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Desde temprano, al edificio con el número 12 de la calle Palenque en la colonia Narvarte, comenzaron a llegar algunos amigos y alumnos de Armando Vega Gil. Sin poder contener el llanto , se asomaban por una de las ventanas de su departamento en planta baja, lo llamaban al celular sin éxito y hacían otras llamadas para localizar su paradero . Una de ellas, dijo ser su mejor amiga . Tras una llamada que palideció sus rostros, se fueron del lugar sin decir más.
La vecina de enfrente,
una mujer mayor, cuenta que en la mañana vio a gente afuera del departamento, pero no policías, y que Armando llevaba años viviendo allí , en ese pequeño departamento. Era reservado y amable , recuerda.
Otra, dice que lo vio hace una semana y que él, como siempre, la saludó, solo que a diferencia de otras veces le pidió que se cuidara mucho. Lo recuerda como un hombre más bien solitario , constantemente de viaje, aunque de cuando en cuando llegaban alumnos a su taller y si no, un niño pequeño (su hijo) .
Otros vecinos de edificios aledaños
que lo conocían también se alarmaron y llegaron a preguntar si le había pasado algo al maestro. Al saber de la noticia dijeron “¡Cómo, si anoche salió en una entrevista en la tele!”.
Alrededor de las once de la mañana
, ninguna autoridad estaba en la entrada del departamento. Por una de las persianas blancas que cubrían el interior del departamento se veía un libro de arquitectura, algunos recibos y en la pared, varios cuadros , uno de ellos de d os calaveras viéndose frente a frente.
Dos de sus alumnos del taller de creación literaria
prefirieron no dar comentarios, pero señalaron que hacía tres semanas aproximadamente que habían tenido clase con el maestro. Estaban consternados, lloraban.
Más tarde, llegó una joven muy afectada que estuvo un largo rato sentada junto a la puerta del departamento. Dijo ser amiga de Armand o, pero no habló más y antes de irse, se pegó a la puerta y dijo unas palabras muy quedito.
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