Guadalajara.— Aquella noche cortaron la luz en toda la colonia Tigre II y comenzó a escucharse el sonido de las motosierras; era mayo de 2005 y trabajadores del ayuntamiento de en una zona del Bosque El Nixticuil para abrir espacio a las casas en las que pretendían reubicar por la fuerza a los habitantes desalojados de Nextipac, donde un año antes se abrió una grieta de 25 kilómetros de largo, seis metros de ancho y hasta 12 metros de profundidad.

Los vecinos de Tigre II se dieron cuenta de que la ciudad se les estaba echando encima, así que decidieron organizarse y conformaron el Comité Salvabosque para detener esa urbanización que ya había derribado 300 árboles; desde entonces les quedaron claras dos cosas: vendrían más proyectos inmobiliarios amenazando al bosque, y las autoridades municipales serían el principal obstáculo para la defensa del territorio.

Desde la entrada al Nixticuil, localizado al norte de Zapopan, se puede ver el valle de Tesistán, un corredor natural que conectaba con el volcán sobre el que se extendió el Bosque La Primavera, pero hoy el valle está urbanizado y es otro de los brazos de concreto de una ciudad amorfa.

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“En el balance que hacemos de estos 20 años hemos visto que el paisaje ha cambiado un montón, nos ha tocado ver cómo avanza la ciudad totalmente sobre el bosque y eso implica otras cosas, como que no tenemos agua durante semanas, algo que no ocurría antes. Se están llevando el agua, pero también está el tráfico, los vehículos; antes no había tráfico acá, y ahora pues prácticamente todo el tiempo es hora pico entre semana, son filas y filas de gente que quiere llegar al otro lado del bosque, donde están construyendo el megaproyecto Capital Norte”, señala Adrián Hipólito, integrante del comité.

Capital Norte es un desarrollo inmobiliario que construye la empresa Tierra y Armonía, propiedad de José Errejón Hernández y Beatriz Eugenia Alfaro, familiares del exgobernador de Jalisco Enrique Alfaro Ramírez. El proyecto abarca aproximadamente 800 hectáreas que incluyen zonas boscosas y arroyos, y según el plan maestro publicado en su portal web, incluye 20 condominios con departamentos, casas y lotes, dos plazas comerciales parque lineal, parque con lago, escuela y un hospital.

“Ahora que hicimos un recuento estábamos tanteando que hemos peleado contra más de 40 proyectos inmobiliarios y del municipio, y detrás de esos 40 proyectos hay muchísimos más empresarios, podríamos hablar de un centenar de empresarios y ves que somos en realidad pocos frente a esa fuerza del dinero que tienen ellos, todo el poder que tienen las inmobiliarias que están gobernando en realidad las ciudades y están pues decidiendo qué desaparecer y dónde poner las casas”, dice Sofía Herrera, otra de las integrantes del comité.

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No es sólo cuidar el bosque

A lo largo de estas dos décadas muchas personas han entrado y salido del comité; Sofía recuerda que al principio participaba prácticamente toda la gente del barrio, pero en un intento por disolver esa resistencia, el ayuntamiento de Zapopan comenzó a ofrecer trabajos y a repartir dinero entre los habitantes de la zona, condicionando así su labor en el comité y muchos se fueron.

Además, involucrarse de lleno con la preservación del bosque implica mucho trabajo: desde el combate de incendios (muchos de ellos provocados) hasta la reproducción de plantas y árboles propios del bosque en el vivero comunitario para las reforestaciones.

Han sido lustros de aprender botánica básica, técnicas de reforestación, manejo de incendios y, sobre todo, organización comunitaria para poder conseguir de forma autogestiva todo lo necesario para hacerlo y subsistir.

Para celebrar el 20 aniversario del comité, se convocó una serie de eventos, que incluyen talleres, reforestaciones y una muestra fotográfica y gráfica. Foto: Raúl Torres / EL UNIVERSAL
Para celebrar el 20 aniversario del comité, se convocó una serie de eventos, que incluyen talleres, reforestaciones y una muestra fotográfica y gráfica. Foto: Raúl Torres / EL UNIVERSAL

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“Ha implicado un montón de trabajo colectivo, aprender a articularnos con más gente, aprender a hacer comunidad, a tomar acuerdos, cosas que parecen tan básicas, pero son muy complejas de lograr; pero también hay mucho aprendizaje de todo lo que conlleva el cuidado del bosque, porque cuando empezamos no sabíamos ni distinguir un roble de un guamúchil, y tuvimos que aprender cosas técnicas para poder acercarnos al bosque de una manera no intrusiva. Tuvimos que aprender a organizarnos desde otras perspectivas, lo más horizontales posibles para no repetir las lógicas del capitalismo aquí porque es justo contra lo que estamos peleando”, afirma Sofía.

20 años y los que faltan

Los Nixticuiles, como también se les conoce a los integrantes del comité, se han convertido en uno de esos polos de resistencia dislocada que hay en muchos lugares y han sabido resonar con otros para ganar algunas batallas, como en 2007, cuando lograron que una parte del Bosque El Nixticuil-San Esteban-El Diente (Bensedi) fuera decretada como área de protección hidrológica.

Hay versiones que afirman que alguna vez el bosque primario al que pertenecieron El Nixticuil junto con San Esteban y El Diente abarcó unas 27 mil hectáreas, de las cuales hoy sólo existen oficialmente mil 860, y de ellas sólo mil 591 fueron reconocidas dentro del área de protección.

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“En estos años se han perdido alrededor de 500 hectáreas que ya están urbanizadas y en otras 400 ya hay cambio de uso de suelo, pero no las han devastado; creemos que en 2005 el bosque tenía 3 mil hectáreas y de esas, con la lucha de los barrios, logramos que mil 591 se decretaran como área de protección hidrológica en 2007, pero quedaron otras mil 500 fuera del decreto de protección y ya se han destruido casi la mitad”, refiere Adrián.

Los integrantes del comité son críticos con este tipo de decretos de protección, pero por ahora ha sido un instrumento que les ha permitido defender el bosque y por ello buscan que se incluyan las hectáreas no devastadas que quedaron fuera.

“Es un proyecto del colectivo la ampliación del área protegida, aunque sabemos que es una forma de ordenamiento territorial del capital, pues nos ha servido para, de una u otra forma, defender el territorio porque es un área protegida como pocas en el país, que se ha defendido desde abajo y no ha sido impuesta por el gobierno o por el Estado mexicano”, sostiene Adrián.

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Para celebrar su 20 aniversario, el comité ha convocado a una serie de eventos, que incluyen un foro de discusión, talleres, reforestaciones, una muestra fotográfica y otra gráfica; la respuesta les ha mostrado que al igual que un bosque, lo que han sembrado crece despacio, pero se expande.

“Nuestra esperanza es que otros quieran continuar con la pelea porque esto va para largo, no se le ve fin porque la ciudad crece y crece, y esos capitalistas parecen insaciables, no parece que vayan a detenerse en algún momento y entonces habrá que sembrar esa semilla en otros más jóvenes porque nosotros no vamos a poder estar eternamente, aunque quisiéramos”, concluye Sofía.

Involucrarse con la preservación del bosque implica mucho trabajo, desde el combate de incendios hasta la reproducción de plantas y árboles propios del lugar en el vivero comunitario para las reforestaciones. Foto: Especial
Involucrarse con la preservación del bosque implica mucho trabajo, desde el combate de incendios hasta la reproducción de plantas y árboles propios del lugar en el vivero comunitario para las reforestaciones. Foto: Especial
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