Tlaxcala.— En una cazuela de barro elaborada por Abdías Solano caben hasta 40 kilos de mole. El alfarero, originario de La Trinidad Tenexyecac, en el estado de Tlaxcala, tiene decenas de piezas de diferentes tamaños preparadas para quemar. En el proceso, que se realiza dos veces, debe unir esfuerzos con su esposa Luisa Juárez e hijos por lo extenuante de las jornadas; juntos se encargan de cargar su horno tradicional y alimentarlo con leña durante un periodo de entre ocho y 12 horas continuas, soportando las altas temperaturas y el humo que oscurece su taller familiar.
Así lo han hecho desde hace 150 años todos los artesanos de esta comunidad, quienes tienen mermas en cada horneada, sufren quemaduras en ojos y manos, respiran por tiempos prolongados los vapores del plomo con el que esmaltan y de los materiales inflamables —como retazos de telas y derivados del petróleo— que algunos utilizan a modo de combustible.
“Desde hace años hemos pedido apoyos para mejorar nuestra salud y la calidad de nuestro trabajo— que es lo que sostiene a 120 familias en La Trinidad—, pues del barro es que hemos sobrevivido, de donde tenemos comida y casa, pero nunca se nos había dado”, comenta Luisa en entrevista con EL UNIVERSAL.
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La Escuela Nacional de Cerámica (ENC) llegó al taller de los Solano Juárez con una innovación técnica que prometía cambiar esa realidad: un horno de leña no contaminante para incentivar el desarrollo social, ambiental y económico de la localidad, a fin de elevar la calidad de vida de los alfareros.
“Hace casi tres años venimos a La Trinidad por primera vez para visitar los talleres, conocer sus problemáticas y evaluar la viabilidad del proyecto, por invitación del médico Cuauhtémoc Juárez, quien busca ayudar a los artesanos a eliminar el uso del plomo en el vidriado de las cazuelas”, platica David Aceves Barajas, director de la ENC.
Entonces no se concretó el proyecto, pero gracias a la colaboración de Industrias Tajín, la Fundación Diez Morodo y el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt) en diciembre del año pasado se construyó el primer horno de este tipo en el estado.
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“El diseño es japonés y ha sido adaptado por la ENC a las necesidades de la alfarería mexicana”, añade Aceves Barajas.
Su característica principal, explica, es que elimina la inhalación de humo y la exposición de los artesanos al fuego directo; su estructura les permitirá emplear la mitad de leña requerida en una quema normal y tener una mejor distribución del calor interno, lo que disminuye la cantidad de piezas que se dañan durante la cocción.
Tras la construcción, en la que también fueron capacitados alfareros de Españita y Tzompantepec —donde en febrero de este año se inauguraron dos hornos más—, la ENC brindó talleres de costos, diseño, mercadotecnia y empaque, así como de esmaltes libres de plomo, a más de 25 personas para fortalecer el desarrollo artesanal del estado.
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Albadelia Solano, de 30 años, anhela que este horno represente un verdadero cambio en el proceso de la alfarería y que con ello aumente la iniciativa en los jóvenes de seguir trabajando el oficio, pues, asegura, la mayoría ha desertado por el bajo costo de las artesanías.
“Todo mundo conoce una cazuela, un jarro, pero no se sabe el esfuerzo que conlleva realizar una pieza, desde las más pequeñas hasta las más grandes. Es un proceso muy largo y pesado por el trabajo físico que implica. Sueño con que se nos pague lo justo”, dice Abdelia.