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En octubre de 1968 México se dividió en dos: uno, el que se convertía en la primera sede latinoamericana en recibir unos Juegos Olímpicos; otro, el que reprimía el movimiento estudiantil que desde meses antes se venía gestando.
Esta ambivalencia de circunstancias queda plasmada en la puesta en escena Olimpia 68, que ofrece temporada en el teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque.
Violencia, deporte y teatro sirven para retratar la persecución política y el poder catalizador que tuvo la contienda deportiva.
“Hay un personaje que es mexicano y viene del movimiento estudiantil, otro es extranjero y viene a competir en las olimpiadas. El extranjero acaba siendo desaparecido por la policía mexicana al confundirlo con un estudiante y el estudiante es ayudado por los atletas que viven en la villa olímpica donde él se refugia”, explica el director Flavio González Mello.
En el montaje, que se presentó hace 10 años en el marco del 40 aniversario del movimiento, actores como Paulina Barrientos, Omar B. Betancourt y Karla Camarillo, buscan llevar un retrato de los sucesos de manera lúdica y con un toque de comedia.
De acuerdo con el director, más que un mausoleo en el cual llorar se trata de un clavado en lo que fue el espíritu de una generación llena de energía e imaginación en todos lados.
“Yo veía intentos de plasmarlo en el teatro con mucha solemnidad, mucha carga de adoctrinamiento político incluso y, como decía Berton Brecht, ‘cuando el teatro deja de divertir es que algo está mal’”, comenta González Mello.
“La idea era retratar el 68 pero de manera indirecta. Siempre está en el trasfondo y lo que está en el primer plano como ocurrió mediáticamente es la olimpiada; a través de ella vemos lo político y lo policiaco”.