Eduardo Santamarina fue la revelación juvenil en la tv de los 90, protagonizando el melodrama "De frente al sol" de Carla Estrada, que se llevó todos los premios entonces.
Ese muchacho había desafiado a su familia veracruzana; creían que moriría de hambre actuando. El joven, de entonces 24 años y más de 1.90 de estatura, estaba en casi todas las pantallas mexicanas: tenía fama, trabajo, dinero y gente que lo amaba. Pero no era suficiente.
Confiesa a EL UNIVERSAL que, con su ascendente fama, tuvo problemas emocionales que lo llevaron al alcoholismo.
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Hoy, a unas semanas de haber cumplido 55 años, es un doble A (AA) felizmente casado con la actriz Mayrín Villanueva; padre, un galán que transitó a la villanía en sus proyectos recientes, incluida la telenovela Nadie como tú, al aire por Las Estrellas.
¿Eres machista?
Sí, tengo a lo mejor mi dosis, un poquito de machismo; tampoco soy celoso y hago los quehaceres porque eso me inculcó mi madre, pero tampoco quiere decir que no sea... bueno, un 1%.
¿Has sido infiel en tu vida?
Sí, lo fui muchas veces, muchas, y aquí me lleno la boca de mucho orgullo: con mi esposa Mayrín es la primera relación en la que no he sido infiel; lo digo con convicción, porque también me fueron infiel. Cuando eres infiel, lo de menos es que te manden a volar; lo grave es lidiar con tus demonios.
¿Cómo eres de papá?
Mi película se llama Los míos, los tuyos y los nuestros; juntos somos siete. ¡Imagínate la casa con cinco hijos! Era un desastre: juguetes, todo tirado, ruido, escándalo, y cuando no, que ya se iban con sus respectivos papá y mamá, y nos quedábamos Mayrín, Julia (su hija con ella) y yo; la casa estaba totalmente callada. A mis hijos les decía que levantaran sus cosas y, si no, luchaba con mi tolerancia.
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Eres un papá presente...
Presente sí, porque yo viví ausencia de padre y madre. Mi padre, alcohólico, nunca estaba en casa; él nada más era el proveedor. Yo tengo recuerdos muy vagos de que nos llevara a un parque; él, en su alcoholismo, como buena enfermedad, se lo llevó al traste y de eso se murió; mi madre, sola con cinco hijos, siempre luchó por su familia.
¿Te arrepientes de algo?
No, de nada, porque incluso cuando estuve abajo, que estuve, de eso aprendes; esas son las lecciones de vida.
Estar abajo... ¿en drogas?
Sí, sobre todo el alcohol; soy doble A (AA). Viví esa parte del infierno, como 15 años de mi vida fui alcohólico, pero hasta el día de hoy no he probado una gota y no sabes cómo cambió mi vida; me metí a una clínica de adicciones y me apoyaron. Ahora veo la vida de colores; antes era blanco y negro. No me gustaba nada de mí, teniendo un trabajo maravilloso y una familia hermosa. Yo no veía nada de eso. ¿Por qué? Son unas depresiones terribles. Y cuando empiezas a estar en tus cinco, ves matices; dices: “ya oigo los pajaritos”.
¿Has tenido que sacrificar algo por tu profesión?
Tiene sus cosas buenas y no tan buenas, porque de repente los fines de semana, que es cuando todo el mundo está con familia, que las primeras comuniones, los bautizos, yo estoy en el teatro. No hay salidas, pero la familia lo entiende muy bien, porque ellos desde chiquitos saben cómo es la dinámica.
¿Ahora ya no eres el más guapo de la historia, sino el que da miedo?
Sí, es una consecuencia lógica del actor. Yo empecé haciendo el papel, digamos, del bueno, y ahora el del villano, y no sabes cómo lo disfruto. Me divierte porque ya no soy el que se la pasa llorando por amor, ahora agarro parejo contra todos (risas).
¿Cómo te gustaría ser recordado?
Como un gran padre y esposo también; que Mayrita sienta orgullo del esposo que fui, y ser recordado con mi trabajo. Hay que darle mérito al público de que, gracias a él, soy lo que soy.