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Acapulco.— La mañana del 25 de octubre, Mariana López López no imaginaba la magnitud de la tragedia que había provocado el huracán Otis en Acapulco. Trabajaba en los daños de su casa, sin energía eléctrica, ni internet, ni celular. El tercer o cuarto día, un amigo llegó hasta su casa para contarle que no hallaban a otro de sus amigos, Ulises Díaz Salgado, el capitán del yate Litos.
Al otro día de la visita, Mariana llegó hasta el muelle El Paseo del Pescador y se topó con la tragedia: en el lugar no había embarcaciones, casi todas estaban hundidas, destrozadas. Pero lo que sí había era gente deambulando, buscando, preguntando por sus familiares, por los tripulantes.
Mariana pensó que tenía que hacer algo, que no podía quedarse inmóvil ante de la tragedia. Lo único que se le ocurrió fue bucear como lo hace desde hace 10 años. Al día siguiente, volvió al muelle con su traje de neopreno, sus aletas y su snorkel. Le preocupaba su amigo, pero también el mar. La primera vez que se sumergió para ver cómo había quedado el mar, se sorprendió de ver tantas cosas.
Al otro día, en cuanto la vieron llegar con el equipo de buceo, los familiares de los tripulantes la detuvieron, le contaron sus historias: hijos, hermanos, hermanas, padres se habían quedado la noche del 24 de octubre a resguardar las embarcaciones y no sabían nada de ellos. Le pidieron que los ayudara.
La noche del 24 y en las primeras horas del 25 de octubre, los vientos devastaron, según un informe de la Secretaría de la Marina (Semar), 614 embarcaciones, a la mayoría las hundió, a otras las hizo pedazos y muy pocas resistieron. En las playas quedaron yates y lanchas amontonadas convertidas en chatarras.
La mayoría de las embarcaciones eran cuidadas por su tripulación. De una a cuatro personas estaban a bordo esa noche tratando de resguardarlas. De la mayoría no se sabe dónde están, si están en la profundidad del mar o naufragando en su inmensidad. A otros los sacó el mar sin vida y unos más fueron hallados entre los escombros.
En la última actualización, el gobierno de Guerrero informó que son 32 las personas que siguen desaparecidas tras el paso de Otis, la mayoría desapareció en el mar.
Conforman equipo de buceo
Después de oír las historias, Mariana decidió sumergirse en el mar. La primera vez lo hizo sola sin equipo especializado, sin ayuda. A los días, llegó el apoyo de amigos y de personas que nunca había visto, entre todos conformaron un equipo que —de igual forma— se sumergió a buscar un indicio de las personas que desaparecieron.
Mariana buceó junto con José Mandujano, Víctor Almazán, su hermano Micky y todo el equipo de Acuamundo. Ella y el equipo establecieron sus límites en su labor por la falta de equipo, por ejemplo, de un tanque de oxígeno. El buceo lo hicieron con la técnica apnea, a pulmón. Comenzaban a las 10 de la mañana y terminaban a las 3 de la tarde.
En las búsquedas priorizaron la ubicación de embarcaciones y la recolección de objetos. “Los familiares nos enseñaban fotos, nos decían en qué embarcación y dónde pensaban que podrían estar”.
Hallaron credenciales, carteras, libretas de mar, documentos, ropa, zapatos y los sacaban a la superficie, también ubicaron embarcaciones para que los familiares las reconocieran y notificarán a la Marina para su rescate.
Incluso colaboraron con los dueños de las embarcaciones, las ubicaron, grabaron videos y con estos pudieron reclamar el pago de las pólizas. “Afortunadamente o no, nunca vi un cadáver, sí me tocó pasar por zonas donde olía a putrefacción cabrón, pero la mayoría de los cuerpos estaba entre las embarcaciones, para nosotros era imposible, lo que hacía era que llegaba la Marina y alzaba la embarcación. En ese punto donde olía a putrefacción no hallamos nada, pero tiempo después la Marina sí halló un cadáver”.
Al día 17, llegó al muelle del Paseo del Pescador Alexis Campos, un joven de Zihuatanejo que vio las publicaciones de Mariana. Alexis llegó a Acapulco para ayudar dos días y se quedó 15. La primera vez salieron a buscar la embarcación Barracuda que la noche del 24 de octubre la cuidaban tres tripulantes. El capitán sobrevivió, el ingeniero apareció muerto y el marinero, un joven de 21 años, sigue desaparecido.
