
María Fernanda Prieto tenía seis años cuando, en su escuela, hubo un concurso de dibujo sobre lo que significaba la electricidad. Mientras sus compañeras plasmaron lugares como la oficina y el consultorio del dentista, ella bosquejó un set de cine con sus luces. Y ganó.
“Para mí ese era un lugar mágico en el que todo podía pasar. Yo veía a mi papá ahí y era como ver a un niño chiquito jugando y yo, como niña chiquita, era pensar que podía hacer eso de grande”, recuerda.
Al final, la joven no podía ir contra sus raíces, pues es hija de Rodrigo Prieto, el cinefotógrafo mexicano nominado cuatro veces al Oscar por su trabajo en títulos como Secreto en la montaña, El irlandés y Los asesinos de la luna.

Ahora María Fernanda sigue el camino de su papá en el cine, pero desde la óptica de la dirección. Este domingo presentó, en la competencia oficial del Festival Internacional de Cine de Morelia, su cortometraje El sarape, que contó con la fotografía de Rodrigo.
La idea nació el año pasado en el barrio hispano Boyle Heights de Los Ángeles, donde radicaba, y en el que conoció el restaurante El sarape, propiedad de migrantes desde hace 20 años, quienes le platicaron cómo habían llegado a EU y luchado por sobrevivir.
“Quedé enamorada del espacio, tiene una magia especial, por ejemplo un altar para el padre de la dueña, que ya murió. Ese día escribí el guion”, cuenta María Fernanda.
“El corto trata de una niña de ocho años cuyos papás son dueños de este restaurante y todo ocurre en un día que se hace noche, en un plano secuencia. La niña se encuentra en esa etapa de la inocencia de ser niña chiquita, pero que ya se está dando cuenta de lo complicado que es el mundo de los adultos. Ve los sacrificios que han hecho para que ella tenga una vida mejor que la que ellos han tenido”.
El sarape, de nueve minutos de duración, está hablado en inglés y español. Es protagonizada por la niña Hannah Zamora, a quien encontró mediante casting. Luego de Morelia seguirá su corrida festivalera en los meses siguientes.
Hijos de tigre
María Fernanda engrosa la lista de hijos de cineastas que han optado por seguir los pasos de sus padres en el universo cinematográfico.
Jonás Cuarón, hijo de Alfonso, contabiliza cuatro largos entre ellos Desierto y Chupa.
Mariana y Santiago, hijos del escritor Guillermo Arriaga, debutaron en 2024 con A cielo abierto.
Mateo Cuarón, hijo del escritor Carlos, es músico y participó en el filme Amalgama de su padre, mientras que Daniel Mandoki, hijo de Luis ha sido actor en filmes como Olimpia.
En su caso, explica María Fernanda, la colaboración con su padre se dio de manera natural, aunque no planeada, porque con quien pensaba trabajar, Nico Aguilar estaba ocupado.
Un día, mientras buscaba a quién invitar a su cortometraje, se volteó hacia el productor Ben Narich y le preguntó si estaría loco sondear a su papá.
Rodrigo y María Fernanda ya habían trabajado juntos en Pedro Páramo, él como realizador y ella como responsable de la segunda unidad. Aparte que desde niña, las incentivó a ella y su hermana Ximena, ahora escritora, a hacer cosas.
“Siendo niña hubo un cumpleaños donde dirigí una película que mi papá escribió. El invitó a mis amigas, él tenía la camarita, él escribió el guion y me dijo: ‘tú eres la directora, tienes que decir a todos los actores qué hacer’. Ya en la escuela de cine me habían preguntado que cuándo trabajaría con él y yo sabía que no estaba lista”.
María Fernanda reconoce que para compartir set con su papá en el nivel que está, necesitaba antes trabajar en sus propios proyectos.
“Crecer como directora, sentirme cómoda en mi propia piel y que cuando pasara, él fuera un colaborador. Aquí le mandé el guion, le dije que sería un honor que aceptara. Siento que este proyecto fue justo porque también es una carta de amor a la familia”, dice.
La carrera de María Fernanda, quien procuró no ir con el apellido por delante (ocultando en ocasiones el parentesco), inició desde abajo, como ir a la tintorería por la ropa de un director o ser la responsable de estar al cuidado de que los transeúntes no pasaran por una calle de rodaje.
“Me tocó como asistente de producción trabajar con gente que no te pela, que no te ve como ser humano, pero al final del día para hacer una película todos importan y eso lo tengo claro”, indica.
“A mí siempre me llamó la atención la dirección, veía cómo los directores hablaban con los actores y eso me atrapó más que la cámara, la cual me intimida hasta hoy (risas). O sea sí es de ¡Wow!, la iluminación, es magia, pero no le entiendo para nada, por eso trabajo y colaboro con gente que sí sabe”.
La realizadora prepara un nuevo cortometraje y lo que será su ópera prima.
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