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Más que ser una banda de rock, U2 demostró en su visita a México que es algo como una religión, una bajo la que millones en el país y el resto del mundo se sienten cobijados.
Con su segundo show en la ciudad U2 se consolidó como un credo al que más de 65 mil mexicanos le prodigaron respeto, amor y veneración este miércoles en el Foros Sol.
El pretexto que trajo a la banda de nueva cuenta tras seis años de ausencia fue el disco que es pieza clave en su carrera. The Joshua Tree (árbol de Josué), nombre del álbum, es una planta a la que le fue dado su nombre por un grupo de mormones al llegar al desierto de Mojave; maravillados con el árbol les recordaba la historia bíblica de Josué, discípulo de Moisés, ya que tiene una forma particular en la que parece que posee manos levantadas hacia el cielo, implorando la ayuda de Dios.
Quizá haya sido una casualidad, pero la banda regresó a México tras los sismos que vivió este país en recientes semanas con su The Joshua Tree, y por más de dos horas pareció que el grupo era ese árbol bíblico que extendía sus ramos para cubrir a los mexicanos.
Su líder dejó de ser Bono para convertirse en Josué y con su música brindó apoyo a los mexicanos.
Durante la interpretación del álbum la gran pantalla ondulada que el grupo traía como parte de su producción mostró el gran árbol, que estaba ahí para cobijar a los presentes y dijo Bono “para que sepan que no están solos, el resto del mundo está con ustedes”.
La segunda noche, a diferencia de la primera, estuvo menos llena de referencias hacia los mexicanos pero sí con un fuerte discurso social.
Se pudieron escuchar canciones como “Beautiful day”, en el que la agrupación alzó la voz sobre el muro que se planea construir en la frontera norte. Bono habló acerca de los dreamers, que quizá tengan que ser deportados al país de sus padres.
Tras más de dos horas de show y luego de interpretar clásicos como “Elevation”, “Vertigo”, “Ultraviolet” y “One”, U2 se despidió, alzando una bandera de México, besándola y agradeciendo a su fiel público.