En todas las jornadas de búsqueda, recuerda, la madre del marinero se sentaba en el malecón a esperar una noticia de su hijo que trabaja en la embarcación para pagar su título profesional.
Bucear sin equipo específico, sin apoyo, en medio de la contaminación, le ha traído consecuencias.
“Mi cabello ahorita está bien feo por el aceite, me salieron muchos granos, infecciones, hongos, uso traje completo de neopreno, pero aún así estábamos expuestos, mi traje huele a aceite, diesel, gasolina”, cuenta.
Busca a su amigo
Mariana hasta ahora no sabe nada de su amigo. Con Ulises hacen pesca submarina. La noche del 24 de octubre, Ulises y la tripulación estaban en el muelle de Puerto Marqués para cuidar el yate Litos como ocurría cada vez que entraba una tormenta o un huracán a Acapulco.
Antes de que entrara Otis, los vientos comenzaron a golpear con fuerza. El capitán pensó que estarían más seguros en la Base Naval. Ahí sufrieron los primeros embates del huracán. Los vientos desamarraron una embarcación de la Marina y comenzó a golpear a las demás.
Decidieron regresar a Puerto Marqués. A las 12:20 de la mañana, a la altura de la playa Pichilingue, activaron el botón de auxilio, tal vez, en medio de la furia de Otis. Desde entonces nadie sabe nada de los cuatro.
Del yate Litos se han hallado pedazos cerca de la isla de La Roqueta, lo que los familiares han investigado es que a la embarcación la pudo haber arrastrado mar adentro, pero tienen la esperanza porque la lancha de emergencia emitió una señal satelital a 60 millas mar adentro.
Para encontrar a su amigo, Marina buscó en la isla La Roqueta, intentaron buscar cerca de las instalaciones de la Décima Segunda Región Naval, pero no les prestaron embarcación. Y para buscarlo a millas mar adentro es imposible ya que Mariana no cuenta con una barco, ni tanque de oxígeno.
Problemas
Mariana dejó de bucear para localizar embarcaciones y objetos de los tripulantes. Uno de los hallazgos la metió en un problema que la hizo llegar hasta una agencia del Ministerio Público. Halló una credencial de un tripulante del yate Acarey pero no la entregó de inmediato a las autoridades.
Ahora sigue buceando, pero para continuar con su labor de siempre, limpiar el mar. “Ahora bucear y ver el fondo del mar es triste. Apenas fui nadando desde Caleta hasta donde está la virgen. Había una cantidad de peces, como no había movimiento, no había ruido, no había embarcaciones. Esa parte está bonita, pero también está donde hay muchas baterías, de regreso vi a una tortuga que estaba echada junto a una batería, hay zonas con muchas manchas de aceite y todo eso genera mucho daño al mar”, dice.
La Sirena
Mariana es conocida como Mariana Menchaca La Sirena de Acapulco. Tiene 30 años de edad. El sobrenombre se lo ha ido ganando a pulso. Su relación con el mar es permanente. Desde los cinco años, dice, supo que sería uno de sus lugares preferidos.
Cuando estudiaba la licenciatura en Ecología Marina comenzó a palpar los daños ecológicos en el mar, pero también descubrió la belleza de la profundidad, ha tenido de cerca tiburones, delfines, ballenas y mantarrayas gigantes.
“Pienso que no hay personas que conociendo la profundidad del mar no se enamore”, comenta.
En 2017 participó en un concurso donde buscaban a La Sirena de México, lo perdió, pero entre el público quedó la impresión de que ella era la verdadera ganadora por sus habilidades en el nado y su conocimiento del mar.
Esa visibilidad Mariana la aprovechó para colocar en la discusión el tema que le interesaba: el cuidado y la protección del mar. Conformó un grupo multidisciplinario que en cualquier espacio hablaban del mar, de su belleza, pero también de la necesidad de cuidarlo y, no sólo eso, salen a las playas, a los ríos, a las barrancas a limpiarlas, a sacar basura del fondo mar.
Ese grupo se formalizó con la fundación de la organización Ola de cambio. También fundó la Escuela de Sirenas, donde enseña a niñas a nadar, pero sobre todo busca transmitirles amor por el mar, que sientan que también les pertenece.
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