Cuernavaca.— Dos días después del sismo del 19 de septiembre de 2017, las familias de damnificados velaban a sus muertos, otros buscaban rescatar artículos domésticos, y los más, lloraban la pérdida de su patrimonio; sus hogares estaban devastados.
En la cabecera municipal de Jojutla, en el sur de Morelos, el movimiento telúrico enlutó hogares y desapareció manzanas enteras con casas-habitación.
Ese escenario encontró José Luis Hernández Bañuelos, arquitecto de profesión, cuando visitó la “zona cero” de Jojutla, y a partir de ese momento se comprometió a ayudar a los damnificados con el proyecto arquitectónico, hidráulico, sanitario y eléctrico para las nuevas casas y, en algunos casos, hasta la donación de muebles para baños y cocinas, dice Rocío Caspeta Tinoco, una de las 40 damnificadas que recibió apoyo del catedrático de la Universidad Anáhuac.
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Para lograr su objetivo, el arquitecto convocó a sus alumnos de noveno y décimo semestre para elaborar los proyectos. Varios acudieron y acompañaron a su maestro.
Mediante donaciones lograron juntar dinero para la compra de materiales, pero no fue suficiente. Entonces, el arquitecto pidió a las familias damnificadas elegir escombros de sus casas siniestradas para ser pintadas por artistas de renombre y después subastar las piezas.
El recuerdo de la tragedia
El alcalde de Jojutla, Juan Ángel Flores, señala que durante su primer trienio (2019-2021) encontró un padrón del extinto Fondo de Desastres Naturales (Fonden) que registraba 2 mil 900 casas siniestradas por el sismo, cuyos efectos fueron más severos en la zona centro del municipio, aunque el epicentro se localizó en Axochiapan, una demarcación situada en los límites con el estado de Puebla.
Para levantar al Jojutla derruido de 2017, varias organizaciones, fundaciones y grupos altruistas acudieron al auxilio, pero resaltó la participación del arquitecto José Luis Hernández Bañuelos.
A seis años de distancia, la cabecera municipal tiene otro rostro. Sus calles, casas, edificios y comercios lucen diferente, libres de cicatrices y cuarteaduras. Los sobrevivientes de la zona cero asentados en la colonia Emiliano Zapata destacan las muestras de la solidaridad entre damnificados, la ayuda de las fundaciones, pero en especial la del arquitecto Hernández Bañuelos.
Los testimonios de Griselda Contreras Hernández y Rocío Caspeta Tinoco, damnificadas por el sismo, confirman el altruismo del arquitecto, y recuerdan que desde el primer momento prometió que haría lo posible por ayudar, y cumplió.
Junto con sus alumnos diseñó las casas y después pidió ayuda a través de sus redes sociales, y obtuvo donaciones para comprar materiales de construcción, mientras que los damnificados pusieron o contrataron la mano de obra.
Cada diseño de casa, dicen Griselda y Rocío, respondió a las necesidades de las familias.
Ambas recuerdan al arquitecto preocupado porque se había acabado el dinero para los materiales, pero de inmediato se le ocurrió pedir a las familias buscar entre los escombros de sus casas destruidas por el sismo, piezas donde un artista pudiera plasmar su arte.
Las familias seleccionaron pedazos de muros, techos y rocas para entregar a José Luis, quien pidió apoyo a un grupo de artistas.
Las rocas intervenidas se subastaron, y eso permitió conseguir dinero para terminar el proyecto.
Al final se levantaron 40 casas de las calles Francisco I. Madero, Emiliano Zapata, 10 de abril y de la avenida 18 de Marzo.
“El arquitecto es una persona increíble porque nos ayudó sin conocernos, sin ningún interés. Recuerdo que antes de que llegara el material para comenzar la construcción de las casas, vino con sus hijas y nos trajo ropa, juguetes, comida. Nos contó que sus hijas juntaron los juguetes en su escuela”, recuerda Rocío Caspeta.
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El esfuerzo
El apoyo del arquitecto Hernández Bañuelos en Jojutla no fue el primero. Hace 15 años ayudó a personas en la mixteca alta, en Oaxaca, afectadas por un huracán; esa experiencia la aplicó en Morelos, en colaboración con la fundación Érase una vez un hogar.
“No cobramos nada, ni ellos ni nosotros ni los alumnos. Nunca fue asistencialista, sólo fue sumar esfuerzos. Nosotros poníamos los materiales y las personas ponían la mano de obra. ‘Érase una vez…’ realizó la compra de materiales en Jojutla para ayudar a la economía local. Los costos de las casas fueron de unos 2 mil 500 pesos por metro cuadrado”, explica el arquitecto.
Al final construyeron 5 mil 600 metros cuadrados.
Recuerda que recibió ayuda de muchos lados, incluso de mexicanos en Estados Unidos que enviaban desde 10 dólares. Una estación radiofónica, Radio Mojarra, se organizó y compró 90 toneladas de varilla con las cuales hicieron cimentaciones y lozas de cimentación.
En medio de la desgracia, José Luis recuerda que muchas de las familias damnificadas recibieron alguna tarjeta para recibir recursos, pero era un fraude, en otras ocasiones llegaban personas, pedían sus tarjetas y los defraudaron.
Arte de los escombros
Más allá de la ayuda a los damnificados y la reconstrucción de sus casas, esta experiencia dejó arte.
Por una parte, las 90 piedras de escombros que fueron intervenidas por los amigos artistas de José Luis Hernández, muchos de ellos de Oaxaca.
Juntaron 90 piedras y las mismas fueron pintadas por artistas para subastarlas y, con los recursos obtenidos, terminar el proyecto de construcción. Tardaron dos años en venderlas. 45 de las 90 se subastaron y el resto las compró el alcalde Juan Ángel Flores.
Actualmente, 35 de esas piezas se encuentran exhibidas en el vestíbulo del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), con la historia de Jojutla.
Por otra parte, surgió el proyecto del Ave Fénix. José Luis recuerda cuando el edil Juan Ángel Flores lo buscó para un nuevo proyecto.
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“Tú entiendes que el arte te acerca a otra visión. Quiero dejar algo, no sé qué quiero, lo único que se me ocurre es algo como el Ave Fénix, que signifique resurgir”, le dijo.
Decidió apoyar mediante una convocatoria para elegir al mejor proyecto. Al final, la obra tuvo un costo de 3 millones de pesos con una cimentación segura.
“Yo no cobré nada. Se pagaron honorarios a los escultores y se logró una obra de 12 metros de altura. Nunca fue un tema político, sólo recordarnos que se puede renacer y resurgir”, asegura el arquitecto.