Pátzcuaro.— Ante el aumento de la incidencia delictiva y el abandono de las autoridades, habitantes de siete colonias de la cabecera municipal de Pátzcuaro, Michoacán, formaron un grupo de vecinos vigilantes para garantizar la seguridad y, dicen, hacer justicia.
Hace cuatro años decidieron frenar los asaltos a casa habitación, a comercios, a transeúntes y automovilistas, y desmantelar puntos de venta de drogas. Sólo van armados con palos, machetes y bates de beisbol.
También realizan labores sociales y en favor de la comunidad, organizan eventos deportivos e incluso iniciaron una escuela de futbol para niños y adolescentes.
El origen
En diciembre de 2018, la delincuencia azotó varias de las colonias del sur de este Pueblo Mágico, ubicado a 58 kilómetros de la capital michoacana.
En una sola noche, los criminales perpetraron nueve robos a casa habitación y varios comercios de la colonia Juventino Rosas, una de las más afectadas.
Una de las víctimas fue Angélica, una comerciante a la que los delincuentes le saquearon su local, donde vende hamburguesas y perros calientes.
“Encontré todo completamente desordenado. Desgraciadamente yo aquí dejaba dinero para mi renta, para el gas y todo lo que yo ocupaba. Arrasaron hasta con mi materia prima. Toditito se llevaron. Vaciaron todo”, narra.
Recuerda que cuando vio el saqueo sintió impotencia y que se derrumbaba porque todo lo que había construido se vino abajo; sin embargo, sus vecinos la ayudaron a levantarse.
Fue a partir de esa ola delincuencial que los vecinos optaron por tomar cartas en el asunto, porque la autoridad no respondió.
El 8 de diciembre de 2018, los vecinos decidieron poner un alto a los delincuentes.
La esquina que hacen las calles Miguel Bernal y Manuel M. Ponce fue el punto de reunión para decidir qué iban a hacer.
Eusebio Nava Bernal y José Luis Silva Alejandre fueron nombrados por sus vecinos como encargados del orden.
José Luis asumió su primera decisión: tomó una cobija, la convirtió en gabán y salió a las calles a vigilar, armado con una linterna y un silbato.
Al mes de que inició los rondines, sonó por primera vez la alerta. Con la ayuda de los vecinos detuvieron al primer ladrón; un sujeto que robaba dentro de una vivienda.
José Luis explica que lo que los unió fue “la mala atención que tenemos de las autoridades para combatir la delincuencia.
“Ante la inseguridad se llamó a la policía, se pusieron denuncias y nada. Entonces fue el hartazgo de no tener una respuesta de las autoridades”, señala.
Por los resultados de los rondines en la Juventino Rosas, vecinos de otras seis colonias —Eréndira I, II, III y IV, San Lázaro y Colimillas— se unieron a ese movimiento que llamaron Colonias Unidas.
José Luis asegura que la ola de asaltos, robos y venta de drogas se llevaba a cabo con la complicidad de las autoridades locales.
“Y nosotros no hemos agarrado rateritos de un dulce o de un chocolate. Hemos agarrado desde una persona armada, hasta una persona que ha robado en el Centro”, resalta.
Vigilantes de noche
“Aquí no hay ninguna persona desconocida. El que no es jornalero, es profesionista o propietario de un negocio, incluso amas de casa, pero todos gente de bien”, señala Eusebio Nava Bernal, quien es uno de los coordinadores de los trabajos de seguridad y comunitarios de Colonias Unidas. También es propietario de un taller de reparación de radiadores.
Eusebio cuenta que de día las familias hacen su vida como cualquier otra porque todos son gente de bien.
Asegura que la tranquilidad se refleja en detalles como que los niños han podido volver a jugar en las calles.
La vigilancia
Sólo basta con que los vigilantes hagan sonar su silbato y ese sonido es replicado por todos los vecinos, quienes al mismo tiempo salen para atender la alerta.
El grupo de vecinos se reune en los puntos que ya tienen definidos en cada colonia, dispuestos a detener a los criminales, darles un escarmiento y exhibirlos públicamente.
El UNIVERSAL recorrió las calles de Pátzcuaro con los vecinos de Colonias Unidas por dos noches consecutivas. En ningún momento se vio alguna patrulla.
Los integrantes de los rondines llegan a varios puntos donde han aumentado los robos o a donde tienen identificado que operan o viven los asaltantes. También tienen ubicados los puntos de venta de droga al menudeo, algunos de los cuales han logrado desmantelar.
Los ladrones o delincuentes que llegan a detener los vecinos son golpeados —a manera de escarmiento, aseguran— y después liberados porque, insisten, no confían en las autoridades.
Seguridad desde cero
Julio Alberto Arreola Vázquez, presidente municipal de Pátzcuaro (independiente), dice que su administración —que inició en septiembre del año pasado— tuvo que arrancar de cero en materia de seguridad.
Expone que los gobiernos anteriores permitieron que creciera la venta de droga en la ciudad “y al extenderse el consumo de drogas, se empiezan a extender otro tipo de problemas”.
Sobre los comités vecinales de vigilancia comenta que han empezado a tener acercamiento con la ciudadanía para crear redes de seguridad e instalar cámaras de vigilancia en esas colonias.
Sin embargo, los vecinos confían más en sus rondines, que les han dado resultado, que en las promesas de las autoridades.
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