La inocente y enamorada “Babi” de la película “Tres metros sobre el cielo”, ha crecido.

María Valverde, la madrileña que en 2010 se convirtió en ícono de la cultura pop española y que permeó al público joven latinoamericano, saltó a la dirección de cine.

Aprovechó la experiencia actoral de casi 30 producciones, entre ellas “Exodo: Dioses y reyes”, dirigida por Ridley Scott, para ponerse detrás de cámara para el documental “El canto de las manos”.

La cinta que ha tenido funciones especiales en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara y que le otorgó el sello de Cine Incluyente, sigue a tres venezolanos sordos que pretenden montar, en lengua de señas, el “Fidelio” de Beethoven, dirigido por Gustavo Dudamel.

“El canto de las manos” ya se estrenó en España y captó buenos comentarios por parte de la crítica.

Muestra a sus protagonistas pasando por momentos personales y profesionales complicados, como el de sus relaciones amorosas. Pero también motivantes como cuando Jennifer, una de las estelares, toca el cuello del cantante que la va a acompañar, y descubre al tocar la vibración de su garganta, el nivel de energía que requiere mostrar con sus movimientos.

“Pudimos viajar con ellos en etapas, desde la preparación y las audiciones. Teníamos siete intérpretes para la traducción porque nosotros grabábamos y grabábamos, estábamos constantemente robando momentos, intentando que no fuéramos vistos por ellos, poníamos la cámara y ya, no hay nada guionizado, fue en la sala de edición donde creamos la historia”, cuenta María.

Ponerse la gorra de directora ha sido, apunta, un paso natural. Y el tema no le ha sido desconocido, porque su mamá ha sido enfermera en colegios con niñas y niños que presentan alguna discapacidad.

“Desde siempre necesité dar visibilidad a gente que no tiene esas oportunidades. Vivirlo de cerca con mi compañero de vida (Dudamel) ha sido natural, era como la combinación perfecta para darle visibilidad a la comunidad sorda que está privada de muchas cosas, como el acceso a la educación, a la sanidad”, comenta María.

Detalla que el grupo se comunica a través de su cuerpo, por lo que era necesario marcar mayor distancia cámara-elenco, pues debía observarse ante la cámara su lenguaje de señas.

“Era importante que los planos respiraran, ver sus manos, sus brazos, su expresión corporal para que esto fuera aprendizaje para el mundo de cómo podemos comenzar a entender, que no solamente somos lo que decimos, sino que hay mucho más allá”, indica María.

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