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Lerdo.— Nadie sabe dónde está Kassandra Ballín Limones, madre de una niña y un niño. Desapareció el 2 de febrero de 2018 en el municipio de Lerdo, Durango. Enrique, su padre, dice que parece como si se la hubiera tragado la tierra. “Lo que quiere uno es saber algo”, clama desde su casa, donde muestra un retrato de su hija de 24 años.
Kassandra es la más chica de sus cuatro hijos, es madre soltera. Delgada, de cabello largo y ondulado. Le gustaba bailar y escuchar música de banda, reunirse con sus amigas y comer chiles rellenos.
Enrique trabajaba como guardia de seguridad por las noches y regresaba hasta el día siguiente por las mañanas. Cuando llegó a casa el sábado 3 de febrero, no encontró a su hija. “No vino a dormir toda la noche”, le informó su esposa.
Pidió investigaran a la pareja sentimental de su hija y hasta les dio la dirección en dónde encontrarlo. “Por qué no mejor usted mismo le dice que venga a declarar por voluntad propia”, le contestaron los ministeriales.
Acudió con el novio, Édgar, y éste se comprometió a dar su declaración, pero nunca lo hizo. Se cambió de domicilio. Enrique investigó su nueva dirección, se movió para que las autoridades lo citaran, pero nunca acudió a declarar.
Después distintas personas le aseguraban que la habían visto en diferentes lados: en la ciudad de Durango, en parajes lejanos de Gómez Palacio, con chavos, con señores mayores y en un prostíbulo en Tamaulipas.
Enrique acudía con esperanza de concreto, pero terminaba por quebrarse. Nunca encontró nada. “Nunca hemos sabido absolutamente nada de ella, ni una pista”, platica.
Como publicó su caso en Facebook, alguna gente trató de extorsionarlo: “Hay mucha gente que no respeta el dolor y se aprovecha de la situación”, menciona.
Asegura que desde la desaparición de su hija, le perdió el miedo a todo, incluida la muerte. Enrique comenzó a buscar solo, sin resultados. En la vicefiscalía apenas y lo atendían. En el camino se encontró con más padres con el mismo dolor: “Sentí como una nueva familia”, dice. Se unió a la Caravana de Búsqueda y en un penal de Morelia, Michoacán, un preso tomó la foto de su hija.
“¿La conoces?”, le preguntó. “Sí, estuve tomando con ella en un prostíbulo”, respondió el interno.
Enrique preguntó cuánto tiempo tenía aquello, pero el hombre dijo que tres años. Otra vez, la esperanza de poder encontrarla se cuarteó. Kassandra apenas tenía nueve meses desaparecida.
“Cuando pasa el tiempo, lo que quiere uno es saber algo, lo que sea, pero saber algo, que se acabe esta incertidumbre, este desasosiego”, platica el padre de familia.
Muchas especulaciones. Enrique no recuerda nada diferente de la última vez que vio a su hija. “Platicamos por la mañana, lo cotidiano. Nada extraño”, dice sobre aquella mañana del 2 de febrero. Refiere que está convencido de que alguien tuvo que ver con la desaparición de su hija.
“A dos cuadras venden droga. Mi hija pasaba, a lo mejor alguna vez la vieron. Es joven y hay muchos negocios. Lo veo por ese lado, son muchas especulaciones las que uno hace”, comenta.
Enrique decidió desde el 18 de mayo pasado dejar su trabajo y dedicarse a buscar a su hija. Vive de una pensión de 4 mil 400 pesos y de vender pantalones con su esposa. Acude también cada 20 días a terapias sicológicas en el Instituto de la Mujer de Gómez Palacio. Dice que sí le han servido.
Asimismo, percibe que a sus nietos les está afectando la ausencia de su madre. Los hijos, Yamileth Elizabeth y Edwin Jesús, preguntan a cada rato por ella. “Mamá Kassandra por qué no viene”, le dicen. Los abuelos les contestan que está trabajando, que anda ocupada.
El próximo 8 de mayo, Kassandra cumplirá 25 años. Su papá le manda un mensaje a su hija, en donde quiera que se encuentre: “Regresa, te estamos esperando. Te queremos mucho y te extrañamos. Tus hijos te extrañan. Queremos que se acabe esta incertidumbre, volver a ser la familia que éramos. Extraño hasta tus enojos, tus desplantes. Cuando falta alguien, la vida cambia totalmente”, confiesa.