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Laureano Brizuela admite que desde hace 40 años carga con un título que no pidió, pero que lo definió para siempre: El Ángel del rock.
Lo que nació como una alegoría en plena guerra fría, la historia de un sobreviviente que, en vez de tomar un fusil, tomaba una guitarra, terminó convertida en el nombre de un movimiento, una estética y una postura frente al mundo.
Cuatro décadas después, el cantante habla de la música desde adentro: la del folclor argentino en el que creció, la del pop latino, la del rock que abrió puertas en la televisión mexicana y la del productor que acompañó a artistas en Puerto Rico y Estados Unidos.
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“La peor maldición de un artista es ser un artista de moda. Las modas pasan, la música que trasciende no. Yo sigo creyendo en el trabajo bien hecho, en la estructura y en la honestidad, no en correr detrás del algoritmo”, dice a EL UNIVERSAL.
Nacido en Salta, Argentina, en una familia de científicos y artistas (su padre era químico farmacéutico, su madre bioquímica y su abuelo pintor), creció entre libros y laboratorios, pero la música lo atrapó desde niño: a los seis años ya era profesor de piano.
Tras estudiar Derecho y Musicoterapia, abandonó ambas carreras, a los 22 años, para dedicarse por completo a su vocación, firmando con CBS Argentina y destacando pronto con éxitos como “¿Por qué te quiero tanto?” o “Nos quisimos, nos amamos”.
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Hoy observa la industria como un ecosistema saturado, dominado por la inmediatez y la producción en serie.

Para él, la dinámica actual ha reducido la profundidad del oficio musical. Antes había un proceso completo: preproducción, estudio, músicos, arreglistas, mezcla, concepto. Hoy, dice, muchos proyectos nacen como contenido y no como canciones.
“Hay productos que son pura circunstancia. Se aprovechan del momento y no dejan nada. No tienen estructura, lenguaje, no tienen alma”.
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Un ángel de cuero en la tv
A inicios de los años 80 llegó a la Ciudad de México para relanzar su carrera y encontró un territorio fértil para desarrollar un romantic rock con tintes anglosajones que no existía en la escena local.
Su álbum El Ángel del rock de 1985 marcó un antes y un después, no sólo por su sonido, sino por la ambición visual de sus espectáculos, que irrumpieron en foros tradicionalmente reservados para la balada y la música regional.
También fue el primer artista en llevar una banda de rock completa a televisión nacional, rompiendo el dominio del playback, etapa de la que surgieron músicos que formarían grupos como Las Insólitas Imágenes de Aurora, Kerigma o Bon y los Enemigos del Silencio.
“Hasta ese momento, ninguna banda de rock había entrado a un foro de la televisora. Nosotros entramos con cuero y guitarras reales. Eso abrió la puerta para todos los que estaban esperando abajo, desde La Maldita hasta El Tri”, dice.

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La crisis de la lírica
Si algo le irrita a Laureano es ver letras escritas por varias personas que dicen poco. Para él, es el síntoma más claro de la pérdida del valor literario en la música.
“No entiendo cómo 10 autores pueden escribir algo tan vacío. ‘Oye, mami, que te encuentro en la guagua…’ ¿Hace falta un comité para eso? Para el porno hace falta tanta gente. Estamos depredando un idioma maravilloso”, afirma.
Brizuela insiste en que el español tiene una riqueza que no puede seguir reduciéndose a frases virales o rimas de ocasión. Para él, cuidar la lírica es cuidar la cultura.
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La historia del “Ángel del rock” nació en un pequeño departamento de la ciudad de Nueva York, mientras el mundo contaba misiles y temía una guerra nuclear.
Él imaginó a un sobreviviente saliendo entre escombros y eligiendo una guitarra en vez de un arma.
“La ciudad estaba preocupada por bombas que podían caer de un día para otro. Yo pensé: si el hombre canta, quiere decir que el espíritu sigue en pie. Así fue como nació aquella canción”.

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Aunque al principio le incomodaba que lo llamaran por el nombre de su disco, entendió con el tiempo que el mote no era suyo, sino del público mexicano.
“Yo no me puse el sobrenombre, me lo puso el público. Cuando la gente te bautiza, te adopta. Ángel del rock habla de espiritualidad, de humanismo, de la fuerza interior que evita que perdamos el alma”.
Este 6 de diciembre, Brizuela regresará a La Maraka, un lugar especial para él. Ahí, hace décadas, se encontró con un trío de jóvenes que tocaban los domingos: Las Insólitas Imágenes de Aurora, que años después se convertirían en Caifanes.
“Ahí conocí a Marcovich y a los otros chicos. Ensayábamos detrás de Televisa, en el mismo garaje donde nacería Timbiriche. Es un orgullo haber sido una parte mínima de su camino y regresar a ese lugar tan intímo”, expresa.
ml
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