
Cantó pop con alma rockera, protagonizó películas junto a Robin Williams, Sean Penn y Arnold Schwarzenegger, y se convirtió en un ícono para millones de personas con temas como “Acaríciame” y “Noche de copas”.
Tenía fama, éxito, proyección internacional. Pero un día, en pleno auge, lo dejó todo.
María Conchita Alonso fue, durante los años 80 y 90, una de las latinas con mayor visibilidad en la industria del entretenimiento. En el punto más alto de su carrera se alejó de los escenarios, de la música y del cine, para enfocarse en temas sociales.
En los 2000, volcó su energía en el activismo. Denunció al chavismo, participó en foros, concedió entrevistas y se convirtió en una de las voces más visibles del exilio venezolano.
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Con el paso del tiempo, sus opiniones también encontraron eco en ciertos sectores conservadores de Estados Unidos, lo que provocó incomodidad.
En 2014, renunció a una obra en San Francisco luego de que su apoyo público a un político generara polémica. Por todo ello, ha preferido alejarse de la política y enfocar su energía en su carrera artística y en el cariño del público que la apoya.
“Fue una causa perdida (su activismo político). No me arrepiento de haber luchado, sino de cómo lo hice”, dice la cantante y actriz venezolana en entrevista con EL UNIVERSAL.
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A sus 70 años, admite que no repetiría ciertas decisiones. Prefiere enfocarse en lo que le da paz: la música, su madre y los proyectos que la mantienen activa. Alista disco con las sonoras Santanera y Dinamita, y tendrá una presentación especial este viernes en el Lunario.
¿Qué tan importante fue tu paso por Hollywood para cambiar la visión del latino en la industria?
En Moscow on the Hudson (Moscú en Nueva York), con Robin Williams, hice un papel de italiana, pero rompí con la imagen que tenían de los latinos: no era drogadicta, ni mafiosa, ni la que limpia casas. Desde ahí empecé a darle la vuelta a los estereotipos. Mostraban solo a los migrantes pobres o delincuentes. Claro que existen, como en todo, pero también hay ingenieros, doctores, arquitectos, periodistas. Eso también somos.
¿Hubo momentos en que dijiste no a una oportunidad por esa visión?
Sí. Después de mi participación en "La niñera", los productores querían hacer mi propia serie, pero la rechacé. Querían que mi personaje fuera una venezolana pobre que llegaba en avión con gallinas, sandalias, la mamá sin dientes… Y dije que no. Si en ese momento hubiera más series con latinos educados, no me habría molestado.
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¿Te arrepientes de algo?
Sí. Me arrepiento de haber dicho que no a la serie de NBC sin haber buscado una alternativa, y sobre todo, de haber dejado mi carrera cuando estaba en la cima, tanto en la música como en Hollywood, para dedicarme al activismo político por Venezuela. Fue una causa perdida. No me arrepiento de haber luchado, sino de cómo lo hice. Lo pienso y todavía me da rabia, porque no sirvió para salvar vidas ni para cambiar nada.
¿Te pesa ese episodio hoy?
Cada vez que pienso que abandoné mi carrera me da una rabia... Es algo que todavía tengo por dentro, que no he podido eliminar. Saber que lo que hice no sirvió para nada: ni para salvar vidas, ni para salvar mi país, ni para continuar en el lugar en donde estaba en ese momento. Es algo que hoy día continúo trabajando mucho. Fue un error, pero somos humanos.
¿Esa experiencia cambió tu forma de ver el mundo?
Sí. Por eso cuando alguien no piensa como yo, tengo que respetarlo, aunque no esté de acuerdo. No sabemos lo que esa persona ha pasado. Cuando políticamente me encuentro con alguien que no piensa como yo, no lo insulto. Para mí, la palabra más importante del vocabulario es respeto.
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¿Sigues opinando públicamente sobre política?
No, ya no aprieto tanto sobre las cosas en Venezuela, me he alejado de la política, porque la política no me ha hecho ningún bien… pero muero de las ganas de seguir poniendo cosas.
Entonces, ¿quién es hoy María Conchita Alonso?
Alguien que sigue disfrutando lo que hace y que entiende que el propósito de estar aquí, en este plano, es aprender, enseñar y ayudar. En eso, siendo la misma de cuando tenía 20 años.
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