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La noche que Yolanda Pacheco Morelos asumió como presidenta municipal de San Pedro y San Pablo Ayutla el miedo se le metió en el cuerpo. Aquel 31 de diciembre, Yolanda, de 57 años, recibió la vara de mando, un símbolo de poder que indica que ella sería la encargada de gobernar esta comunidad perteneciente a la etnia mixe y que concentra más de cinco mil habitantes entre la cabecera y sus seis agencias municipales.
Como ellas, mujeres de toda la geografía oaxaqueña han convertido este 2018 en un año histórico, pues de acuerdo con datos del Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de Oaxaca (IEEPCO), se trata del año en el que más mujeres encabezan ayuntamientos: 61 de 570. De esa cifra 38 ganaron el puesto a través de elecciones en municipios gobernados por partidos políticos y 23 fueron elegidas por usos y costumbres (sistemas normativos internos); otras 900 mujeres ocupan cargos tradicionales como regidurías.
Yolanda y María, las mujeres que gobiernan en Ayutla Mixe, fueron elegidas por la asamblea del pueblo para servir durante un año, el periodo que duran todos los cargos en esta comunidad de la Sierra Norte. Pero además de ellas, este año más de 50% de los cargos del cabildo son ocupados por mujeres, ya que asumieron siete de los 12 puestos principales, entre propietarias y suplentes, y 15 de los 25 que hay en total.
Los cargos ocupados por mujeres este año incluyen, además de la Presidencia Municipal, la Tesorería, la regiduría de Educación, y la de Higiene y Salud. También es la primera vez que una mujer queda como una de las oficiales a cargo de una parte de la Policía Municipal comunitaria, que también recibe mujeres topiles en tareas de seguridad por vez primera. Antes, a ellas se les reservaban exclusivamente labores de limpieza.
Las primeras mujeres
La primera señal de que las cosas estaban cambiando en Ayutla y que las mujeres comenzaban a reclamar su lugar en las decisiones de la comunidad, ocurrió en 2007. Ese año, por primera vez, la población mixe de este municipio eligió a una mujer como gobernante. La participación femenina había comenzado a tomar fuerza.
La profesora Yolanda Pacheco Morelos lo recuerda. Ocurrió hace más de 10 años, cuando el pueblo eligió en asamblea a otra maestra como presidenta municipal, luego llegó una segunda mujer al cargo y ahora está ella, como la tercera.
Matrimonio, una barrera
En San Pedro y San Pablo Ayutla viven más mujeres que hombres. De los más de cinco mil 600 habitantes que en 2010 reportó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), tres mil son del sexo femenino. A pesar de ello, pasaron más de 90 presidentes municipales antes de que una mujer llegara al cargo en 2007. Aunque 11 años después la participación femenina ha despegado, la comunidad aún no ha derribado algunas barreras: la principal es el matrimonio.
Yolanda Pacheco Morelos cuenta que el día que la asamblea la eligió como presidenta, uno de los hombres que sería regidor no estuvo de acuerdo. Protestó y advirtió que él no trabajaría con una mujer a la cabeza del ayuntamiento. Finalmente aceptó y se integró al cabildo, pues Yolanda no tenía ningún impedimento para el cargo.
—Mi esposo había muerto hace poco, de hecho, por eso fue que me eligieron porque ya no tenía compromiso.
Cuando Yolanda dice que “no tenía compromiso”, se refiere a que pese a los avances, en Ayutla la participación de las mujeres se limita a quienes no tienen pareja. Los puestos son asignados sólo a madres solteras, mujeres viudas o separadas. Actualmente sólo una mujer casada ostenta un lugar en el cabildo.
María Galván de Jesús, su suplente, confirma las palabras de la profesora. Dice que ella, con 50 años, ha acumulado más de 15 en el servicio comunitario, desde que su esposo se fue y la dejó con ocho hijos, a quienes sacó adelante por medios propios.
En todos esos años María ha desempeñado diversos puestos tradicionales en la estructura de la comunidad, primero como la responsable del comité de festejos, luego al frente de comités de escuelas y el más reciente como regidora de Higiene. Luego, sólo pasó un año y fue elegida de nuevo. Desde entonces ella y la maestra no tienen tiempo para descansar. Su jornada inicia a las siete de la mañana y puede terminar después de la medianoche; horas por las que no cobran un solo peso.
De hecho, ninguno de los que desempeña un puesto recibe paga alguna, pues se considera una obligación con la comunidad. Para sobrevivir durante el año que sirven cada quien se mantiene con sus propios medios. Yolanda con su pensión de maestra y María, con lo que vaya saliendo.
—Tuve que dejar mi trabajo en una mueblería y supe que me iba a endeudar, pero es la única manera en la que puedo ayudar a mi pueblo. Yo no tengo dinero, no puedo darles, pero tengo palabras y puedo decirles cómo gestionar lo que necesitan.
Logro histórico
Cuando Catalina, Viviana, Paulina y otras cuatro mujeres recorren las calles de Ayutla todavía las observan con sorpresa. Las miradas más curiosas son las de los hombres, quienes apenas se acostumbran a verlas portando la playera de la Policía Municipal y los garrotes de madera, símbolo de autoridad. Son parte de las 15 mujeres que este año se integraron como topiles y que se encargan de proporcionar seguridad.
En una región donde, por años, las mujeres quedaban relegadas a tareas domésticas, que ahora se integren a la policía comunitaria debe considerarse como un logro histórico. Así lo piensa Catalina, la topil de mayor edad, quien dice que antes ya se les incluía en estos cargos, pero sólo para limpiar, por lo que se escucha orgullosa de que las mujeres alcancen puestos antes reservados para los hombres.
Lo mismo piensa Arturo Martínez Galván, ex presidente municipal y actual alcalde (un cargo distinto), quien considera que se trata de un paso natural, pero acepta que también es resultado de que, en ocasiones, los hombres pueden cometer abusos cuando se necesita inmovilizar a alguna detenida. La mujer, dice, ya se mueve en todas las esferas.
Avance lento
Pero Ayutla no es todo Oaxaca y ni siquiera sirve para retratar lo que pasa en todas las comunidades mixes. Asunción Sandoval Ildefonso, originaria de Asunción Cacalotepec Mixe y quien ha ostentado el título de comunera hereditaria, asegura que depende de cada comunidad que las mujeres participen e incluso ejerzan el voto.
Asunción dice que mientras que en las cabeceras municipales, como Ayutla, las mujeres pueden ocupar lugares en el cabildo, en otras comunidades la participación se limita a cargos religiosos, puestos menores o sólo a sufragar, y que en ocasiones sólo se les convoca para que las asambleas tengan validez, pues ahora lo exige la ley, incluso para los municipios indígenas.
—Los cargos a los que podemos acceder no son altos, a pesar de que no nos oponemos a ser topiles e ir escalonando en el servicio.
Explica, además, que apenas en 2016, 63 años después de que las mujeres pudieron votar en México, el municipio de Guevea de Humboldt permitió a sus ciudadanas elegir a sus autoridades. De acuerdo con el IEEPCO, esa situación es similar en municipios como San Vicente Lachixío y Santiago Lolapa.
A ello se suma que el poder adquisitivo de las mujeres, y su disposición de convertirse en mayordomas o costear las fiestas del pueblo, determina su reconocimiento social y político en comunidades indígenas.
Pese a ello, Asunción está convencida de que hay avances. Dice que las mujeres de otras comunidades mixes comienzan a realizar funciones independientes de sus maridos y que se han ido reconociendo los aportes de ellas a la comunidad. Aun así, asegura Asunción, el camino es largo y el avance, lento.