Cada semana aparecen en redes sociales retos que en cuestión de minutos son replicados en todo el mundo y que pueden llevar a la fama a quienes los iniciaron. En marzo, la fue la cantante brasileña Anitta, cuya coreografía de su sencillo “Envolver”, llevó su tema a posicionarse como número dos en Spotify (con 3.5 millones de reproducciones) y a acumular 70 millones de visualizaciones en YouTube en muy poco tiempo, lo que inspiró miles de versiones del mismo baile.

Pero, ¿en qué momento se convierte lo hecho en un efecto viral?, ¿qué elementos se conjugan para que un reto se vuelva un fenómeno? Alejandro Byrd Orozco, doctor en educación e innovación tecnológica por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) y la Universidad de British Columbia en Canadá, explica que para que esto se cumpla, hay que “pensar menos y decir o hacer más”.

“La viralización depende de eso, de la ausencia de pensamiento y si alguien hace algo diferente como entrar en procesos reflexivos y ponerse a pensar lo descalifican, es un fenómeno interesante”, explica.

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Byrd señala que a pesar de que en redes sociales se están haciendo proyectos para abordar temas como la ecología o la participación social, éstos no logran hacerse virales como los de los influencers, lo que refuerza su teoría.

“Ocuparse en ejercer una conducta ciudadana y en contribuir a su barrio para mejorarlo les parece algo aburrido, prefieren subirse a la locura, finalmente la demencia cuesta cara, pero paga poco”, dice.

El problema, ahonda, radica en que hay una grave crisis de identidad, la gente no sabe quién es o su propósito de vida, lo que la hace subirse a cualquier escenario que la atrape; es ahí donde radica lo atractivo de estos retos virales, que hacen sentir a las personas que son parte, al menos por un momento, de algo que parece ser importante.

“La viralización comienza con algo aparentemente simple, como un acto anecdótico, porque son ganchos a una atención montada hacia la competencia”, enfatiza.

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Los primeros fenómenos

En 2013 se registró uno de los primeros fenómenos virales de Internet, cuando se lanzó el video en YouTube , “Harlem shake”, creado por el blogger cómico, Filthy Frank, en el cual aparece una persona con máscara de caballo bailando en medio de un grupo de individuos que no le prestan atención; segundos después, todos bailan. En menos de 10 días, ya se tenía más de 11 mil versiones del mismo. Desde ese momento, cientos de retos se han realizado en la red hasta el día de hoy, los cuales van desde usar una almohada como vestido, hasta simular ser una tabla en cualquier espacio y lugar.

Un año después apareció otro challenge que se hizo tan popular que logró que figuras como Mark Zuckerberg , Oprah Winfrey, Steven Spielberg, Jennifer Lopez y Robert Downey Jr., por mencionar algunos, se unieran. Se trató del “Ice bucket challenge” (o el reto de la cubeta de hielo), que se hizo con el fin de recaudar fondos para el estudio de la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), además de crear conciencia sobre esta.

La era de la banalidad

El especialista destaca que por primera vez en la historia de los medios de comunicación, plataformas digitales como Facebook o TikTok permitan tener una retroalimentación inmediata con quien recibe el mensaje, algo que, por ejemplo, no pasaba con la televisión, en donde no había forma de saber la reacción del público.

“En la horizontalidad que ofrecen las redes sociodigitales se encuentra la posibilidad de comunicar, aunque no necesariamente se hace, eso depende de otros factores que tienen que ver más con la intención con la cual se emite un mensaje, la capacidad de lectura y de respuesta del mismo y que eso genere una relación argumentativa o ideológica, eso para mí es una oportunidad de al fin hacer comunicación, aunque no lo estemos haciendo todavía pero ya tenemos los medios”.

En este sentido, Byrd lamenta que en esta nueva era, empezar un proyecto dirigido al bienestar socioemocional como los nuevos modelos de aprendizaje, trabajo o socialización surgidos en la pandemia, parece menos importante que hablar de temas insulsos y productos del ocio.

“Perdimos la oportunidad (de hacer comunicación) porque dejamos el medio para cualquier cantidad de sin sentidos, lo que estamos viendo en escena es más del imperio de la banalidad”.

El experto advierte que al ser las plataformas digitales un medio donde no existe un control sobre lo que se publica, la gente pueda toparse con algunos desafíos peligrosos. Basta recordar retos como el de la “Ballena azul”, que iba desde morder cápsulas de detergente, tragar canela en polvo, bajarse de un carro en marcha y bailar, hasta hacerse cortes en el cuerpo o cometer suicidio.

El también profesor en el área de métodos de investigación en comunicación colectiva en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán destaca que más allá del alcance de millones que logren generar, el problema de los retos virales es su poca duración y permanencia en la memoria de las personas. Por ejemplo, ya no se realiza el reto de lograr los labios de Kylie Jenner, simular ser un maniquí, realizar actividades con los ojos vendados como en la película de “Bird box”, o el reto de los 10 años, donde la gente mostraba sus cambios en una década.

“(Los challengers) son golpes que parecen letales pero que duran poco. Aún recuerdo cuando me entrevistaron sobre los XV años de Rubí , me preguntaban, ¿esto cuánto va a durar? Yo les respondí que nada, a lo mejor viene otra Rubí con otros efectos virales pero ésta ya no, es como un flashazo en los ojos que dura segundos; el punto es que nos estamos acostumbrando a que sean como instantáneas, pasa uno, nos metemos al frenesí y cuando nos damos cuenta ya nos bajamos, pero viene otro y se repite el ciclo”, finalizó Byrd.