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Chilpancingo.— El desabasto de pollo en Chilpancingo está provocando un efecto expansivo: afecta a los distribuidores, vendedores, pasando por restauranteros, pero principalmente, a los pobladores.
La alcaldesa de Chilpancingo, la morenista Norma Otilia Hernández Martínez, dijo que espera, sin afirmar nada, que la venta de pollo se regularice en el mercado central la próxima semana.
Además, ofreció garantías para que vendan el producto y anunció que a la ciudad llegarán 100 marinos para reforzar la seguridad, tras una semana de violencia constante. Por su parte, la gobernadora Evelyn Salgado Pineda se ha limitado a decir que hay detenidos por la violencia de los últimos días, sin dar detalle.
Todo esto, a consecuencia de que desde hace tres días, la mayoría de locales de venta de pollos suspendió su servicio tras el asesinato de ocho trabajadores, entre distribuidores, repartidores y empleados de una granja.
El ataque más terrible ocurrió la mañana del sábado, cuando hombres armados masacraron a seis personas, incluida una niña de 12 años, dentro de una granja en la comunidad de Petaquillas.
Entre los ocho asesinados están los hermanos Tomás y Víctor, dos de los principales distribuidores de pollo en la ciudad.
Hallar ese alimento en Chilpancingo es complicado, y el poco que venden ha aumentado de precio. Este martes en una pollería del barrio de San Francisco, el pollo se vendió a 220 pesos, 40 pesos más que el sábado.
El aumento de los precios lo siente la población, pero también los restauranteros.
El propietario de un establecimiento del centro de la ciudad espera que el desabasto no dure tanto. Por ahora, dice, no aumentará el precio de sus platillos que vayan preparados con pollo, pero no sabe hasta cuándo los podrá mantener.
Este empresario, hasta el sábado, compraba el pollo hasta en 175 pesos, ahora lo ha encontrado en 220, incluso hasta en 230 pesos.
Pero el efecto del desabasto se vive más intenso en el mercado Baltazar R. Leyva Mancilla, el principal centro de abasto de la ciudad, donde todas las pollerías están cerradas desde el pasado domingo.
En los pasillos destinados a la venta de ese alimento se percibe tensión. Los comerciantes de esa zona prefieren guardar silencio. Pero sus compañeros de alrededor dicen que el desabasto les afecta porque muchos clientes han dejado de asistir al mercado.
“La gente a veces viene por el pollo, ante el aumento de la carne, y ahí aprovecha para llevarse otras cosas y es donde nos beneficia a los demás, pero ahora no está viviendo”, dice una comerciante de abarrotes.
En las pollerías ubicadas fuera del mercado tampoco saben cuándo se reanudará la venta. “No nos están prohibiendo vender, pero si vemos que están matando a los que trabajan en esto, pues debemos parar por seguridad, y la otra es que no están surtiendo”, explica una vendedora.
Esta no es la primera vez que el mercado Baltazar R. Leyva Mancilla sufre la violencia. Hace unos cinco años pasaron por lo mismo los vendedores de carne de puerco. Las organizaciones criminales se disputaban el control de la venta, imponían precios y prohibían comprarla a otro proveedor. Esa vez asesinaron a, por lo menos, cinco carniceros.
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