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El arte se lleva en las venas, pero también en las raíces. Así lo tiene claro el pintor chol Darwin Cruz Cruz. Según recuerda, un corrector líquido tirado en la casa de sus padres y unos frascos de pintura escolar, fueron las primeras herramientas improvisadas que utilizó para crear sus obras.
Aquel material, dice, fue suficiente para calmar su inquietud y comenzar a crear sus propias técnicas, que le permitieron representar en papel su cultura.
En marco del día Internacional de los Pueblos Originarios, que se celebró el pasado nueve de agosto, Darwin Cruz explica a sus 28 años que en su natal Sabanilla, un municipio de Chiapas caracterizado por la pobreza y marginación, las condiciones le imposibilitaron el poder acceder a talleres de pintura.
En aquellos años, el poblado se encontraba a una hora de camino a pie para poder llegar a la ciudad y tomar clases de su recién descubierta pasión. Así que tuvo que empezar a improvisar.
Foto: Cortesía
“Creo que todos nacemos con talentos. Y de acuerdo con el paso de los años, el disfrute y la pasión se van descubriendo. En mi formación básica, los maestros se dieron cuenta que tenía la habilidad para el dibujo, me encargaban posters para decorar las aulas en días festivos”, recuerda el artista.
Darwin creció orgulloso de su etnia Chol, ubicada en la selva del norte de Chiapas. Su lengua materna es Maya Chol, tiene una fascinación por trazar los problemas, el coraje, la vestimenta y las historias de sus raíces. Al igual que él, en el país son decenas de artistas plásticos los que a través de la pintura muestran fracciones de las ricas cosmovisiones de los pueblos indígenas.
En este contexto, Janet Cerqueda, licenciada mazateca en Gestión Cultural, con raíces en la región Cañada de Oaxaca, explica que estas formas de expresión artística tienen dos funciones fundamentales, relacionadas sobre todo con la desterritorialización.
“La pintura en los pueblos originarios es muy importante, porque genera memoria individual y colectiva. Mientras el pintor plasma su visión de la realidad, ésta se encuentra llena de los elementos con los que creció, las tradiciones y cosmovisión de su cultura”, señala.
Foto: Cortesía
Reconocimiento mundial
Ya con una carrera consolidada, Darwin Cruz recuerda que durante sus años en la preparatoria representó a su estado en un concurso a nivel nacional. Con el paso de los años la improvisación y el ingenio con los que comenzó a pintar, se han convertido en exposiciones que llegaron hasta el Senado de la República o el Festival Madonnari en San Cristóbal de las Casas.
“Mi producción siempre se inspira en el sentimiento de amor y orgullo que siento hacia mi comunidad, mis padres, mis abuelos, nuestras creencias, nuestras tradiciones. La nostalgia me invade al ver a mi gente en las circunstancias en que viven, me siento impotente de no poder cambiar la situación. Mi manera de visibilizarlos es mediante el arte”, dice.
Foto: Cortesía
En este sentido Janet Cerqueda explica otro de los valores, que por las condiciones del mundo actual, adquieren las piezas realizadas por artistas indígenas.
“En un mundo globalizado como este, las piezas con autor y técnica entran del universo de lo que se reconoce como arte. Al tener un nombre por delante dejan de ser obras colectivas, como las artesanías”.
Sin embargo, a pesar de sus logros, Darwin sabe que en México el arte no es una primera necesidad. Dice que vivir la pintura como persona indígena es un reto que requiere de posibilidades, un reto que para muchos surge de un corrector tirado en el suelo.