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Del 19 de septiembre de 1985 , Plácido Domingo recuerda, primeramente, una mañana tranquila en un hotel junto al Lago Michigan, en Chicago. La noche anterior había cantado en el ensayo general de “Otelo” para la inauguración de la temporada de la Ópera de esa ciudad, así que, al ser su día libre, decidió salir de su habitación y descansar un poco.
Marta, su esposa, salió a su encuentro: había escuchado de un temblor en México. “Al principio no nos preocupamos tanto porque en México tiembla todos los días, son muchos temblores pequeños”, recuerda el tenor.
Lo que siguió no fue fácil: el tener que conseguir un avión para viajar a México, abrazar a su madre para darle consuelo sobre el futuro incierto del hermano –quien finalmente falleció en el edificio Nuevo León, en Tlatelolco–, indagar entre lo incierto para hallar palabras esperanzadoras. Noches de desvelos, miradas de gente solidaria y pérdida.
“¿Que me quitó el sismo? Me quitó a muchos familiares, dejó a mi familia destruida, sobre todo a mi tía que era una mujer extraordinaria. Ella perdió tres hijos, primero tuvo dos gemelos y los perdió, y con el sismo también perdió este otro hijo. Además mi madre, que junto con mi tía, perdió a su hermano. Fue una tragedia verdadera, no se puede explicar”, dice.
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El tenor habla con EL UNIVERSAL desde Viena, ciudad que ha marcado su regreso tras el confinamiento por la pandemia con “Simon Boccanegra” de Verdi. Lo hace pensando en las enseñanzas que le dejó aquella experiencia en México de hace 35 años, como la entereza para reponerse ante la adversidad. “La fuerza de enfrentar a la tragedia cuando la tienes que vivir de primera mano, como cuando lees en los periódicos de estas tragedias que pasan en el mundo, y piensas, ‘qué pena…’, pero no puedes darte cuenta de lo que es hasta que lo estás viviendo”.
–Hubo un antes y un despueś del 19 de septiembre de 1985 en México, a usted se le recuerda por la solidaridad que brindó, ¿qué imágenes vienen a su mente al hablar de esa fecha?
Las imágenes tremendas de cuando encontramos a nuestro familiares sin vida. Hubo muchos artistas en aquel momento que venían a tratar de ayudar también, pero, claro, la ayuda que en aquel momento podían dar no era nada más que apoyo y soporte emocional, porque no había nada más que hacer.
Después de tantos días sabíamos que no podíamos tener noticias buenas. Un día, finalmente, encontramos a mi primo, a mis tíos y al pequeño de mi primo, pero su mujer se salvó: ellos estaban durmiendo en su cama y el niño, que era muy chiquillo, estaba en la cuna, entonces cuando empezó el temblor, claro, mi primo se levantó para ir a por el bebé y, en ese mismo momento, se cayó parte de la habitación, así que él y el pequeño no pudieron salvarse, pero la chica sí. Ella estaba esperando otro bebé, que al final es el que ha quedado, porque él vive, se llama Agustín. Es el hijo del terremoto.
– ¿Cómo fue ese día, cómo fueron esos minutos previos antes de que el terremoto irrumpiera? ¿Cómo recibió las noticias que le afectaron?
Estábamos en Chicago. Yo había cantado en el ensayo general de “Otelo” para la inauguración de la temporada de la Ópera de Chicago. El 19 me acuerdo que estábamos en un hotel muy cerca del lago, era un día libre y por eso bajé a descansar un poco. Mi mujer, Marta, que se encontraba en la habitación, se enteró de que había temblado en México y al principio no nos preocupamos tanto porque en México tiembla todos los días y son muchos temblores pequeños, pero enseguida tuvimos noticias de que el edificio donde vivía mi primo con su mujer, con su hijo y un hermano de mi mamá, un tío mío con su mujer, cinco personas en total, se había derrumbado. Por suerte mis padres vivían en otra parte de la ciudad y mi hermana también, entonces el resto de mi familia estaba a salvo, pero de los familiares del Edificio Nuevo León no se sabía nada, nos sobrecogió una preocupación tremenda.
Además no había mucha comunicación, por suerte teníamos unos amigos –la familia de Miguel Alemán–, ellos tenían contacto con Televisa y a través de ellos nos enteramos de todo. Por eso en seguida y sin pensarlo mucho, al día siguiente viajé a México. Teníamos unos amigos que tenían un avión privado y nos ayudaron para poder salir inmediatamente.
En cuanto llegamos a México fuimos a casa de mis padres y de mi tía, la hermana de mi madre, porque su hijo era el que vivía en el edificio que se había caído. Así empezó la lucha tremenda, me fui a la zona donde estaba el edificio derrumbado con mi hijo Pepe y con mi cuñado Alfonso, marido de mi hermana, para ayudar en la búsqueda bajo los escombros.
– Se le recuerda por su solidaridad, ¿usted tiene algún recuerdo de la unión de la gente? ¿Algún rostro amigable, manos solidarias, personas que le hayan marcado por su apoyo durante la remoción de escombros?
Desde luego, la manera de cooperar de todos los que estaban ahí. Fue increíble. A través de los años la gente de México recuerda estos días tremendos que pasamos ahí. El recuerdo más grande hablando de solidaridad es del grupo de Los Topos, los llamaban así porque podían meterse por todas partes, y donde quiera que ha habido un terremoto, en cualquier lugar del mundo, ellos han ido a ayudar. ¡Son fantásticos!.
