
Valentina Millán sonríe frente a la cámara con la misma naturalidad con la que lo ha hecho mil veces. Su cuenta de Instagram, en la que baila, actúa y participa en trends, supera los 200 mil seguidores.
A sus 13 años, colabora con marcas, graba con otros influencers y, a veces, en la calle, le piden fotos como si fuera una celebridad. Además, es muy amiga de los Picus, una de las agrupaciones de creadores de contenido más populares entre el público joven.
“Siempre quise ser youtuber. Empecé grabando videos con mi abuelita. Al principio era un juego, ahora es mi carrera”, dice en entrevista con EL UNIVERSAL.
En la era de las redes sociales, los niños ya no solo crecen viendo a sus ídolos, sino que se convierten en ellos. Las plataformas digitales han dado voz a una nueva generación de menores, quienes tienen fama, seguidores y colaboración pagada con marcas. Pero no están solos, detrás de las cámaras hay una mamá que vigila todo lo que sucede con las cuentas...
“Cuando empiezan a reconocerla en la calle te das cuenta que ya no es una niña normal”, dice Adriana Camacho, madre de Valentina, quien se encarga de filtrar comentarios, subir contenido y mantener a raya los riesgos del internet. No es tarea fácil.
“Sí le han llegado comentarios ofensivos. Incluso fotos”, lamenta. Por eso, existen reglas claras en su casa: ella maneja las redes, revisa todo lo que se publica y habla con su hija sobre cada paso.
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“Aquí los niños se juzgan mucho entre ellos. Y a su edad, eso puede pegar muy duro”.

El caso de Valentina no es único. En México y en toda Latinoamérica, cada vez más niñas y niños se convierten en figuras públicas que deben ser acompañadas por sus padres. A veces se hacen famosos por vocación, otras porque se hacen virales por accidente.
Fenómeno que crece
Kidfluencers es como se le conoce a los niños influencers que cuentan con gran notoriedad en las redes sociales, frecuentemente creando contenido patrocinado que les permite generar ingresos.
Al igual que los influencers adultos, comparten sus pasatiempos, actividades y promocionan productos a través de acuerdos comerciales. Este fenómeno cobró un notable auge con el crecimiento de plataformas como TikTok, Instagram y YouTube, redes en las que la audiencia mayoritariamente joven sigue a estos creadores.
Zoé Torres, por ejemplo, tiene también 13 años y más de 180 mil seguidores en Instagram. Estudia actuación en el CEA de Televisa, modela y graba bajo la mirada de su madre, Tere Angulo.

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“No deja la escuela. No la dejamos ver tanto internet porque todavía está chiquita”, asegura la mamá. En su casa, el equilibrio entre su formación, las redes sociales y sus juegos es prioridad.
“Me gustaría que estudiara una carrera, y si quiere seguir en esto, que lo combine”.
A Julia María Margaleff la conocen por su trabajo en series como Vecinos y La venganza de las Juanas. Tiene 12 años, pero su cuenta de Instagram —manejada por su madre— parece la de una estrella de años: sesiones de fotos, campañas y detrás de cámaras.
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“Yo decido qué trends grabar”, dice con seguridad. Aunque reconoce que la fama trae lecciones duras: “Hay personas que sólo se te acercan para hacerse famosas contigo. Como mi mamá siempre me dice: ‘los amigos se cuentan con los dedos de una sola mano’”.
Celeste, conocida como Celeste Aventurera, miembro de Yolo Aventuras, cuenta a sus 14 años con más de 5 millones de seguidores en su canal de YouTube.
“Me gusta lo que hago y me encanta que muchos niños me comenten o me digan: ‘¡Eres mi inspiración, te sigo desde muy pequeña!’”, dice Celeste.
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Marcar límites
Este fenómeno abre debates sobre la ética y la legalidad de la explotación de menores en línea, la protección infantil y la influencia que ejercen estos contenidos sobre su audiencia, especialmente entre los más pequeños.
Los padres o tutores desempeñan un papel fundamental al gestionar las cuentas y supervisarlas, en muchos casos con la ayuda de expertos en marketing.
A esto se suma algo conocido como sharenting, que se refiere a la práctica de publicar fotos de los hijos en redes, sean famosos o no. Aunque pueda parecer inocente, la exposición puede hacer que los menores estén vulnerables a situaciones como el ciberbullying y a riesgos en su seguridad.
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En respuesta, las autoridades recomiendan medidas preventivas como configurar sistemas de control parental, utilizar contraseñas de acceso a redes y hablar con los niños de los peligros en línea.
Además, es esencial inculcarles la importancia de proteger su identidad digital y ser conscientes de que, una vez publicada, una imagen o comentario puede quedarse en la red para siempre.
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