Amat Escalante contaba con 15 años de edad cuando optó por dejar la escuela.
No fue algo que sorprendió a su familia, pues su propio padre, el pintor y músico Óscar Escalante, decía continuamente que las aulas no servían y el aprendizaje se encontraba en otro lugar.
Fue a esa edad que durante tres trabajó fuerte para comprarse una cámara y una grabadora de sonido, con las que comenzó a filmar la historia de un adolescente adicto, abusado por una mujer que presuntamente desea ayudarlo.
Sin preparación académica de por medio, tardó casi un sexenio en terminarlo. En 2002 y bajo el título de “Amarrados” logró ser aceptado por Expresión en Corto, festival de cine en Guanajuato, especializado en cortometrajes.
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“Werner Herzog (Aguirre, la ira de Dios) decía que el cine es el arte de los analfabetos y así me sentí yo con ese corto que hice a los 15 años”, contó en su momento.
Y así comenzó su periplo en el mundo cinematográfico, con dos banderas: la de retratar la violencia, no necesariamente donde hay golpes físicos, y la necesidad de utilizar actores naturales, mayoritariamente, en sus historias.
Lo primero se ve desde Sangre, su ópera prima que obtuvo el premio Fipresci en Cannes 2005, en donde un hombre pierde el control de su vida rutinaria con la llegada de su hija.
Luego en Heli, por la cual fue condecorado en el mismo certamen como Director, abordó la manera en que el narco ha trastocado a México; con Los bastardos, la violencia escala hasta volarle la cabeza a una mujer con una bala, es sólo el resultado de un cúmulo
La región salvaje, ganadora en Venecia, le sirvió para abordar la ciencia ficción como una manera de contar lo drástico de la vida.
“Tal vez soy un poco negativo”, dijo al Diccionario de Directores del Cine Mexicano de Perla Ciuk, hace más de una década.
Hijo de padre mexicano y madre norteamericana, Amat nació en Barcelona, pero a los seis años llegó con la familia a Guanajuato, donde prácticamente ha vivido toda su vida.
Enamorado de contar historias con la cámara, quiso tomar clases de cine, pero no lo logró más que unos talleres. Se obsesionó con películas como Naranja mecánica, la cual vio por meses una vez al día, y que de alguna manera sirvieron a su formación visual.
Consiguió admisión en el Talent Campus de Berlín en 2004. donde tuvo contacto con varios realizadores y, a su regreso, fue aceptado por Carlos Reygadas (Japón y Luz silenciosa) para ser su asistente en la controvertida Batalla en el cielo.
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“Hacer cine no es como ser cirujano, donde si haces algo mal pones en riesgo una vida”, ha dicho sobre el ser autodidacta.
Aún ahora, luego de que en Narcos: México trabajó por vez primera con actores como Tenoch Huerta y Diego Luna, no deja de lado su esquema de trabajo que lo ha llevado a reconocimiento internacional.
Con Perdidos en la noche, que este jueves tendrá su premier en Cannes, el realizador de 44 años contó con una coach que enseñó a Bárbara Mori y Fernando Bonilla a desapegarse del guión, sólo improvisar y retomar el texto original hasta una semana antes del rodaje, para aprenderse los diálogos. Sólo eso.
“Y de esa forma, responder a los estímulos que nos lanzaba”, cuenta Mori, quien interpreta a una mujer de clase acomodada, parte del universo de un joven que busca a su madre desaparecida.
melc