Tijuana.— Cuando Leticia y su hijo estuvieron frente a personal de Migración —ella con cita ese día y él, dos días después—, se les impidió el paso. Ella clamó por empatía: “Es que no se puede sacar cita para los dos”, explicaba con desesperación y, después de negarle la entrada varias veces, el oficial les respondió: “Entonces déjelo en el DIF” . Le pidieron abandonar a su hijo en México para que ella cruzara a Estados Unidos, pero se negó.
Leticia no es la única mujer migrante que ha sido obligada a tomar la decisión de dejar a sus hijos en México mientras ellas cruzan la frontera para iniciar su proceso de asilo: organizaciones civiles han documentado las deficiencias de la aplicación CBP One , que les impide generar citas familiares a padres e hijos.
“¿Cómo voy a dejar a mi hijo?, llevaba semanas intentando hacer una cita para los dos, pero no se pudo, me tiró fechas diferentes, yo tenía mi cita hoy y él, unos días después… Pensé que nos iban a entender, pero no… Ahora es empezar de cero”, lamenta Leticia desde el albergue al que regresó cuando no les permitieron entrar ni a ella ni a su hijo en la Garita de El Chaparral.
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Ella y su hijo, además de su hermana, viven en el refugio Agape Misión Mundial, un espacio que alberga a más de 500 migrantes de diferentes nacionalidades, todos con la misma desesperación de lograr una cita a través de la aplicación que impuso desde enero el gobierno estadounidense como uno de los requisitos para pedir asilo.
Son casi las cinco de la mañana y, mientras los hombres duermen, las mujeres despiertan desde temprano en una habitación oscura y con un ambiente helado que les cala hasta los huesos.
El sol aún no se asoma, pero el cuarto empieza a iluminarse con las luces de los celulares.
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Tiqui-tiqui-tiqui... suena por todo el espacio sin parar, son todas ellas peleando con la aplicación por una cita.
“Otra pinchi semana que no se pudo”, dice una de las mujeres. “Ya no se hizo, hasta mañana”, añade otra desde las cobijas, en la parte alta de la litera donde duerme.
“¡Odio este escudo!”, lanza una más. La mujer que tampoco ha logrado sacar una cita se refiere al emblema de la CBP (Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza, por sus siglas en inglés), porque saben muy bien que cuando esa imagen sale en pantalla es para indicarles que hubo un error y deben volver a iniciar el proceso.
Antonia, una guerrerense que escapó de la violencia, llegó hace nueve meses y, desde enero, cuando fue activada la aplicación, no ha dejado de intentar obtener una cita para ella y su hijo, un adolescente de 16 años.
Se para y sienta, arriba y abajo, sin soltar el celular ni quitarle la vista de encima; de nuevo se para y se sienta, la desesperación se le escapa de las manos y la obliga a moverse de un sitio a otro como si eso, de algún modo, la fuera a ayudar.
Leticia, quien también vive en ese mismo refugio, fue una de las primeras migrantes en lograr una cita a través de la aplicación, desde que inició operaciones en enero. Pero aun cuando su cita estaba programada para ayer y la de su hijo, en un par de días más, personal de Migración mexicano le cerró la puerta en El Chaparral.
Su caso no es el único.
A diario, decenas de madres y padres pierden sus citas debido a que es prácticamente imposible generar una para la familia el mismo día y a la misma hora.
La única opción es cruzar sin sus hijos o perder su reunión. Arleen es una migrante haitiana que también tenía su cita programada. Llegó dos horas antes con su hija en brazos para hacer fila, pero al llegar con personal de Migración la respuesta fue la misma: dejar a su bebé o quedarse ambas. Cruzó.
La joven encargó a su bebé y las maletas a otra migrante que la acompañaba, una mujer de más de 60 años. Decidida, entró para hablar con autoridades estadounidenses y explicarles que era imposible obtener una cita juntas, pero mientras ella peleaba por su familia, oficiales de Migración amenazaban con llevarse a su bebé.
“¿Qué es usted de la niña?”, preguntaba un empleado de Migración a la mujer que cuidaba a la hija de Arleen. La señora, quien apenas entendía un poco de español, intentaba responderle en creole, pero el funcionario insistía y, al no tener una respuesta, lanzó la amenaza.
“Me voy a llevar a la bebé”, le advirtió, y antes de que pudiera acercarse, un grupo de migrantes se abalanzó alrededor de la mujer y del hombre e impidieron que se la quitara.
“No entiendo”, decía una de las migrantes que intervino, “si no podemos hacer citas en familias y no podemos cruzar, ¿entonces por qué nos van a quitar a nuestros hijos?, se trata de separarnos”, lamentó.
Organizaciones civiles realizan jornadas informativas para explicar a las familias cómo funciona la aplicación, con el fin de facilitarles que obtengan sus citas.
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