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El cantante Erik Rubín tenía el deseo de ser padre desde muy joven, y se le cumplió. Tuvo a sus hijas Mía y Nina en 2005 y 2007, respectivamente. A partir de entonces, comenzaron los retos para el exTimbiriche, pues aunque Erik mantiene una relación muy sana con sus dos hijas, a nivel interno, también llegó el miedo de poder cubrir satisfactoriamente esa necesidad paterna.
“Es una alegría muy grande, pero a la vez siempre llega el cuestionamiento: ¿qué es lo que van aprender tus hijos de ti? Cuando eres padre viene una necesidad de ser una mejor persona porque al final ellos aprenden, repiten patrones, viene un miedo de ser un buen padre; eso creo que lo he resuelto predicando con el ejemplo”, cuenta Erik.
Y aunque como cualquier padre se ha equivocado, considera que en algo nunca les ha fallado a Mía, de 19 años, y Nina, de 17: acompañarlas en cada etapa de su vida.
“He cometido errores como papá, pero mientras existan pilares siempre he pensado que estás del otro lado, cuando todo lo que uno como padre decide o hace va desde el amor. Ellas entienden un error, lo que no entenderían es un padre que no está”, apunta.
Hoy, Erik se enfrenta a un nuevo desafío: estar lejos de la conductora Andrea Legarreta, con quien contrajo matrimonio en el 2000 y con quien anunció una pausa en su relación en 2023.
“Afortunadamente, la relación que tenemos los tres va más allá de la relación que yo pueda tener con su madre. Con ellas (sus hijas) puedo hablar de todo: tengo la fortuna de que ambos somos sus confidentes, he logrado ganarme su confianza, es algo que nos llena, que nos da un sentido de unión más allá de mi relación con Andrea”, revela el cantante.
Armonizan el estudio
Al fondo de la casa que Erik tiene en la Ciudad de México está su jardín trasero, en el que un camino de concreto lleva a una puerta maciza de metal, diseñada para no dejar salir sonidos, detrás de ella están las consolas y un cristal que separa un cuarto donde se ha fortalecido el vínculo entre el cantante y sus hijas.
“Desde muy chiquitas son amantes de la música, melómanas, siempre hemos sido de compartir canciones, cantarlas en el coche, principalmente en el estudio, en el ejercicio; crecieron respirando eso en casa. A nivel familiar la música es un lazo que nos une, las dos cantan todo el día. Nina tocando batería, aprendiendo a usar los instrumentos, equipos, computadoras”, detalla Rubín.
En ese estudio también se encuentra una consola de varios metros, desde donde ahora han comenzado a colaborar lanzando canciones, desde donde Erik ha explorado una nueva faceta y vínculo con sus hijas.
“Cuando hacemos música tiendo a ser muy perfeccionista, muy dedicado. Cuando quieres algo tienes que entregarte, pero más que exigirles, ellas siguen mi ejemplo, son niñas que se entregan, que se preparan, que lo que se proponen lo trabajan, luchan por ello, y no he tenido que presionarlas, creo que es algo que se aprende”.
Pero aunque es exigente consigo mismo en los temas que han lanzado, o incluso con el nuevo EP de Mía, titulado “Nunca más”, hay algo que dice, sí necesita reiterarle a sus hijas:
“Lo que les comparto es que tenemos que estar presentes, disfrutar el hoy, los procesos. Muchas ocasiones posponemos la felicidad y pensamos: ‘el día que logre aquello…” Y posponemos disfrutar. Hay que ser felices hoy con lo que tenemos, ahí cambia completamente el panorama, estás del lado del agradecimiento y no de la falta de algo”.