Tapachula.— Con unos 3 mil migrantes, la caravana que salió de la frontera de México con Guatemala el pasado domingo reanudó su caminata hacia Estados Unidos la madrugada de ayer.
Bajo la oscuridad, las familias empacaron las pocas pertenencias que llevan consigo en mochilas y bolsas de plástico, mientras las madres empezaron a amamantar a sus bebés. Aún con sueño, algunos niños fueron subidos a sus carriolas, mientras otros padres de familia cargaron a sus hijos en cangureras portabebés, sus brazos y hombros.
Minutos después de las 04:00 de la mañana, el contingente —integrado en su mayoría por familias con niños en edad de lactancia, jóvenes y adultos mayores— abandonó el parque Bicentenario de esta ciudad, donde habrían llegado para descansar el pasado domingo tras caminar unos 40 kilómetros desde Ciudad Hidalgo, localidad fronteriza con Guatemala.
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En este lugar se unieron a la caravana cerca de un millar de extranjeros irregulares que esperaban la oportunidad de viajar en masa para no ser detenidos por las autoridades del Instituto Nacional de Migración (INM) y no ser secuestrados por el crimen organizado.
Pensativa, con su hijo Lucas en brazos, sentada en una de las bancas del parque se encontraba la hondureña Tania Yulivet Sánchez Ramos, de 34 años de edad.
Ella, junto a sus cuatro hijos —de 17, 11 y cinco años de edad, y Lucas, de 18 meses— decidió integrarse a la caravana para tratar de llegar a Austin, Texas.
La mujer narra que decidió emigrar sola con sus hijos ante el acoso y amenazas de muerte de su exesposo, quien cuatro meses atrás la echó de su vivienda para vivir en pareja con otra persona.
“No conforme con eso, iba al cuarto donde rentaba y me amenazaba de muerte, se aparecía de la nada, me cansé de eso y les dije a mis hijos que me iba, y ellos dijeron ‘nos vamos contigo’”, dice la hondureña. “Aquí estoy, mire, pensando cómo le voy a hacer para caminar con mis dos hijos pequeños, aparte Lucas tiene una infección en la garganta”, cuenta con preocupación.
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“Me voy a ir con la bendición de Dios, no tengo otra alternativa, quiero una vida mejor para mis hijos y vale la pena el esfuerzo”, indica con ánimo mientras empieza a caminar con el contingente.
La caravana de migrantes provenientes de Honduras, Venezuela, Cuba, Haití, Colombia, El Salvador, Guatemala, Perú y Ecuador emprendió su caminata para abandonar la ciudad.
Patrullas de la Guardia Nacional (GN) y de la policía municipal de Tapachula escoltan el grupo de hombres, mujeres y niños que caminan sobre la carretera costera, que comunica a México y los países del istmo centroamericano.
Luego de caminar por casi tres horas unos siete kilómetros, en medio de gritos de júbilo y porras de “¡sí se puede, sí se puede!”, la caravana migrante cruzó el primer retén del Instituto Nacional de Migración (INM), mientras los agentes sólo se limitaron a tomar fotos y videos con sus celulares.
“Vámonos, esos papeles no salen nunca”, invita el contingente a otros migrantes que se encuentran en ese punto en espera de que autobuses del INM los trasladen a la capital chiapaneca de Tuxtla Gutiérrez para desahogar esta frontera.
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Rocko, el perro pitbull que viaja con su familia humana proveniente de Venezuela, también avanza con el grupo.
Los fuertes rayos del sol, que provocan temperaturas de hasta 40 grados, obligan a realizar una parada para descansar en el municipio de Huehuetán, ubicado a unos 26 kilómetros de Tapachula.
Aquí, los migrantes se proveen de alimento y agua, además aprovechan para descansar en el parque, ya que planean continuar la caminata por la noche para tratar de llegar a la ciudad de Huixtla.