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Los Ángeles.— Kitzia Mitre se desenvuelve en el reducido mundo de la alta sociedad mexicana.
Es bisnieta de un revolucionario, Gustavo Baz Prada; hija de Francisco Mitre Cendejas y Kitzia Jiménez-O’Farrill Baz. Estudió Diseño Industrial en la Anáhuac del Norte, pero luego decidió abrirse paso como diseñadora en el mundo de la moda.
Las secciones de sociales han estado presentes en los momentos más importantes de su vida: cuando se casó en noviembre de 2013 con el empresario Pedro Checa; al nacer su primogénito, Pedro, en noviembre de 2016, y en el bautismo de éste, en octubre de 2017.
Como cualquiera, le gusta revestir esos instantes familiares: salir bien en la foto, disfrutar sus reuniones y que todos se lleven una buena impresión. Al cerrar la puerta, también como cualquiera, padece problemas de diferente índole. Lo que sí, como casi nadie, éstos no son económicos.
Sabe que la desigualdad es un tema doloroso en México y que por eso muchos en su círculo social no pueden entender qué la motivó a abrirse y participar en el nuevo reality show de Netflix que, literalmente, se metió hasta su cocina.
“Me dijeron: ‘¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué entras a un reality a enseñar los calzones al sol?’ Pero eso lo que quiero. Mostrarme como ser humano. Como soy”, dice.
¿Y cómo es? Esa es la incógnita con la que juega Made in Mexico, el primer reality de la plataforma streaming realizado en el país, que llega el 28 de septiembre.
Estará enfocado en la vida de nueve personas de la alta sociedad mexicana que fueron grabados en diferentes momentos durante tres meses. Las circunstancias van desde problemas amorosos, hasta abrirse paso dentro en sus profesiones, más allá de las expectativas sobre ellos.
“Es justamente lo opuesto de lo que verían de mí”, se sincera Kitzia.
“Todo siempre es perfecto, salgo con mi bebé y mi esposo, y mi boda, acá salen todos los temas en los que no me gusta hablar, lo que no quiero que se enteren, lo que no subiría ni a Instagram”.
En el primer episodio, por ejemplo, la gente podrá ver que, detrás del bautismo ideal de su hijo —con una kermés, charrería y cambios de vestuario—, su cuñado Roby Checa tendrá problemas serios con el alcohol.
“Hasta van a decir, ‘no quiero estar tan jodido como éste’”, bromea el hombre de 31 años, también parte del reality.
“Me gustaría que la gente de cualquier país, no sólo México, lo vea y diga: ‘Bueno, yo tengo ciertos problemas así, y quizá lo maneje de la misma forma, o no’. Que no sólo nos critiquen”.
Roby se refiere a la avalancha de comentarios negativos que recibió el proyecto cuando fue anunciado por Netflix. En redes sociales, muchos lo consideraron una falta de respeto debido a la desigualdad en México. Según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, en el país hay 53.4 millones de personas en pobreza.
“Hay cosas que no dependen de nosotros y también entiendo que eso genera estereotipos, pero es compresible y es humano”, opina Roby.
La modelo Columba Díaz reitera que idea del reality no es ostentar. Por ejemplo, ella mostrará su apoyo en una subasta que realizó para los afectados del sismo del 19 de septiembre de 2017.
“Justo queremos que se identifiquen con el ser humano, como esto del sismo, que nos afectó. Esperemos que nos vean imperfectos, como todos, más allá de estereotipos”.
Aún así, en los primeros episodios, se verá parte de sus vidas cotidianas en restaurantes y antros exclusivos, así como sus reuniones en casas y un rancho. “Pero este show no está enfocado ni en los lujos, ni en coches, ni el reloj”, enfatiza Roby.
“No tiene nada que ver si hay riqueza o no, de los nueve integrantes ninguno nació rico o con un fideicomiso, todos se han abierto su vida, y los que tienen familias que les va bien, ellos abrieron su camino”.
Kitzia lo secunda: “Todavía me dicen: ‘No lo hagas’. Y les respondo: ‘¡Se grabó hace un año! ¡Ya fue! Si no lo quieres ver, no lo veas. Yo lo quise hacer, tú puedes cerrarte a la idea de que ahí está y no verlo’”.