Huixtla, Chis.— La caravana migrante Éxodo de Justicia, que salió el miércoles de Tapachula, completó ayer su segunda jornada tras cinco horas de caminar bajo el calor, el sol y la lluvia, y con la mirada atenta de autoridades migratorias.
Tras recorrer 20 kilómetros, llegaron al poblado de Huehuetán, donde descansaron bajo el domo de una cancha. Prevén reanudar su viaje durante los primeros minutos de este viernes. Su destino: la Ciudad de México.
Sin explicación alguna, personal del Instituto Nacional de Migración (INM) ingresó hasta donde se encontraban los extranjeros para pedir que mostraran el tipo de trámites y documentos que portaban.
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Esta situación incomodó y desorientó a los migrantes, quienes piden que las autoridades les den una solución positiva a la petición de sus permisos temporales para llegar a la Ciudad de México, regular su estatus migratorio y poder conseguir un trabajo.
Hasta la tarde de ayer, los migrantes indicaron que ninguna autoridad se había acercado a iniciar un diálogo con ellos, ni les han dicho si les darán alguna respuesta a su petición de que les permitan arribar sin contratiempos a la capital del país.
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Bebé mexicana va en la caravana
En el contingente migrante viaja una mexicana: Itzel Guadalupe, de ocho meses, con sus padres y hermanos de origen ecuatoriano.
La Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) negó a su familia regularizar su estancia en territorio mexicano.
Según las leyes nacionales, si un niño nace en México, de padres extranjeros, se facilita la regularización de la situación migratoria de la familia, que puede obtener beneficios como la residencia permanente y, posteriormente, la naturalización. Johnny, de 32 años, explica que junto a su esposa Jenifer y sus dos hijos mayores, Ariel y Matías, de dos y 13 años, salieron de Quito huyendo de la inseguridad y buscando mejores condiciones de vida.
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En noviembre pasado, la familia ingresó a México de forma irregular e iniciaron el proceso para solicitar refugio en la Comar, que les fue negado.
“Como Comar nos negó el refugio, no nos dieron la oportunidad de coger la residencia”, explica Johnny. Para sobrevivir en Tapachula, él y su familia vendían agua embotellada en las calles, pero no les alcanzaba para pagar renta y comida.
Mientras empuja la carriola de Itzel Guadalupe, que lleva pegada una pequeña Bandera mexicana, el ecuatoriano narra que buscó trabajo pero no lo aceptaron por carecer de documentos migratorios.
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“Nos tocó tomar la decisión de unirnos toda la familia a esta caravana. Tal vez más adelante encontramos un trabajo seguro”, dijo.
Los primeros afectados
La caravana migrante camina por la carretera Costera, escoltada por la Guardia Nacional y Policía Estatal de Caminos, además de una ambulancia de Protección Civil de Chiapas con paramédicos, y cuatro unidades del INM y Beta Sur.
La mayoría de los migrantes va a pie, otros en moto, en bicicleta o triciclos. Algunas madres de familia cargan en la espalda a sus hijos, desvanecidos por el cansancio; otros, los afortunados, van en carriolas.
Kenia Gómez, una cubana con cuatro meses de embarazo, tuvo que ser atendida por un paramédico de Protección Civil del Estado (PCE), ya que debido a las altas temperaturas presentó vómito y mareo, síntomas de la deshidratación.
La cubana María Venegas, de 61 años, también fue atendida tras un desmayo que le provocó fractura en la nariz. La mujer padece presión alta, epilepsia y diabetes, lo que se le complicó con un golpe de calor.
Cosme Fuentes García, médico de la Secretaría de Salud de Chiapas, que acompaña a la caravana, explicó a EL UNIVERSAL que hombres, mujeres, niños y adultos mayores empiezan a resentir los efectos de la larga caminata.
Indicó que en la caravana viajan muchas personas con enfermedades crónicas, que se agravan por la deshidratación y el calor.
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Además, la caminata también ha provocado que la mayoría, incluyendo a jóvenes sanos, empiecen a sufrir de ampollas en los pies, pero aún les falta un largo camino.
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