Me acuerdo también que se necesitaron perros rastreadores especialistas y no los había en México e hice una declaración por televisión pidiendo ayuda, y entonces vino a México la esposa del presidente Reagan (Nancy Reagan) y ayudó a que se trajesen los perros. También vino a México, como embajador de los Estados Unidos, Jean Gabin, un actor famoso que tenía también un encargo político.
Pero el recuerdo que más me emociona es del cariño de la gente, nunca lo voy a olvidar.
– ¿Cómo fueron esos días de rescate para usted?
La verdad es que era un momento tremendo porque estábamos todo el día tratando de dar fuerzas a mi mamá y a mi tía. Les decíamos que todavía había tiempo, aunque no los encontrábamos, que creíamos que podía haber alguna esperanza, porque todavía eran los primeros días...
Lo que recuerdo fue trabajar todo el día, ir a dormir quizás tres horas o cuatro, una ducha y volver otra vez a estar con toda la gente y con los rescatistas. Eso pasaba todos los días, íbamos, regresábamos, y, de nuevo, tratábamos de decirle a mi mamá y a mi tía que no se preocupasen, que todavía estaba saliendo gente con vida.
Y también me di cuenta de que todos habíamos perdido a alguien, el niño que había perdido a sus padres, a los abuelos, padres que perdieron a sus hijos, nosotros también habíamos perdido a nuestros familiares. Muchísima gente había perdido también sus viviendas, sus pertenencias, fue por eso que decidí seguir en este camino de solidaridad.
Después de esto inmediatamente yo vine aquí a Viena para cantar “La Fanciulla del West” y empecé la grabación del “Otello” (film-opera) con Zeffirelli y entonces ese año hicimos en el Petruzzelli de Bari, el primero de una serie de conciertos de beneficencia.
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– Aquellos fueron tiempos difíciles, ahora mismo por el Covid-19 lo son, en aquel momento la solidaridad fue importante para salir adelante de la tragedia, ¿qué considera que deberíamos hacer como sociedad para sortear estos fenómenos?
La solidaridad fue importante para salir adelante de la tragedia, y naturalmente también hoy en día necesitamos esta solidaridad. Creo que el mundo se ha despertado de pronto y ve todo como una tercera guerra mundial. Es decir, con las pérdidas de vidas y todos los enfermos, también la situación económica, la situación tremenda en que se encuentran tantas personas que no tienen trabajo. Todo parece una verdadera hecatombe, como una guerra mundial.
El hecho de haber tenido que estar todos en familia de cuatro o cinco personas, quizá en un cuarto, pasando ahí meses y meses, puede parecer difícil, pero, en general, todo este sufrimiento ha hecho verdaderamente necesaria la solidaridad y sigue siendo necesaria porque no sabemos dónde vamos a llegar, qué va a pasar.
– Se sabe que en 1985 la gente actuó incluso primero que el gobierno, ya ha pasado mucho tiempo de eso. Usted dijo hace cinco años, en Tlatelolco, que esperaba que esas imágenes no se repitieran, pero tuvimos otro sismo en 2017. Aunque son fenómenos diferentes, con gobiernos distintos, de nuevo la gente dio el ejemplo. ¿Tiene algo que decir al respecto?
Que es una tremenda coincidencia que hubiera otro sismo hace tres años, el mismo día, el 19 de septiembre. En esos días me encontraba muy lejos de México y no pude hacer nada en persona más que ayudar económicamente a las iniciativas de Carlos Slim, que igualó toda donación al cinco por uno, y también a la Cruz Roja Mexicana. Sé que muchos artistas se unieron en fraternal solidaridad para ayudar en todo lo que pudieron.
– Finalmente, Maestro, muchísimas personas perdieron todo y continuaron, ¿a usted que le quitó y que le dio el sismo?
¿Qué me quitó el sismo? Me quitó a muchos familiares, dejó mi familia destruida, sobretodo mi tía que era una mujer extraordinaria y perdió tres hijos, primero tuvo dos gemelos y los perdió y con el sismo también perdió este otro hijo, y además mi madre, que junto con mi tía, perdió a su hermano, o sea que fue una tragedia verdadera, no se puede explicar...
¿Qué me dio? Tampoco sé cómo explicar, puede que la fuerza de enfrentar a la tragedia cuando la tienes que vivir de primera mano, como cuando lees en los periódicos de estas tragedias que pasan en el mundo, y piensas, “qué pena...”, pero no puedes darte cuenta de lo que es hasta que lo estás viviendo.
Además de lo realizado en la Ópera de Viena, Plácido Domingo está por retomar su gira italiana en octubre, en Florencia, con “Nabucco”, para continuar por Bérgamo con “Belisario”, seguida de la ciudad de Piacenza, dirigiendo el “Requiem de Verdi” y, a final de noviembre, en el Teatro alla Scala de Milán con un concierto. En octubre, tiene previsto regresar al Bolshoi de Moscú para dirigir una función de Manon Lescaut y cantar una Gala. A principios de diciembre se integrará a la Ópera de Montecarlo cantando “I Due Foscari”.