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Una noche tranquila llena de recuerdos y temas de antaño saldaron la deuda de Fito Páez con los mexicanos tras la cancelación de su show en septiembre en el Zócalo, a causa de un accidente.
El “Olé olé olé olé, Fito, Fito” se escuchó minutos antes de que el argentino saliera al escenario del Zócalo capitalino, pero de forma tenue. La noche fue fresca, sin empujones. Sí, algunos fumaban marihuana y se alcoholizaban, pero sin molestar a nadie.
Un silbido suelto exigió la salida del rosarino y una chica gritó: “sólo faltan 10 minutos”, con una cordialidad extraña para un concierto en el Zócalo, donde casi siempre los empujones, el hacinamiento, los robos y los desmayos se dan por decenas.
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La tranquilidad se rompió un poco cuando comenzó a sonar el tema de apertura de su disco El amor después del amor. Los violines y un fondo rojo como cortina de teatro fueron la apertura de Páez, que entonó el tema homónimo del álbum.
Los asistentes comenzaron a cantar la canción de la gira, “Nadie debe, y nadie puede vivir sin amor”, y se pusieron a bailar al ritmo de las trompetas.
“¡Qué hermosura estar hoy aquí. Por favor ahorren energía, la van a necesitar!”, dijo el cantante vestido con una gabardina roja y los lentes que lo han acompañado desde que era un joven.
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Se sentó al piano y entonó “Tumbas de la gloria”, una balada que hizo disfrutar al público más adulto, que apenas bailaba.
La energía y excentricidad es algo que tampoco ha abandonado al rosarino, que aunque ya no tiene cabello largo y en su lugar ahora es canoso y corto, sigue agitando la cabeza sin parar.
Lo que siguió fue intimidad. Le siguió el tercer tema del disco que da nombre a la gira, “El tráfico por Katmandú”, y mientras cantaba lejos del piano, el cantante miraba al público moviendo los brazos como director de orquesta, y se persignaba.
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“¿Qué tal van ahí? Está explotadosímo, ¿eh? ¡Qué hermosura””, dijo Paez y continuó con “11 y 6”, para comenzar con los temas que conforman el disco Giros. Fue en esa canción que relata el amor infantil y las calles de Buenos Aires que el público mexicano coreó.
“¿Saben dónde la saben cantar? Acá”, dijo él, y continuó con el tema de Mercedes Sosa, “Yo vengo a ofrecer mi corazón”.
El “Olé olé olé Fito, Fito” apenó a ratos, al intérprete que dio paso a “Dos días en la vida”. De pronto, la balada pop se transformó en rock and roll y Fito bailó en medio del escenario en ese único momento en el que, ahora sí, comenzaron a volar latas, con el público empujándose y brincando.
“¿Qué querés que te diga, México, las palabras sobran”, dijo Páez. Con “Al lado del camino” repasó su disco Abre y con “Brillante sobre el mic” y las luces de los celulares encendidas.
Al final, Fito agradeció la calidez, que no cesó: “Gracias México, por esta noche, por recibirnos, por estas luces de la ciudad. Para los que creían que el rock and roll estaba muerto”, dijo, emocional.