías que procuran la sombra que proyecta la barda colorada del frente.
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De pronto, la tenue música de un corrido se eleva desde el teléfono que lleva en el bolsillo un joven que junto con otros dos se alistan para esparcir un fertilizante sobre las pequeñas plantas que crecen formadas en una de las parcelas aledañas al rancho; gorras y sombrero los protegen del sol, han cargado con el líquido sus mochilas aspersoras y comienzan a recorrer los surcos subiendo y bajando rítmicamente una palanca con la mano derecha y sosteniendo el aplicador con la izquierda.
Los tres responden el saludo amablemente, pero aceleran el paso cuando les preguntan sobre el rancho vecino: “no sabemos, es que no somos de aquí, sólo venimos a trabajar”, responde uno antes de volver a clavar la mirada en la tierra y seguir con la faena.
Pasan las 10 de la mañana y el horizonte libre de obstáculos hace que desde este punto sea fácil observar si alguien se acerca por alguno de los cuatro costados. Por el camino que llega desde la carretera el polvo avisa que se aproxima uno de los laboratorios móviles del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses para continuar con las labores de búsqueda que iniciaron el pasado 5 de marzo, cuando el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco reveló que el sitio era en realidad un campo de entrenamiento y exterminio del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG).
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Todo se vuelve a quedar en silencio, es difícil imaginar que en medio de esta calma nadie escuchara el grito de alguien sometido a torturas o los rumores del esfuerzo físico de varias personas sometidas a un programa de entrenamiento para combatir.
El viento corre un poco y a lo lejos se levantan pequeñas plumas de incendios controlados en algunas parcelas: ¿Es posible que el humo de los tres hornos crematorios localizados hasta ahora en el rancho se confundiera con esos fuegos agrícolas? El silencio, otra vez, no trae respuesta.
Por el camino que llega desde el poblado La Estanzuela, un tropel de camionetas levanta una densa nube de polvo, son elementos de la Fiscalía de Jalisco que se integran a los trabajos en el terreno; durante la siguiente hora entran y salen vehículos del municipio, del estado y, posiblemente, de la federación que, según el gobernador Pablo Lemus, atraerá las investigaciones.
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Es casi el mediodía y los trabajadores de la parcela contigua recogen sus herramientas para retirarse en silencio por el camino que lleva al pueblo. Cuando el sonido de la moto se desvanece, es posible escuchar el leve ronquido de un tractor que ara la tierra de un predio lejano.
En La Estanzuela el sol ya cae a plomo y en las calles hay poca gente, el párroco no está, pero se ha encargado de difundir un mensaje en redes sociales: “Este Teuchitlán que amamos, de repente se mira ensombrecido por esta terrible experiencia de dolor, de muerte, de destrucción; desde esos primeros días hemos querido invitarles a no ser insensibles al dolor de quien sufre, porque creo que son más los hijos de esta tierra que quieren ser buenos, que quieren ser luz, que quieren ser esperanza”.
La parroquia de Teuchitlán convocó a todos los colectivos de búsqueda del estado y el país a una jornada de oración el próximo domingo, la cual culminará con una marcha hasta el rancho Izaguirre, donde se colocarán velas para ofrendar una luz a quienes ahí murieron.