
El Autódromo de los Hermanos Rodríguez ya estaba convertido en una sola masa de gente cuando sonó el primer golpe de Dale Don Dale. Así, sin rodeos, Don Omar abrió su show final del año con uno de los himnos que definieron al reggaetón mundial. Bastó esa entrada para que el frío desapareciera: La Ciudad de México (CDMX) se activó.
“¡Ciudad de México, una bulla!”, gritó el cantante, encendiendo de inmediato al público. Era una noche especial:
“Este es mi último show del año y quiero agradecerles lo que México ha hecho por mí”, dijo, y eso bastó para que la gente respondiera con un coro que retumbó: “Otra, otra, otra noche otra”.
“Mis hermanos mexicanos”, continuó, preparando el terreno para Cuéntale. Luego pidió: “México, ¡la canta conmigo!”, antes de Pobre Diabla, que se escuchó como si el recinto entero fuera un gigantesco karaoke.

El frío no importa cuando el King of Kings tiene el control
Siguieron Mayor Que Yo y Salió el Sol, dos canciones que levantaron la temperatura física y emocional. El viento helado que cruzaba el Autódromo dejó de importar: miles de personas bailaban, cantaban y se abrazaban mientras Don Omar continuaba el repaso por su legado.
Después llegaron Ojitos Chiquititos, Diva Virtual, Sexy Robótica, Ella y Yo, Conteo y Taboo: una secuencia de clásicos que no dio respiro. Cada track tenía el mismo efecto: manos arriba, teléfonos alumbrando, cinturas en movimiento y un coro que demostraba por qué él sigue siendo el King of Kings. No había una sola zona del festival donde la gente no se supiera la letra.
Hasta Que Salga el Sol convirtió el recinto en una fiesta, justo antes de que llegara el momento más emocionante.
“Feliz año 2026”, anunció Don Omar, entre risas y emoción, antes de soltar Danza Kuduro. En ese instante, incluso quienes ya iban caminando hacia la salida se detuvieron o avanzaron bailando, porque es imposible ignorar uno de los temas más celebrados de la música latina.

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Visto desde lo alto, desde el escenario o desde el fondo, la escena era la misma: un mar de manos levantadas, luces moviéndose al ritmo del beat y miles de personas bailando al unísono. Un cierre épico para un festival que había sido pura intensidad desde la tarde.
Para cerrar, Don Omar eligió Bandolero. No necesitó cantar la primera estrofa: dejó que México lo hiciera por él. Y el resultado fue abrumador. Todo el Autódromo cantó como uno solo. Las pantallas, los reflectores y hasta los guardias de seguridad quedaron hipnotizados por el volumen del coro.
“¡México, buenas noches!”, gritó finalmente, mientras los últimos acordes de guitarra se desvanecían. El público respondió con aplausos, gritos y la certeza de haber visto un cierre histórico.
El Flow Fest terminó… pero el perreo siguió en los pasillos, en las salidas y hasta en la calle.
dft
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