Hubo una época en la que las actrices solo eran tomadas en cuenta por su apariencia física. Tener un papel en una película o serie dependía más de cumplir con los estándares que de la capacidad actoral.

era un lujo reservado para unas pocas, y mucho menos cuestionar los roles asignados por directores o productores, algo que resultaba prácticamente impensable.

No es que todo haya cambiado. Falta mucho por hacer, pero para actrices como Ilse Salas, Johana Murillo y Cassandra Ciangherotti, el panorama ha evolucionado.

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Murillo da vida a una asistente en un mundo dominado por hombres. Foto: Prime Video (16/01/2025)
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Coinciden en que, a raíz del movimiento #MeToo y la lucha feminista, no sólo han encontrado oportunidades para interpretar personajes más complejos, sino que también han asumido un papel activo como productoras, desafiando las dinámicas de la industria.

“Con el #MeToo (movimiento que surgió en Hollywood por las acusaciones de abuso contra Harvey Weinstein, productor) el poder sí se redistribuyó un poquito dentro de la industria, entre nosotras queremos tomar las riendas de nuestros proyectos”, afirma Márquez.

Este enfoque colaborativo se materializa en La liberación, serie que estrena mañana en Prime Video, dirigida por Alejandra Márquez Abella. En esta serie, en la que además son productoras, abordan historias de mujeres que enfrentan diferentes tipos de abuso y desigualdad en el mundo del entretenimiento.

Desde una actriz reducida a su apariencia física, a una periodista que lucha por mantenerse en su trabajo, hasta una asistente utilizada para limpiar la imagen de un realizador señalado por abuso sexual, la serie retrata problemáticas que viven algunas mujeres y que hoy pueden ser contadas.

Hora de cuestionar

Para Ilse Salas, el feminismo ha transformado no sólo su perspectiva personal, sino también la manera en la que vive su trabajo actoral.

“No veo mi trabajo como hace 20 años, cuando fue lo primero que hice, tengo más conciencia, más herramientas para abordar un personaje femenino”, reconoce.

La actriz se asume abiertamente como feminista, una postura que, asegura, le ha permitido enriquecer su interpretación, ahora con un entendimiento más profundo de las experiencias femeninas y cómo son reflejadas en los proyectos.

“Antes no cuestionaba muchas cosas, y mi actuación también era más pobre. Siento que se va enriqueciendo, es como leer un personaje en una novela que está plagado de detalles, eso sucede cuando el escritor tiene más entendimiento, yo ahora soy consciente de que es importante mostrar lo que vivimos”, cuenta Ilse.

Ciangherotti reconoce que, aunque el feminismo ha ampliado sus herramientas como actriz y su percepción del trabajo, a veces siente la necesidad de apartarse de esa óptica para abrirse a otras posibilidades.

“A veces me gusta quitarme los lentes del feminismo porque no puedes observar todo desde ese ángulo. A veces me estorba para trabajar, pero ha cambiado mi relación con el trabajo desde que existe esta voz presente”, comenta.

El privilegio de elegir

Pero hay algo que, coinciden, nadie debería negar: el cambio en los directores y productores, quienes ahora se piensan dos veces lo que proponen o dicen, pues cuestionar proyectos no era una opción válida al principio de sus carreras.

“Muchas veces tuve que sacrificar proyectos, y esa pregunta me causó inseguridad durante muchos años, de si podría hacer lo que quería en algún momento. No sentía que tuviéramos derecho a una experiencia como actriz más nutrida, más compleja”, cuenta Johana.

Aunque Ilse Salas, quien ahora goza de una posición privilegiada en la industria, aclara que rechazar trabajos es un lujo que muchas actrices no pueden darse.

“Es un privilegio. Hay quien rechaza un proyecto puede pagar su renta o porque tu mamá no necesita de ese dinero. Cuando tienes esa posición privilegiada, puedes cuestionar.”, asegura.

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En La liberación, Ilse, Cassandra y Johanna interpretan a Sara, Natalia y Sol, tres mujeres cuyas vidas se ven afectadas por las decisiones de un hombre (Diego Boneta).

A través de sus personajes —una periodista que lidia con sus propios sabotajes, una actriz obsesionada con su imagen pública y una asistente de producción atrapada en dinámicas de poder— la serie refleja las prácticas de desigualdad y abuso que aún persisten en la industria del cine y la televisión.

“Hay cosas que no puedo decir con palabras, que sí puedo decir con los personajes como en esta historia. Creo que es una forma de desfogarse”, reconoce Ciangherotti sobre su papel como una actriz valorada únicamente por su físico y no por sus aptitudes en la trama.

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