Para su tercer turno al bate como director, el actor Andy Serkis, a quien pocos identifican al siempre aparecer “maquillado” por tecnología como Gollum en El señor de los anillos/El Hobbit, o el chimpancé César en El planeta de los simios, eligió un tema cómodo para él: la secuela del inesperado éxito, tres años atrás, gracias a la delirante actuación de Tom Hardy, Venom. Carnage liberado (2021).
Serkis quiso consolidar la franquicia sobre este personaje del mundo Spiderman con la técnica “captura de movimiento”. Consiste en filmar al actor con sus rasgos y expresiones humanos, y transformarlo con un programa de computadora en Venom y, ahora, Carnage, en su versión humana, el criminal Cletus Kasady (Woody Harrelson).
La historia otra vez escrita por Kelly Marcel, con aportación sustancial del estelar Hardy, aborda la rutina de Eddie Brock adaptándosea Venom, el simbionte que vive en su cuerpo.
Serkis aprovecha la variedad de chistes de pareja-dispareja entre Venom & Eddie para revisitar el clásico estilo “pastelazo” tipo El Gordo y El Flaco. Aquí, el Galán y el Monstruo.
Esta simple cinta de violentos efectos especiales tiene subtramas de relleno: la romántica sin resolver con Anne (Michelle Williams) y una con Frances/Shriek (Naomie Harris).
La parte dramática —es un decir—, sobre cómo surge Carnage, tiene una cualidad esquizofrénica héroe/anti-héroe tanto en éste como en Venom. Un gran tema que nunca se profundiza. Los efectos ganan, aunque harten. Lo demás pierde.
El ir y venir del humor violento no es óptimo en un cómic fílmico, con su universo en expansión, dando un paso adelante y dos atrás, síntoma de fatiga conceptual que súbitamente elige la ligera ironía sin buen resultado.
El problema de un director como Serkis, carente de personalidad definida, es que nunca indaga en las emociones que de inicio sugiere. Un entretenimiento difícil; ni decepcionante, ni brillante.