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estados@eluniversal.com.mx
San Nicolás.— En algunos lugares dicen que bordar es para mujeres, que la aguja, hilo y bastidor es tarea de ellas; sin embargo, en la Sierra Otomí-Tepehua de Hidalgo, esto sólo es un mito, aquí los hombres también convierten trozos de manta en obras de arte llamadas tenangos.
Así, las manos que un día araron la tierra, que tomaron un libro para enseñar en el aula o manejaron un transporte público, hoy han encontrado una nueva ocupación en San Nicolás.
Para llegar hay que transitar por montañas con una espesa vegetación, un camino intrincado de curvas recorre alrededor de 130 kilómetros que la separan de la capital del estado. Al llegar lo primero que se vislumbra es a los hombres con aguja e hilo.
San Nicolás cuenta con alrededor de 2 mil 500 pobladores indígenas otomíes; al menos la mitad de ellos han emigrado a Estados Unidos y la otra se dedica a bordar creaciones que incluso han sido codiciadas por firmas nacionales e internacionales.
Sobre cómo se empezó a confeccionar esta artesanía en la zona, nadie lo sabe, hay quien dice que se remonta a las pinturas rupestres que se encuentran en el cerro El Cirio.
Lo que es una certeza es que en esta comunidad las mujeres se iniciaron en el trabajo y hoy ya son 95 hombres los que se dedican a él. En su mayoría son jóvenes, aunque también hay adultos que dejaron otros trabajos para hacer de los textiles su forma de vida.
La pasión del bordado. Entre los artesanos se encuentra Oliver Teodoro, un joven de 27 años, creador de un suéter que se hizo famoso, luego de que la firma de ropa Mango, de origen español, plagiara su diseño. Su sueño es estudiar diseño de modas, pero la pobreza, cuenta, sólo le permitió acudir a la secundaria.
De niño, dice, su madre le enseñó a bordar: “Un día se enojó porque gastaba las hojas del cuaderno para dibujar, entonces me dio un pedazo de manta y me puso a bordar”. Desde entonces no ha soltado la aguja. “Ahora hay más hombres que se dedican a bordar y es muy normal. Nunca recibí burlas, pero si sé que en otros lados es hasta mal visto, sobre todo entre los jóvenes como yo”, dice.
Las condiciones de la actividad, señala, han cambiado con el tiempo, hace unos ocho años estaban totalmente olvidados y sus productos no era valorados. Por una prenda en la que se tardaban un mes de trabajo, apenas lograban obtener 300 pesos.
Hoy hay más conciencia del valor de sus artesanías, pero aún hay mucho por hacer, porque los precios van desde 15 pesos hasta 2 mil pesos.
En el caso de los plagios asegura que están en la indefensión como le ocurrió con Mango. La empresa, dice, nunca le contactó e incluso cuando reconocieron el robo de su diseño no tuvo ningún tipo de remuneración.
Tampoco hubo acompañamiento de las autoridades y el asunto cómo surgió se apagó. Sólo queda la frustración de saber que alguien lucra con tu trabajo, lamenta.
Es el taller de Bernardino Candelaria, un hombre de 43 años de edad, quien hace 10 años manejaba una unidad de transporte público. Cuenta que un día su esposa necesitaba quien le ayudara con los dibujos y ahí empezó su aventura.
Al paso de los años, Bernardino se convirtió en pilar de este negocio familiar. El mes pasado ganó un concurso nacional en la Ciudad de México con el diseño de un mantel de 1.90 x 1.90 metros.
El premio fueron 25 mil pesos en efectivo y la posibilidad de poder vender la pieza valuada en 20 mil pesos. Bernardino tardó dos años y medio en dar forma a este diseño. En el pueblo también se encuentra Estanislao Azuara Chávez, un profesor de la Universidad Pedagógica de Tenango de Doria, quien también fue impulsado por su esposa.
“Aquí hay varios hombres que nos dedicamos al bordado de tenangos, es algo muy normal, porque estamos contribuyendo a la economía familiar, con eso mantenemos a nuestra familia. Al principio sí hubo una parte como de resistencia, porque esta tarea socialmente se ha calificado como de la mujer, pero últimamente se ha abierto a los hombres”, explica.
Toda su vida se ha dedicado a la docencia desde nivel básico, hasta el universitario. Un día decidió que era momento de ayudar a su pareja, durante tres años se dedicaron a pintar y bordar sin sacar nada a la venta. Una vez que contaron con el material suficiente abrieron el mercado.
De manera paulatina han innovado su mercancía y su objetivo es contar con una fábrica de hilos. Señala que el material que utilizan lo adquieren en la Ciudad de México, tanto el hilo como la manta.
El bordado se ha convertido en el principal sustento de su familia y aunque combina sus clases con la artesania, dice que será ésta la que prevalezca en su vida.
Los plagios. El bordado de tenango ha sido en muchas ocasiones objeto de plagio por firmas como Pineda Covalin y Hermes, que en 2011, fueron señaladas de apropiarse de algunos dibujos. Mango, Chocolate Abuelita y la editorial Alfaguara han incurrido también en la apropiación indebida de estos diseños.
Desde el sexenio pasado, del ex gobernador Francisco Olvera, se ha buscado la manera de proteger a los artesanos. Actualmente, según la subsecretaria de Participación Social y Fomento Artesanal, de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), Kenia Montiel Pimentel, se mantienen trabajos para la creación de la marca colectiva.
Con el registro se contará con una figura jurídica que protegerá la propiedad intelectual de los diseños de los más de 8 mil artesanos de tenangos. También hubo que luchar por aclarar que el lugar de origen de esta artesanía es en Hidalgo.