Juchitán.— son dos de los miles de jóvenes africanos a quienes la violencia y el desempleo quebraron todas las esperanzas de vivir en su país, Senegal, al lado de sus hijos y padres. La persecución política y la pobreza los expulsó de su tierra y ahora, a miles de kilómetros, dicen, mantienen la ilusión de mejorar sus condiciones de vida en Estados Unidos.

Mohamed, de unos 20 años, combinaba sus empleos de taxista y albañil en Dakar, la capital de Senegal, hasta que la presión provocada por la pobreza, que se acentuó con la pandemia del Covid-19 entre 2020 y 2022, y las revueltas callejeras que se registraron tras la detención del líder opositor Ousmane Sonko lo empujaron a buscar, en este año, “un mejor futuro”.

En tanto, la historia de Massamabá está salpicada de amenazas de prisión y de muerte, sobre todo después de que fue identificado como simpatizante del opositor partido Patriotas de Senegal por el Trabajo. Hombres con el rostro cubierto llegaron a su gimnasio, lo abrieron a patadas y destruyeron los equipos ejercitadores y espejos. No tuvo opción. Huyó de su patria.

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Según cifras reveladas por el cónsul senegalés en México, Abdoulaye Diop, Mohamed y Massamabá forman parte de al menos 25 mil migrantes de siete naciones del continente africano, Senegal, Guinea, Burkina Faso, Congo, Mali, Costa de Marfil y Nigeria, que desde fines del año pasado han estado usando la ruta del Istmo de Tehuantepec para cruzar suelo oaxaqueño e ir a Estados Unidos.

Ambos jóvenes, sin conocerse, llevan unos 10 días en Juchitán, tras una larga travesía por aire desde Dakar a Managua (Nicaragua), pasando por Bogotá (Colombia) y San Salvador (El Salvador), y por tierra desde Managua hasta Tapachula (México), pasando por Honduras y Guatemala.

Desde el año pasado, el flujo de migrantes africanos comenzó a crecer en territorio mexicano como paso obligado a tierras estadounidenses. Ven, dicen ellos, una opción para mejorar sus vidas en la Unión Americana.

Para los africanos Europa perdió su encanto porque atraviesa por serios problemas económicos, prevalece el desempleo, endureció su política migratoria y hay más dificultades para obtener la visa. “Nos cuentan que Norteamérica está recuperando su liderazgo y ofrece oportunidades”, aseguran.

Sin embargo, el trayecto terrestre desde Managua hasta México “ha sido duro”. Desde que el autobús sale de Nicaragua hay que pagarles a los policías y a las bandas de asaltantes, y “en México los policías migratorios amenazan con la deportación si no pagamos una cuota. Es duro dormir en el piso, a veces bajo la lluvia y con el estómago vacío”, afirman.

Por las calles céntricas de Juchitán, en las inmediaciones del crucero principal y en la periferia de las centrales camioneras la presencia creciente de migrantes es notoria. Hay personas de países de Centro y Sudamérica que se alimentan en la vía pública y solicitan el apoyo económico de los automovilistas, pero los africanos se distinguen del resto de migrantes.

La mayoría de ellos camina en grupos de 10 a 15 personas, se distinguen, no sólo por el profundo color de su piel, sino también por su elegancia y estilo refinado de vestir, respetan la fila que forman en las tiendas donde les envían dinero, generalmente se hospedan en hoteles, son cuidadosos con la comida y hacen del francés una lengua musical. Aunque un sector menos favorecido muestra lo opuesto.

Frente a ese escenario adverso, que en los primeros días de julio de este año cobró la vida de cuatro senegaleses que fallecieron al chocar el mototaxi en el que viajaban, al impactar contra una camioneta sobre la carretera Panamericana, directivos de la Oficina Africana de Inmigración y Asuntos Sociales (ABISA, por sus siglas en inglés) visitaron hace unos días esta región de Oaxaca.

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Se dan a entender como pueden

Oaxaca de Juárez.— En su estancia por México y Latinoamerica, las personas que buscan llegar a Estados Unidos desde África aprenden algunas palabras en español para sobrellevar su estancia aquí.

“Café de olla”, “cigarros” se escucha entre voces extranjeras enfrente de la entrada de la terminal de autobuses, donde hay puestos ambulantes que llegan desde las cinco de la mañana para vender atole y tamales a mexicanos y extranjeros.

La señora que despacha vasos de café de olla, a 20 pesos, dice que cada vez es más sencillo comunicarse con las personas migrantes que no son hablantes de español. “Café” es una palabra fácil de identificar; además, a través de señas las transacciones comerciales son en su mayoría exitosas.

En la puerta espera un hombre de sudadera gris, quien se identificó ante este medio como de nacionalidad dominicana. El sujeto aborda a los grupos, principalmente que arriban de países africanos, para proponerles llegar a Estados Unidos en 15 días, llevándolos con polleros. Su presencia es advertida entre los grupos y poco a poco la información llega a los interesados.

Se dan a entender como pueden
Se dan a entender como pueden

A unas cuadras, en una tienda de conveniencia, donde migrantes de Centroamérica esperan sentados en el suelo, se hace presente un grupo de hombres. Son ellos, aparentemente, con quienes el sujeto de sudadera gris, encargado de abordar a los grupos, manda a los migrantes que tienen interés en pagarles por viajar a Estados Unidos.

Son cuatro y, aunque están en la misma zona, no pertenecen a los grupos de personas migrantes, que se ven agotadas, con hambre y sueño.

Los hombres esperan, dan información y piden adelanto de 10% de lo que cuesta el viaje a Estados Unidos y un teléfono de contacto que avale el compromiso de pago.

La mayoría de los extranjeros recibe la información y vuelve a la terminal a comentarla con sus acompañantes.

En una de las bancas de la terminal, Christian, quien se define como afrohaitiano y afirma que espera el autobús que lo llevará a la Ciudad de México a las 23:00 horas, accede a hablar para este medio a cambio de algo para comer. En sus brazos descansa Gloria, su sobrina, quien tiene 17 días de nacida y es hija de su hermana, de apenas 14 años.

El joven, de 23, habla escaso español, su lengua es el francés, tal como 95% de la población de su país.

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