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Aldea Nicá, Guatemala.— Los cuerpos de cinco de los migrantes guatemaltecos que fallecieron el pasado jueves en un accidente automovilístico en el tramo de la carretera Tuxtla Gutiérrez-Chicoasén, en Chiapas, llegaron la mañana de ayer a este poblado.
Una camioneta color plata, con placas de Guatemala, entró a esta comunidad a las 8:00 de la mañana con cinco ataudes en color azul, gris y café. Dentro estaban los restos de Félix Jeremías Cash López, de 17 años de edad; Óscar Mazariego López, de 29 años; Yesenia Magdalena Pérez, de 17 años; Delfino Cash Gómez, de 18 años, y Nanci Ramos, de 17 años.
Se esperaba que en las próximas horas llegaran los restos de Ezequiel Aldair Cash Fernández, de 18 años.
Las familias tuvieron que solicitar préstamos con intereses muy altos para pagar el traslado de sus familiares, porque no fueron apoyados con el Fondo de Asistencia para el Guatemalteco Migrante en Situación de Vulnerabilidad y Fallecidos en el Exterior.
Justo una semana después de que los padres despidieron a sus hijos, quienes emprendían el camino hacia Estados Unidos en busca del sueño americano, los jóvenes volvieron en un ataúd.
“Mijo, no te vayas, aunque sea yerbita comemos”. Loremi Magnolia Marroquín López recuerda que suplicó a su hijo Félix Jeremías Cash López que no se fuera.
El joven, que el 20 de marzo alcanzaría la mayoría de edad, había terminado el bachillerato con especialidad en técnico automotriz en el Instituto Nacional de Educación Básica, en la ciudad de Malacatán, pero no había logrado un empleo.
“Mijo no te vayas, aunque sea yerbita vamos a comer acá”, le dijo su madre. “No, mamá, ustedes ya me dieron mucho, ahora tengo que devolverles algo de lo que me ayudaron”, le respondió el joven, recuerda Loremi.
“Mi hijo había luchado por conseguir trabajo, pero no lo logró, por eso decidió viajar a Atlanta, Georgia, con mi hijo Galdi Gabriel”, relató su padre, Catarino Cash Gómez.
Refirió que el anhelo de su hijo era llegar a Estados Unidos para trabajar y ayudarles a mejorar su situación económica.
“Aquí no hay oportunidad para los jóvenes, muchos a los 12 años empiezan a emigrar a México o Estados Unidos”, dijo uno de los pobladores.
Para recibir el féretro, la vivienda de la familia Cash Marroquín estaba abarrotada de vecinos y alumnos de la telesecundaria donde Félix estudió.
Encima del ataúd de madera colocaron una camisa del uniforme de la escuela, con una foto suya.
“Éramos sus consentidas, nos cuidaba cuando salíamos con él”, lamentó su hermana.
En este pueblo de origen Man, habitado por unas 15 mil personas, hay varias viviendas construidas de adobe abandonadas, al igual que casas grandes de concreto, cuyos dueños ahora viven en Estados Unidos.
“Van buscando una vida mejor, acá ven la pobreza de sus padres y mejor se van, dejan a las madres tristes, yo por eso no dejo a mis hijos que se vayan, pero sé que no siempre los podré retener”, señaló doña Marcelina, quien tiene tres hijos.
Mientras tanto, un vehículo con un altavoz, que recorría las calles del pueblo, iba anunciando que el cortejo fúnebre para despedir a los jóvenes sería a las 14:00 horas.