Los Ángeles.— Aquí no hay famosos. Se finge que no los hay. Alguien pensó, cuando ideó el piso más alto del Museo de la Academia del Oscar —que abrirá al público este mismo año— en crear un lugar oscuro para reuniones pero no lo suficiente, como una sala de cine.
Todos los invitados se miran con cara solemne y cortés. Una gran mayoría son como peces que nadan torpes, siempre mirando al frente, en un pequeño estanque lujoso: esos que tienen luces llamativas.
Una de esas luces led ilumina justo el rostro de la persona menos invisible. Pedro Almodóvar deambula en el centro del salón de recepción que reconocerá a los nominados a la categoría de Película extranjera del Oscar; lo hace con un pullover rojo/azul Gucci que contrasta con el resto del acuario.
Muchos entran como no mirando y lo miran. Luego siguen de largo, se detienen pocos, dudan en saludarlo. Se escabullen.
La invitación pedía ser impoluto (business formal/coctktail), y algo así intentó Bong Joon-ho, director de la película del momento, Parasite. El surcoreano viste de traje, parece un ejecutivo de nuevas tecnologías, conversa en grupos pequeños, cruzado de brazos, siempre de pie.
A diferencia del español, que siempre se halla en el centro, al asiático no se sabe dónde encontrarle. Habla con Jan Komasa, el director polaco que también está nominado en la categoría internacional por Corpus Cristi. Ni idea de qué vaya la conversación: se ha pedido mesura, priorizar su privacidad.
Hay unos 300 invitados. Una mujer mayor y otra joven no pueden más y pican un anzuelo: Antonio Banderas conversa con el director manchego. Es acalorada la charla: miradas firmes y manoteos. Algunos estadounidenses creen que es una especie de intenso intercambio de ideas; luego se enteran que los españoles, como los latinoamericanos, son así, desprendidos, al hablar.
Todos reciben un premio y se toman la fotografía. Pedro ha cambiado de lugar, se halla en una mesita justo enfrente de un estrado en donde con aplausos subirá sin decir palabras. Hará muecas graciosas a Bong Joon-ho, como si fuesen dos niños. Bajarán con el diploma y se tomarán una foto juntos, como niños recién graduados.
El menú es internacional, en su mayoría vegano: ensalada china de pollo y otra sin él, curry con coco, estrómboli de cuatro quesos, chapatas de berenjena, escabeche vegano, ensalada de elote y salón marinado.
La noche avanza y la mujeres que esperaban a Banderas no desaprovecharon su oportunidad. Ambas rompen protocolos y se toman una foto con el pez gordo. Como se acerca la medianoche, algunos se detienen y finalmente saludan con cordialidad a las celebridades, como si fueran amigos.
Antonio ya platica, se le pregunta sobre cómo se siente después de haber sufrido de salud y estar nominado, él dice que todo sucede por algo, que está tranquilo, “de maravilla”.
Pedro habla de su siguiente proyecto, basado en cinco historias pequeñas, pero es una noche relajada, y no piensa profundizar sobre cine. Entonces todos fingen que no es Almodóvar, ríen por cualquier cosa: le siguen la corriente.