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Semanas antes de que muriera Emilio “El Indio” Fernández , su fortaleza ubicada en Coyoacán fue burlada vilmente, el director se encontraba en terapia intensiva cuando se dio el atraco en el que se llevaron el alcohol que tenía guardado.
, su esposa, recibió la noticia de que alguien se había metido a la casona en la que vivía con Emilio, los ladrones entraron con todo y carro, así se lo narró una vecina a la actriz, quien vivía en un departamento cercano que la pareja de actores le rentaba.
Columba relató a EL UNIVERSAL, que la joven, llamada Sandra Rosales, era aeromoza y que se percató del siniestro cuando llegaba al lugar; al darse cuenta le llamó a la actriz, quien se encontraba acompañando a su esposo en la suite 525 de un hospital de la colonia Roma , de donde salió rápidamente al saber que su casa, que resguardaba costosas obras artísticas, como pinturas de Diego Rivera , había sido asaltada.
Domínguez se hizo 20 minutos de la Roma a Coyoacán, cuando llegó se dio cuenta que la puerta estaba forzada y que lo que se habían llevado no eran las pinturas, esculturas o escritos inéditos de Emilio, sino el alcohol que había en la casa.
“Lo que sí te puedo asegurar es que las ratitas que robaron el lugar son muy borrachas... pues arrasaron con casi todo el vino. ¡Condenados!”, expresó sorprendida Columba, quien en ese momento no se preocupó por lo robado, sino en la recuperación de su esposo, quien se encontraba delicado y a pocos días de fallecer.
“Los ladrones eran ignorantes”
Cuando Columba entró a su propiedad se percató que además del alcohol, los ladrones se habían llevado los aparatos eléctricos, lo que no ocurrió con las verdaderas riquezas de la casa, como libretos, escritos inéditos, artesanías y pinturas; aunque la actriz creyó que el espacio iba a estar vacío, para su sorpresa y su fortuna, los ladrones no se llevaron nada de eso, eran “bastante ignorantes”, consideró.
“No entré a la biblioteca, pero creo que los ladrones son ignorantes, pues los cuadros y otras artesanías de gran valor, ni las voltearon a ver. Tan sólo se llevaron aparatos electrónicos de sonido, en ello no te puedo dar la suma, pues tú sabes que un día tienen un precio y al siguiente ya se duplicó”, explicó en entrevista para este diario en junio de 1986.
Archivo EL UNNIVERSAL.
La casa se quedó custodiada por policías, temían que los ladrones se atrevieran a volver, pues seguramente ya se habían percatado de que la pareja no se encontraba en la casona.
Aunque Columba consideró delicado el asunto, prefirió no decírselo a Emilio en ese momento, pues se recuperaba de una crisis de salud, derivada, entre otras cosas, a su adicción al cigarro.
Archivo EL UNNIVERSAL.
El viaje que “El Indio” ya no pudo hacer
El cineasta, uno de los más prolíficos de México, nació hace 118 años, el 26 de marzo de 1904, y falleció de un paro cardíaco el 6 de agosto de 1986, justo ese día planeaba ir a Cuautla de Morelos a relajarse y a pasarla bien con Columba Domínguez, quien fuera su pareja y compañera de aventuras, pero su cuerpo, que se recuperaba de una cirugía tras caer de las escaleras de un balneario en Acapulco, ya no tuvo fuerzas, se quedó vestido de charro en la espera de un último paseo.
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Aquella mañana de agosto de 1986, Emilio Fernández amaneció de buen ánimo y sonriente, quería pasar un día de esparcimiento fuera de la Ciudad de México para después concentrarse encontrar a los ladrones que se habían metido a la casa días antes y se robaron algo de lo que más le gustaba: el alcohol.
“¡Voy a amanecer chingón y nos vamos a Cuautla!”, le dijo a su esposa Columba la noche antes de morir. “Quiero recoger las armas que mandé a arreglar para buscar a los ladrones que se metieron en la casa”, expresó, seguro de que aún tendría tiempo a pesar de lo delicado de su salud.
Y es que Emilio aprendió a querer la casona que empezó a construir con Columba, piedra por piedra en 1946; en cada rincón de la mansión diseñada por el arquitecto Manuel Parra, habitaba un tesoro de “El Indio”, como una fotografía en la que aparecía con el expresidente de México, José López Portillo y que mostraba el preciso momento en el que era condecorado por su brillante trayectoria como cineasta.
Los chocolates era la golosina que más le gustaba, cajas de chocolates amontonadas, garrafas de licor, garrafas de mezcal y varias cajetillas de cigarros despedían cierta aroma a viejo, como decían, olía toda la casa.
La propiedad, edificada en su totalidad con piedra volcánica, fue el escenario de más de 100 películas, en sus paredes lucen obras de Diego Rivera, Miguel Covarrubias y José Clemente Orozco, en sus jardines descansan los restos del arquitecto Manuel Parra y del mismo Emilio Fernández.
Por la vida de Emilio Fernpandez se hizo todo lo posible, incluso cuando ya se encontraba muy mal, Columba mandó a traer al médico, pero cuando éste iba llegando a la casona, ubicada en uno de los rincones más bellos de Coyoacán, el cineasta mexicano murió; sobre la mesa quedaron tres botellas de Don Pedro a medio vaciar y una más de brandy totalmente vacía.
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