Ciudad Juárez.— En la intersección de las avenidas Ejército Nacional y Paseo de la Victoria, en Ciudad Juárez, Chihuahua, se encuentra el memorial víctimas de feminicidio Campo Algodonero, un lugar que a lo largo de los años se ha convertido, primero, en un espacio de dolor, después de exigencia y ahora de visibilización y no repetición de la violencia y homicidios contra las mujeres en esa entidad.
El 6 y 7 de noviembre de 2001, en ese lugar se encontraron los cuerpos sin vida de ocho mujeres y niñas. Eran de Claudia Ivette González, Esmeralda Herrera Monreal, Laura Berenice Ramos Monárrez, María de los Ángeles Acosta Ramírez, María Rocina Galicia, Merlin Elizabeth Rodríguez Sáenz, Mayra Juliana Reyes Solís y otro cuerpo que no fue identificado.
El espacio donde fueron encontrados los restos de esas mujeres era un campo algodonero y forma parte de la historia de los feminicidios en esta frontera, como lo son otros lugares donde fueron halladas mujeres sin vida y que son identificados por organizaciones civiles: Lomas de Poleo y Lote Bravo (1995), Campo Algodonero (2001), el Cerro del Cristo Negro (2003) y el Valle de Juárez (2012). Todos son considerados cementerios clandestinos de mujeres y niñas víctimas de feminicidio.
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Los feminicidios del Campo Algodonero no fueron esclarecidos en aquellos años por las autoridades, y fue de ahí que las madres de Claudia Ivette, Esmeralda y Laura Berenice denunciaran en marzo de 2002 al Estado mexicano ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) por la falta de prevención e investigación en la desaparición, tortura y homicidio de sus hijas.
El caso fue llevado a juicio ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos y el 16 de noviembre de 2009 el tribunal internacional emitió la sentencia González y otras (Campo Algodonero) contra México, en la que dictó medidas específicas para evitar la repetición de estos hechos y reparar el daño causado.
Así se logró la creación de este memorial en agosto de 2012. Durante el mes de noviembre, madres de víctimas de desaparición y feminicidio, así como autoridades, continúan regresando para recordar a las víctimas de ese caso y también a quienes siguen en la lucha por la justicia y la verdad.
Un espacio de exigencia pública
Yadira Cortés Castillo, integrante de la Red Mesa de Mujeres —una de las organizaciones civiles que aún acompaña a una de las madres de una de las víctimas del Campo Algodonero—, asegura que este lugar ahora sirve para dignificar a quienes allí fueron encontradas sin vida y para exigir justicia.
Aunque las madres de las víctimas en algunos casos ya fallecieron, y en otros son adultas mayores o prefieren no estar en el foco público por seguridad, siguen buscando que el lugar funcione como un punto de exigencia gubernamental y de memoria para que ninguna mujer viva algo similar a lo ocurrido en 2001.
“Ahí fueron encontradas ocho mujeres, ocho cuerpos los que se localizaron. El objetivo del memorial es honrar la vida de las víctimas, abrazar y acompañar a las familiares”, detalla Yadira Cortés a EL UNIVERSAL.

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El espacio luce casi siempre vacío, con un cuidador que vigila que no se vandalice. Al entrar está la placa oficial del memorial y más adelante otras más con una reseña de los hechos ocurridos ahí.
A lo largo del espacio existen cruces en color rosa con la leyenda Ni una más. También están pegados los nombres de decenas de mujeres víctimas de feminicidio en esta frontera a lo largo de los años.
Existe una cruz grande rosa en la que cada año, el 25 de noviembre, Día de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, se deja una ofrenda floral por parte de autoridades.
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Al final del espacio está el monumento llamado Flor de Arena, creado en 2012 por la artista chilena Verónica Leiton.
Aunque el memorial surgió después de la sentencia de la Corte Interamericana, las madres y organizaciones civiles lucharon para que el lugar lograra establecerse como lo que actualmente es.
“El gobierno no lo hizo de inmediato, sino que se tuvo que estar dando seguimiento por parte de organizaciones de la sociedad civil, entre ellas Red Mesa, para que se hiciera, y no es nada fácil; desde lograr la donación del terreno, porque si no es propiedad de un gobierno municipal, estatal o federal, no se puede construir nada, hasta trabajar con las madres para ver cómo querían que se integrara ese espacio, y luego buscar los recursos. En definitiva, lo tenía que pagar el gobierno federal”.
Después de la creación del espacio, el Movimiento de Mujeres —integrado por diversas organizaciones que han luchado por prevenir los feminicidios— ha buscado dignificar el memorial como les es posible y con sus propios recursos.
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“Cada febrero vamos al campo, pintamos las cruces, las clavamos, las recolocamos porque algunas se caen, se desclavan, se despintan; colocamos nombres que nos autorizan, con mucho cuidado, dignidad y respeto”, explica Yadira.
Una constante en Juárez
Aun con la lucha de autoridades y organizaciones para visibilizar la violencia contra las mujeres, Ciudad Juárez sigue ocupando los primeros lugares en estos delitos.
Para organizaciones civiles, esto se debe a que hay más denuncias gracias a una mayor visibilización de los tipos de violencia, y señalan que sí ha disminuido el feminicidio.

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“Las denuncias van en aumento, pero el análisis que nos conlleva a ello es que sí hay más denuncias es porque más se identifica. Sí más se identifica se denuncia y se atiende en el momento adecuado y hablamos de una prevención del feminicidio”, asegura Yadira Cortés.
Al conmemorarse el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, de enero a septiembre de 2025 se tenían contabilizadas 82 mujeres asesinadas.
En octubre, la Red Mesa de Mujeres informó que fueron asesinadas nueve mujeres y sólo tres casos se catalogaron como feminicidio. Las víctimas de ese mes fueron asesinadas por asfixia.
Además, se registraron 491 denuncias por violencia familiar, y hubo otras 46 denuncias víctimas de abuso sexual y 43 por casos de violación.
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