La música tensa, las escenas lentas, murciélagos, lobos, los paisajes boscosos y los rituales mágicos son elementos que han estado presentes en cualquier adaptación no autorizada de la novela Drácula (Bram Stoker, 1897), la cual, por problemas de derechos de autor, en la pantalla grande siempre se ha nombrado Nosferatu.
Y cada adaptación cinematográfica, de las cuatro que existen hasta ahora, cuenta con sus particularidades, lo que implicó un desafío para el director Robert Eggers, quien en su reinterpretación del filme de 2024, que llega a salas de cine el 1 de enero, buscó distinguirse por una atmósfera más oscura y profundizar en el ocultismo.
Willem Dafoe es uno de los personajes centrales: un científico que se debate entre la ciencia y las creencias metafísicas.
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“No supe la importancia de mi personaje hasta que lo hice”, reconoce Dafoe en entrevista.
“Mi preparación incluyó leer materiales que Robert me recomendó. Cosas sobre las leyendas de los vampiros, Rumanía, lo oculto. Traté de aproximarme a lo que mi personaje estudiaría o le interesaría. Ese fue el punto de partida. Luego trabajas con los elementos externos, y así es como te sumerges”.
Pero, además de los componentes narrativos tradicionales de esta historia del vampiro Orlok (nombre que tomó Drácula en el cine debido a los derechos de autor), Eggers quiso replantear otra dimensión: la de género, al dar mayor peso al personaje femenino.
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En esta versión, Ellen Hutter, interpretada por Lily-Rose Depp (hija de Johnny Depp), se convierte en un eje central: es ella quien, a través de su conexión emocional y sus deseos, invoca al vampiro, redefiniendo la dinámica y otorgándole gran peso en la historia, lo que enriquece su enfoque contemporáneo.
“Ahora Nosferatu, más que antes, es la historia de la protagonista femenina”, reconoce el director.
“Quisimos enfatizar en la imagen de ‘La muerte y la doncella’. Creímos que es un tema poderoso. Está presente en la película de Murnau (la adaptación de 1922) y en algunas versiones posteriores de Drácula, aunque de otras maneras. Pero creo que en esta película esa imagen es quizás más evidente e importante”, explica Eggers.
Ellen redefine el mito
El concepto de “La muerte y la doncella” tiene raíces en la tradición artística cultural europea, y está presente en la pintura, la música y la literatura. Simboliza el encuentro entre la juventud y la muerte, explorando la vulnerabilidad, el deseo y lo inevitable. En Nosferatu, Ellen encarna esta dualidad: su conexión con Orlok representa tanto la atracción hacia lo desconocido como su papel en un sacrificio que redefine el mito del vampiro, dotándolo de profundidad.
La decisión de darle más protagonismo al personaje femenino, que sufre la partida y desaparición de su esposo, es algo que Eggers ya tenía decidido, pero algo surgió espontáneamente: la relación profunda de amor y rechazo entre el vampiro y su objeto del deseo.
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“Cuando escribí el guión, intentaba algo distinto”, explica Eggers.
“Estábamos en la sala de ensayos con los protagonistas, junto a Marie-Gabrielle Rohde, la coreógrafa que trabajó con Lily, y ella me desafió a abordar esa relación desde un enfoque más íntimo, como lo hice de joven en una obra de teatro. Y surgió. Esa fue la clave.”
La premisa de esta nueva historia, sin embargo, es la misma: Thomas Hutter, un agente inmobiliario, viaja al castillo de Orlok para concretar una venta, sin saber que ahí liberará al vampiro, guiándolo hacia su verdadero objetivo, la doncella, y provocando que Orlok desate la peste en toda la ciudad.
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Hacia el lado oscuro humano
Pero en esta versión, reconoce el realizador, todo está aún más inmerso en el ocultismo.
“Siempre he estado más interesado en Darth Vader que en Luke Skywalker, las brujas, los vampiros y los fantasmas. Tal vez mi psiquiatra tenga la respuesta, pero precisamente eso fue lo que buscamos, que todo se alejara de los problemas humanos de Orlok.”
Un personaje clave para ello es el de Dafoe, quien da vida al profesor Albin Eberhart von Franz, un científico que, aunque es fiel a su área, conoce todos los secretos de los vampiros y el ocultismo.
“Él mantiene dos posturas. Se balancea entre ambas dependiendo de la situación, porque respeta la ciencia”, detalla el actor, quien ya exploró el mito de Nosferatu en La sombra del vampiro (2000).
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En esta película, Dafoe interpretó al icónico Max Schreck, una versión ficticia del vampiro real detrás del rodaje de la película de 1922, actuación que le valió una nominación al Oscar como Actor de reparto.
“Como muchas personas, cree en lo oculto, pero también es pragmático. Tiene un pie en la ciencia, pero ésta no necesariamente refuta lo sobrenatural, ni lo oculto. De hecho, en algunos casos, diría que incluso lo apoya”, ironiza Dafoe.
Esta dualidad, lo lógico frente a lo irracional, es algo que define al Nosferatu de hoy, explica el director:
“Está menos humanizado que los vampiros del siglo XX; es mucho más demoníaco y primitivo que en cualquier otra versión. Pero Bill Skarsgård (Orlok) aún necesitaba mostrar su vulnerabilidad; no funcionaría sin esa sensibilidad”.