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Originalmente, grandes textos literarios han sido llevados a la gran pantalla para que aquellos que no han tenido oportunidad de leer a William Shakespeare, Tennessee Williams, Arthur Miller, Elia Kazan, Truman Capote y un largo listado de dramaturgos, puedan apreciar su obra en formato cinematográfico.
Sin embargo, desde hace un par de décadas, el fenómeno se ha invertido y han sido grandes o populares largometrajes los que han hecho su traslación de la gran pantalla a un escenario teatral.
Quizá una de las películas iniciadoras —no fue la primera— de esta moda fue La Bella y la Bestia, filme de 1991 que llegó a Broadway tres años más tarde y que hasta el momento ha sido apreciada por 35 millones de espectadores en el mundo y ha tenido una recaudación global superior a los mil 700 millones de dólares.
Tras esta obra, Disney no desaprovechó la oportunidad y comenzó a llevar al teatro títulos como El rey león, que estrenó montaje en 1997 y para 2017 había recaudado más de 3 mil millones de dólares globalmente. A estas cintas pasadas al teatro se le unió Aladdín y este año, Frozen.
En el caso de México, también han sido diversos proyectos los que han pasado del cine a los escenarios teatrales, unos con más éxito que otros, como Dogville, Billy Elliot, La sociedad de los poetas muertos y Shrek.
Durante 2016, en pleno auge de los musicales, llegó a la cartelera una adaptación del terror a las marquesinas teatrales. Se trató de Carrie, basado en la novela de horror de Stephen King y llevado al cine por Brian De Palma en 1976.
En México, la obra fue montada por los productores Sergio Arroyo y Edgar Marroquí, quienes esperan aterrorizar al espectador.
Recientemente a esta ola se ha unido el filme de los 70, El exorcista, adaptación teatral de la novela escrita por William Peter Blatty.
El primer montaje fue hace seis años en California. Posteriormente, en 2018, la obra llegó al Phoenix Theatre en Londres y se ganó los elogios del público y la crítica, y ahora el mexicano Eduardo López es el poseedor de los derechos.